Gonzalo Gil es uno de los veteranos del campo, y de la viña, de Alcanadre. Lo fue su abuelo y también su padre, que hasta 1987 disfrutaba («y trabajaba») mucho elaborando vino en la bodega familiar subterránea. «¡Hasta 3.000 cántaras, además de la uva que vendíamos!». Vino que, además, no solo se quedaba para el consumo de los de casa y amistades, sino que también se dedicaba a comercializarlo. Historia y tradición en torno al vino que se remonta incluso a la época de sus tatarabuelos que entonces gestionaban Bodegas Ochagavía.
Pero llegaron las nuevas tendencias y con ellas las modernizaciones, por lo que las generaciones posteriores tuvieron que decantarse por construir una bodega «en condiciones» o abandonar la vinificación y centrarse en las viñas y la venta de uva. «Y así fue. Nos unimos a un grupo de viticultores que se había salido de la cooperativa y estuvimos durante más de 20 años siendo proveedores de Paternina, adquirida en 1984 por Marcos Eguizábal junto a las Bodegas Franco Españolas».
Un grupo de apenas cinco productores que continúa unido, pero ahora abasteciendo a otra firma de Rioja Alta que se lleva de estas tierras preciadas y pedregosas de Alcanadre unos 700.000 kilos de uva. Porque hasta aquí llegan varias bodegas de renombre en busca de tesoros que no se arrancaron en su día o de parcelas en pequeñas terrazas en altura que mantienen una calidad valorada. «Esto y Tudelilla es de lo mejor de Rioja Oriental, como le dicen ahora, para sacar uva de calidad y eso las bodegas lo saben. Son parcelas más pequeñas plantadas muchas en las laderas. Porque un pueblo malo para el cereal, como es Alcanadre, es bueno para la viña». Pero, atención, que viene puntualización: «Todas van en busca de esas viñas viejas, de poca producción, bonitas,… Y te dicen que no arranques, pero que todo eso hay que pagarlo, eh, y no todas están dispuestas a poner un buen precio para el kilo de uva». Porque regresar a la elaboración no está entre sus opciones: «¿Elaborar? Lo mejor de una bodega es no tenerla. Además con todo el jaleo de papeles que les exigen a las pequeñas…».
«Lo que está por venir en los próximos años es bien incierto para el sector, sí, ¿pero qué sector? Porque aquí en el campo no se queda nadie». Lo dice quien, por suerte, tiene un sobrino que será quien le releve en el cargo. «Y para de contar, porque en el pueblo no hay más jóvenes menores de 30 años que sean agricultores y de 40 para abajo, cuenta con cuatro. Pero es que es normal, y cada vez esto va peor. Fíjate que en 2018 pagué por un tractor de viña poco más de 50.000 euros y ahora el mismo cuesta 30.000 más. Eso sí, las ganancias siguen para abajo. Aquí quienes se benefician son las casas de maquinaria agrícola, porque las subvenciones que dan para comprar tractores van a parar a estas empresas», sentencia directo.
La vendimia estaba prevista en sus viñas de garnacha destinadas a rosados para el pasado 24 de agosto, pero no había grado suficiente, así que se pospuso la labor. Los muestreos se sucedieron durante la pasada semana, pero ya el viernes el astro avecinaba tormenta, así que se volvieron a retrasar. «Iban a haber venido este lunes, pero ya ves, estando el campo como está es imposible poner un pie en las viñas ahora mismo. Ya he llamado a la bodega y vendrán en unos días a ver qué tal avanza», tantea Gonzalo mientras se acerca a alguna cepa para comprobar esas uvas que no acaban de madurar del todo. «Tal vez haya suerte y a finales de esta semana se pueda cortar algo».
La uva, incide, no tiene ni un signo de estrés hídrico, a pesar del panorama que se ve por otras regiones. «Que se ha hablado mucho de sequía y demás, pero aquí no ha habido sequía grave, las cosas como son. Si es que con las trombas que cayeron en junio y julio han sido suficientes para mantener a la viña en condiciones porque movió mucho. Es más, hasta la ola de calor de finales de agosto las viñas estaban preciosas e incluso hemos hecho varios despuntes esta campaña. Aquí no ha habido problemas con los riegos, pero sí que ha habido zonas de España en las que las cepas han brotado 40 centímetros», asegura.
¿Año satisfactorio, entonces? «Bueno, tampoco nos adelantemos. Ya se verá cuando se vendimie. Ahora el problema está en la posible podredumbre, porque este agua reciente más el bochorno de estos días… Malos compañeros y perfectos aliados para la proliferación de la botrytis. Si al menos viniera cierzo, el riesgo sería menor, pero es que este año viene muy cargada. Si te digo la verdad, creo que en todos los años que llevo en el campo, y que son muchos, no sé si he visto un año como este. Hace dos campañas hubo mucha uva también, pero creo que tanta no. La cosa es que con mucha producción y con los últimos calores, ahora le va a costar mucho coger grado porque ha perdido hoja, sumado a que con las últimas lluvias se ha hinchado el grano».
Así que los aclareos han sido obligatorios para equilibrar esta cosecha. Por un lado, este viticultor los hizo ya por cuenta propia en sus viuras viejas y garnachas, pero ahora la bodega que le compra la uva le ha pedido que haga lo mismo en otras parcelas. «Pero claro, esos aclareos siempre se hacen con incertidumbre porque nunca sabes lo que puede pasar hasta vendimias. ¿Y si apedrea a pocas semanas de cortar la uva?».
Lo que tiene claro es que tendrá que ejecutar una vendimia seleccionada conforme vaya corquete en mano. Seleccionada en cada viña, cepa a cepa, pero también en el conjunto de su explotación. «Aquí es la bodega la que gestiona todo. Este día, esta viña y cada viña en un contenedor diferente. Y si hay que ir de una punta a otra de las jurisdicción, o pasar de uno a otro municipio aunque haya varias viñas juntas, no importa. Hay exigencia, sí, pero eso también se paga y en ese sentido, viendo lo que hay ahora, estoy bastante tranquilo y contento también porque han respetado el contrato que teníamos vigente a pesar de la situación».
Lo que pase en el día de mañana será otro asunto, y a saber quién será el protagonista que lo cuente y sobre qué escenario relata la historia. Aunque Gonzalo confía en que no vuelvan esos tiempos de los invernaderos que ocupaban los campos de Alcanadre y que ahora se cubren de cepas, porque antes la uva no valía nada y quien no se dedicaba al espárrago, estaba en la fábrica. «Estamos volviendo a la agricultura de subsistencia».
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