El vino es parte indiscutible de la cultura y la religión, siendo su abundancia señal de bendición. En la calle Ruavieja número 47 de Logroño se ha vivido este martes ese vínculo de la mano de Jesús Madrazo como artífice de un nuevo blanco reserva bajo el nombre Ermita de San Gregorio y en compañía de los cofrades de San Gregorio con sus capas y boinas.
‘Amigo’ de esta cofradía desde 2016, el que fuera enólogo de Viñedos del Contino y actual director de bodega en Villota hace honor a este santo que vela por la sanidad del viñedo desde hace siglos. Es por eso que la ermita de la Cofradía de San Gregorio de la capital riojana era el mejor escenario donde hacer la puesta de largo oficial de esta nueva creación.
Son apenas 1.600 botellas de la añada 2020 con viura y malvasía al cinco por ciento en las que Madrazo ha embotellado el suelo y los aromas de las zonas frescas y altas de Viñaspre y Elvillar de Álava, pero también la majestuosidad de la malvasía de las cepas que emanan de uno de los meandros del Ebro en el término de Laserna, propiedad de Villota. Embotelladas en enero de 2022, esta partida lleva en el mercado desde el pasado mes de abril y ya están casi todas vendidas («apenas quedarán unas 200»), pero en diciembre sale la siguiente añada y ya ahí son unas 3.000 botellas.
«Un proyecto pequeño con vino de calidad» y con altas miras de crecimiento: «En la añada 2021, ya embotellada, se incrementa la malvasía en un 10 por ciento. La de 2022 que sacaré pronto de barricas tiene en 10 por ciento de malvasía y un 5 por ciento de garnacha blanca. Y en 2023 espero poder comprar algo de maturana blanca». Esta apuesta por los blancos de Rioja a través de variedades minoritarias se refuerza con la recientemente plantación de maturana blanca que han hecho en la finca de Villota.
Ermita de San Gregorio es el primer blanco de Madrazo tras su salida de Contino, donde ya antes intentó usar ese nombre para otro vino, pero no tuvo suerte. En cambio, su padre, uno de los fundadores de esta bodega, sí retrató la imagen de este santo del que era tan devoto en las botellas de 1974. «Así que este es un homenaje tanto a San Gregorio, que tanto ayudó en la lucha contra las plagas y enfermedades en el viñedo como a mi padre», remarca.
Un brindis final entre ‘Amigos’ de la Cofradía de San Gregorio ha puesto el broche a este acto de presentación en el que se ha catado una viura y una malvasía en la que se ha realizado una maceración con nieve carbónica en prensado directo. Tras una fermentación alcohólica en depósitos de inoxidable se realizó una fermentación final en barricas nuevas de roble francés con un 10 por ciento de madera de Acacia. Tres meses con sus lías finas y otros cinco más criándose en estas barricas hasta su estabilización y embotellado. El resultado: «Un vino cálido, sabroso, graso y largo, con algo de madurez debido al granizo que cayó aquel verano, y también muy buena acidez».
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