El Rioja

Queirón: ‘Este es Mi Lugar’

La bodega salvaguarda el patrimonio vitivinícola de Quel

Arriba, desde La Pasada, el paisaje invita a la reflexión, a descorchar un vino, que se abre mientras la conversación fluye. El tiempo se detiene. El horizonte se expande hasta ver los Pirineos en un día despejado; y a pocos metros de hacer cumbre en Yerga, el valle pinta parcelas en un delicioso juego de colores. A casi 800 metros apetece detenerse, felizmente recibido por la tranquilidad de un viñedo, al límite del cultivo, que se aprieta para refugiarse del sol, a la espera, seguro, de que éste caiga por el horizonte y el frescor de las noches en este lugar devuelva el vigor a estos tempranillos y garnachas de altura, situados en el corazón de Rioja Oriental.

Aquí, en lo alto, la temperatura es más benévola en plena canícula. Una ligera brisa refresca también las palabras, que tratan sobre un viñedo singular desde el que se observa un pueblo con nombre propio en Rioja. Quel es tierra de vinos, así lo escribe el queleño Manuel Bretón de los Herreros, que a mediados del siglo XIX ya versó el romance titulado Mi Lugar, su pueblo: Quel es nombre, harto pobre; bien / que de dones colmado (…) / Minerva allí sus tesoros, / Allí sus delicias Baco. Desde este lugar, la familia Pérez Cuevas agradece ser de pueblo, concretamente de su pueblo, de Quel. Aquel lugar es su lugar, para el que ha creado un vino, que es de pueblo y Mi Lugar ya está viajando por el mundo.

No muy lejos de La Pasada, en lo que se conoce como Hoyo Judío, el viento nunca para. Es una bendición y es la última parcela de viñedo con la que se ensambla Mi Lugar, homenaje a la tradición vitivinícola que ha querido recuperar la familia Pérez Cuevas en la bodega Queirón, situada en el barrio de las bodegas de esta localidad riojabajeña, datado en el siglo XVIII. Ya en el campo, mirando a Yerga, en tan solo cien metros de ascensión, por el viejo camino que pasa al caminante a Villarroya, Mi Lugar selecciona las mejores uvas garnachas.

Estas garnachas, plantadas en vaso y escasamente productivas, conforman uno de los espacios más desconocidos y genuinos de Rioja Oriental. El viaje de reconocimiento arranca en El Poeta, a la izquierda del camino, a 600 metros de altitud. Un poco más allá, a la derecha, siempre subiendo, La Perdida; luego, La Bartola; un poco más arriba, El Arenal; y por último, a 700 metros, donde la viticultura se hace al límite del cultivo, aparece inesperadamente la ventilada finca del Hoyo Judío, a setecientos metros de altura.

Todas ellas conforman uno de los tesoros más desconocidos de Rioja, protegidas por la viticultura de Quel y su valiosísimo repertorio varietal ayudado por la biodiversidad de unos campos dedicados al cultivo de la vid, jalonados de olivos, almendros y frutales, ribazos de romero, tomillo, jara, aulaga o enebro, donde surgen viñedos adheridos a un tupido bosque de altura media repleto de carrascos y pinos de repoblación que ocupan suelos profundos de laderas, valles y yasas.

Mi Lugar de Queirón brota de una selección de todas estas pequeñas parcelas de tempranillo y garnacha que ascienden lentamente por las faldas de la Sierra de Yerga en una colección de alturas, terrazas, exposiciones y suelos que recogen la esencia de la tradición y el alma histórica de los vinos de Quel. Municipio histórico en la viticultura de riojana, anterior a Rioja. Como queda constatado en el trabajo realizado por Nicolás García de los Salmones, uno de los padres de la Ingeniería Agrícola española, que en 1914, durante la celebración del Congreso Nacional de Viticultura, presentó una lista de 42 variedades cultivadas en la provincia de Logroño y 26 en Álava. Resulta extraordinario que este ingeniero mencionara el cultivo de las variedades por pueblos y destacara ya entonces a Quel como principal núcleo de garnacha en Rioja.

De estas fincas emblemáticas surge Mi Lugar. El Poeta es poco menos de una hectárea situada en la zona de La Geriganza. Es un viñedo viejo en vaso e hincado en tierras muy pobres de arenas y guijarros con algunas arcillas antiguas en profundidad en forma de losetas resquebrajadas por las raíces del viñedo cuando claman por la humedad retenida en el fondo del subsuelo. Uvas que escriben poco pero cada verso es excelente. Un poco más arriba, en otro recodo del camino, La Perdida. La mira y se acaba. Ni dos hectáreas que se presentan además divididas en dos terrazas con un desnivel considerable. Vieja Cañada Real de Quel hacia Soria, la historia reconoce su valía. Aquí la vid es fuerte, para aguantar la gran amplitud térmica entre el día y la noche.

Mi Lugar se sigue ensamblando con las uvas de La Bartola, unos metros más arriba, justo enfrente. Y sin embargo, nada tiene que ver con las parcelas vistas hasta ahora. Cañizales, almendros, cerezos y olivos dan la bienvenida a este viñedo protegido por un viejo guardaviñas. Aquí todo es viejo, salvo el cariño de la familia a este pedazo de tierra trabajado de generación en generación por las gentes de Quel. Las cepas de La Bartola son retorcidas, viejas… transmiten orgullo y poder, adaptadas al paso del tiempo. Los acodos o murgones permiten la viticultura de recuperación para seguir contando vendimia tras vendimia con uvas de La Bartola, que ofrecen color, aroma y finura.

Tras superar 75 metros de desnivel por este precioso lugar se llega hasta El Arenal, al límite de este cultivo en Rioja. Es un tempranillo que sufre más abajo. Pero al límite de su supervivencia pasa el verano profundizando con sus raíces para un vigor determinante en Mi Lugar. Elegancia, longevidad, madurez, acidez equilibrada… el tempranillo, en esta zona de Rioja, ofrece su excelencia más pura cuando la vid trabaja a estas alturas. La última parcela del esamblaje de Mi Lugar es la más alta, la más agreste, la más ventilada. Hoyo Judío, donde casi se toca el cielo en Rioja, para que a continuación la fuerza de la gravedad haga el resto.

Queirón y el peso de la gravedad

Los requisitos de la DOCa Rioja para poder embotellar con la etiqueta de Vino de Pueblo o de Municipio, como Mi Lugar de Queirón, es que la uva proceda exclusivamente del municipio y que la elaboración, crianza y embotellado también se realice en la misma localidad. Cuando nadie quería la finca más altas, porque eran las que más lejos estaban de Quel y por tanto más trabajo y tiempo requerían, Gabriel Pérez, como todo visionario, anduvo el camino contrario, el más complicado y difícil. Pero no hay atajos para su visión vitivinícola. Ni antes ni tampoco ahora. Las viñas más altas, más lejanas, más costosas de trabajar, pero las que estaban ahí por algún motivo. Los antepasados no se equivocaban, conocían el campo, sabían de las plantas, observan a la vid cada día. Lo mismo en bodega. De arriba hacia abajo para hacer vino. Pruebas visibles en el histórico barrio de bodegas de Quel, donde se encuentra Queirón, que respeta el entorno y la tradición de la viticultura queleña.

De arriba hacia abajo. Así la pensó y diseñó Gabriel, porque así ha mamado la viticultura en su pueblo. Queirón es la inspiración que surge del carácter técnico e histórico, para reinterpretar el concepto de la elaboración por gravedad de las bodegas tradicionales queleñas para adaptarlo al siglo XXI. Por eso, la instalación se hunde materialmente en el cerro y se adosa a él de la misma forma que lo hacen las antiguas bodegas, escalonando en diferentes alturas todos los procesos, desde la zona de recepción y selección de la uva en la parte superior, para ir descendiendo paulatinamente a la nave de elaboración, a la de crianza en barricas y hasta el botellero, que ocupa la planta más baja.

El sistema de gravedad hace que la uva sea recibida y seleccionada en la parte superior de la bodega para su inmediata elaboración, cayendo por su propio peso con el fin de evitar violentos y forzados movimientos cuyas consecuencias (estrujado no natural, calentamientos u oxidaciones, entre otros…) son indeseables para lograr la máxima calidad de los vinos. La uva se introduce en unos pequeños envases (llamados comportas en homenaje a los tradicionales recipientes para el traslado de uvas recién vendimiadas), que mediante una grúa se colocan en la cabeza cada depósito de fermentación para introducir la uva.

En el centro de la nave de elaboración existe un torco (nombre de los depósitos de piedra que se colocaban a pie del lagar y donde se recogía el vino) en el que se sitúa otra comporta para descubar el vino y, mediante la grúa, volver a situarla en la parte superior del depósito, y realizar los remontados con la fuerza de la gravedad permitiendo extracciones suaves y homogéneas cada uno de estos procesos. El sombrero se agita y los aromas, pigmentos y fenoles que contiene se distribuyen en el líquido. Se evita por completo el uso de bombas y se conservan aromas que se perderían debido a la fricción provocada por el bombeo.

Todo cambia y evoluciona, salvo el peso de la gravedad y la pasión por un pueblo. Son las dos herramientas de las que se sirve la familia Pérez Cuevas para expresar su visión de la viticultura, fijada a la tierra, a Quel, a esas garnachas y tempranillos que tocan el cielo en Yerga, al límite de la supervivencia de un cultivo, la vid, que aquí tiene su lugar.

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