A casi 900 metros de altitud el fresco de una mañana de julio es más palpable que en plena capital. Aunque será por poco tiempo, porque Lorenzo ha asomado en La Villa de Ocón y sin dar las 10:00 horas en el reloj de la iglesia el calor ya se pega al cuerpo y avisa de que el día será sofocante. Muy distinto al de hace cinco días, cuando una tromba de agua apareció de repente creando ríos con abundante caudal en las calles y golpeando con piedra tejados y huertos.
Huertos como el de Darío, vecino veterano del municipio que ahora, morisca en mano, marca unos surcos mientras ojea cómo han quedado las matas de pepino y alubia verde. «Todo aquello que tenía poca hoja o era más reciente, como las cebollas, lo ha destrozado. Pero los pepinos, por ejemplo también los ha dejado temblando», asegura al tiempo que muestra un pepino totalmente golpeado por la piedra.
Al lado, la tierra todavía está embarrada y con las marcas de los hoyos que dejó el pedrisco. «Ha habido más años de piedra, y más fuertes que este, pero da rabia porque había ya algunas plantas que estaban bien crecidas», asegura el hombre. Las huertas particulares han sido algunos de los cultivos que más daños han sufrido a causa de las tormentas de la última semana dada la delicadeza de este tipo de plantaciones.
«El problema es que si rompe la guía ya es difícil que la planta vuelva a tirar. Ha roto también las cabezas de los tomates y ya veremos si recuperan. Ahora tocará echar sulfato a ver si retoñan y mueven bien», confía Darío mientras se mueve entre las hileras de tomates.
Y a pocos metros se escucha: «¡Eso sí, a la hierba no le tocó nada. Esa ahí sigue intacta!». Es Juli, vecina de huerto de Darío que está arrancando con el azadón esas hierbas que con las lluvias han proliferado. Las matas de fresas que tiene también han salido perjudicadas de las tormentas y «los fresones tan majos que había se los ha cargado casi todos».
Toca resignarse porque «podría haber sido peor». Así que continúan con su entretenimiento de cada mañana y cada tarde, con la caída del sol, durante estos meses de verano para llenar la nevera de casa con el producto más fresco. «Yo ya poco más voy aguantaré aquí en la huerta, que ya se va notando el calor, así que rapidito para casa. Luego a última hora de la tarde bajaré otra vez a plantar unos puerros», planea Darío. Y a esperar que no vuelvan tormentas con tanta fuerza.
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