La Rioja

“No entiendo cómo no siguen saliendo más casos de abusos en Logroño”

Chelo Álvarez-Stehle: “No entiendo cómo no siguen saliendo más casos en Logroño”

Chelo Álvarez-Stehle lleva años sumergida en trabajos ligados a las víctimas de la explotación sexual. Ha viajado por medio mundo como documentalista poniendo voz a innumerables mujeres que han sufrido de una forma u otra abusos sexuales. Testimonios dramáticos que evidencian que ellas siguen siendo las principales víctimas de unos delitos que se repiten por todo el mundo. “No hay raza, no hay condición económica, no hay un patrón que diga quién puede ser una víctima y quién no”.

‘Niñas de hojalata’, que nace de uno de sus reportes sobre la trata en el Himalaya, primero; el cortometraje ‘Sold in América’, después, y la culminación con el largometraje ‘Arenas de silencio’. Este último, además, ha supuesto para ella y para su familia un maremagnum de sentimientos que no han querido esconder y que la logroñesa lleva mostrando desde la presentación del documental allá a donde va.

Chelo nació en 1957 en Logroño, dejó su carrera de Medicina para viajar a Japón con una beca. Allí trabajó como corresponsal para El Mundo. Cuatro años después se mudó a Los Ángeles donde aún vive. Hecha a sí misma, siempre tuvo interés por los temas sociales y los derechos de las mujeres. En el proceso de la creación del documental entendería por qué. Todo ello después de un proceso de interiorización que le permitió saber que ella también había sido una víctima.

Su relación con las víctimas le hizo entender que ella había sido una de ellas. Con la historia de Virginia Isaias comenzó todo. Desgarradora hasta el extremo e impresionante de inicio a fin. “Escapó de Los Ángeles y de su marido porque sufría violencia doméstica y volvió a México. Sufrió una violación, pero aún así decidió tener a su hija. Cuando la niña tenía seis meses, las secuestran mientras Virginia la amamanta en un mercado. Fueron trasladadas al sur de México y las metieron en un lugar con otras mujeres en su misma situación. Fue sometida a múltiples torturas y forzada a prostituirse, pero escapó a los tres meses”, resume. Impactó en el público que conoció la historia y también en Chelo: “Me di cuenta de que yo llevaba algo dentro que no quería admitir”.

Chelo en Bangladesh. Foto: Ellen Bruckle

Entonces comenzó el proceso de introspección con un viaje que la devolvió al Logroño de años atrás. También a unas vacaciones de niña donde intuyó un abuso sexual en su entorno más cercano. Armada de coraje y valentía y rodeada de su familia decidió recuperar el pasado para hablar de unos abusos que el silencio se había encargado de ocultar.

La mayor de siete hermanos de una familia de clase media, muy conocida en la ciudad, se encargó de abrir la caja de pandora y enfrentarse a ella. “Fue hablando con Virginia, que había sufrido tanto, cuando entendí que lo mío también había sido una agresión. Fue entonces cuando entendí que no se trata del nivel o grado de abuso, sino de su impacto y de que la víctima debe liberarse rompiendo el silencio”. No fue fácil. El apoyo de la familia (“me sorprendió para bien la reacción de mis hermanos varones, que conocían bien a mi agresor”) fue fundamental.

En su caso, un sacerdote del colegio del Sagrado Corazón (Jesuitas) al que acudían sus hermanos fue quien se aprovechó de ella. “Aprovechaba su personalidad atractiva, ser un cura moderno, que yo estaba atraída por la Teoría de la Liberación para pasarse de la raya”. Tocamientos, besos robados. “Yo tenía 15 años y el primer beso en la boca fue suyo, esa experiencia me la robó, le gustaba permanecer en el límite, intimidarme siendo sutil para que yo no me percatase, con esa edad, de lo que estaba pasando”.

Logró escribirle una carta, que recoge en el documental. “Había algo inmoral en tu afecto aparentemente inocuo, como cuando me llevabas en tu coche a tomarme un refresco y me apretabas el muslo mientras conducías”, le decía en la misiva. La sorprendió y emocionó su rápida carta de vuelta pidiendo perdón. “Tuvo que haber muchas más a las que les pasase lo mismo que a mí, no entiendo que no sigan saliendo casos en Logroño, porque, como decía el otro día David en NueveCuatroUno, tiene que haber muchas más personas. Algunas me lo han confesado, otras no han querido hablar del tema, pero lo que me pasó a mí con este sacerdote lo tuvieron que vivir otras muchas chicas y mujeres de la época”, asegura.

Chelo Álvarez-Stehle con Virginia Isaias, la protagonista de ‘Arenas de Silencio’

Chelo sigue pendiente de la actualidad riojana a miles de kilómetros de distancia y espera que más personas valientes den el paso de denunciar públicamente lo que paso durante todos esos años. Quiere que alguien pida disculpas por todo lo sufrido. “El perdón sin reparación no es perdón; el que pide perdón debe reparar”.

Celebra que se empiece a hablar de poner fin al celibato de los sacerdotes. “Eso y penalizar a quien hizo tales barbaridades, y sobre todo a la jerarquía eclesiástica que los protegió y que sigue guardando silencio dentro de la institución”.

“Los abusos cometidos por religiosos son muy graves, sobre todo cuando afectan a menores y adolescentes, porque suponen una violación de una relación espiritual que tendría que ser sagrada, se aprovechan de su estatus, manipulan a sus víctimas, les hacen además sentirse culpables…”

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