Visto el resultado de la final del ‘Zapato de Plata’ celebrada hoy en Arnedo, queda claro que al plan de estudios que siguen las escuelas de tauromaquia hay que darle una vuelta. O dos o tres. Tanta chicuelina, tanta tafallera, tanto pase por la espalda, tanto circular y tanta bernadina parecían pedir a gritos una nueva ley en educación taurina. Derogar la ‘LOMLOE’ actual (si no me equivoco, la ‘LOMLOE’ es la ley vigente en materia de educación) por otra norma que prime, por ejemplo, la personalidad de los novilleros. Que cada chaval saque la vena artística que lleve dentro. O que potencie el intentar hacer el toreo fundamental, que se compone de verónicas, naturales y redondos, y con el que el torero somete al toro. O, ya puestos, que inculque esos valores necesarios para que los chavales se impongan a los novillos.
Esta XX final del ‘Zapato de Plata’ ha defraudado un tanto. Y todo porque se han visto seis actuaciones cortadas por el mismo patrón. Por ese patrón de una técnica carente de alma que busca pasajes vistosos, cuando esos pasajes, en realidad, están demasiado vistos. Si nadie lo remedia, el toreo de los próximos años será algo de lo más anodino e insignificante. Un novillero sin picadores tiene que intentar hacer otras muchas cosas. Aunque se equivoque porque lo cierto es que así tampoco acierta.
Cierto es que los erales de Antonio López Gibaja, tan flojos y descastados en conjunto, tampoco han contribuido al lucimiento que se esperaba. No hacía falta ir tan lejos en busca de erales. En Lardero, la familia Lumbreras cría unos novillos con muchas más posibilidades que los lidiados hoy en Arnedo. Y todos lo sabemos de sobra.
Abrió plaza Curro Muñoz, alumno de la Escuela Taurina de Valdemorillo, cuya mejor virtud fue la de dar sitio a sus dos oponentes. La forma de presentar los engaños en los cites no fue muy correcta y, por consiguiente, le faltó ajuste en sus dos trasteos.
La mayor virtud de Samuel Navalón, formado taurinamente en Albacete, fue la de dar los tiempos precisos a su primer oponente. También el tacto y la suavidad necesaria en el inicio del trasteo, pero pronto optó por los circulares y bernardinas, pese a que el de López Gibaja siempre se desplazó rebrincado. El inicio a dos manos de Navalón fue lo mejor de su segunda actuación. Luego, el valenciano no terminó de sujetar a su enemigo más allá del tercio. Otro arrimón, que ya venía a ser el quinto.
Otro novillo de embestida rebrincada y desordenada fue el tercero, que, para colmo, se acalambró cuando Cristiano Torres se abría de capa. El novillero de Zaragoza, pero formado en Salamanca, inició su trasteo de rodillas en el centro y, en ocasiones, se mostró solvente y capaz. Se le adivinó su sentido del temple, pero pronto optó por los manidos recursos de los circulares, bernadinas y demás familia. Como en el sexto, que sólo intentó una serie con la mano izquierda, que además resultó tropezada, para volver a los recursos demasiado pronto. Y eso que antes, con la derecha, consiguió series largas, ligadas y templadas; sin muchas apreturas. Hizo lo mejor de la tarde con el capote.
Hubo un tiempo en que en las escuelas taurinas se enseñaban (o se aprendían) otras cosas. Como la picaresca de un subalterno, ya veterano, que tuvo retenido en el sexto un buen rato al tiro de mulillas a ver si ‘caía’ la segunda oreja. En fin.
Plaza de toros de Arnedo. Dos tercios de plaza. 6 erales de D. Antonio López Gibaja, el segundo lidiado como sobrero, desiguales de presentación, flojos y descastados en conjunto. Exigente resultó el primero y el de mejor juego fue el sexto.
Curro Muñoz: saludos tras aviso y silencio tras aviso.
Samuel Navalón: oreja y silencio.
Curro Torres: dos orejas y oreja.
Sigue el canal de WhatsApp de NueveCuatroUno y recibe las noticias más importantes de La Rioja.