La Rioja

Charoan y sus muñecos: “Dicen que estoy de atar, pero bendita locura”

‘Buenos días, ¿se puede?’. Algunas caras te dan la bienvenida, con otras, hay que pensárselo dos veces. “Pasa pasa. Hasta el fondo”, se escucha a lo lejos. Es Charo Anguiano, más conocida por ‘Charoan’. Un paso al frente y comienza un viaje infinito por la infancia.

Miles de muñecas acompañan el camino. Para ser un poquito más exactos, en torno a las 4.000, aunque ni Charoan puede concretar una cifra. Terminando el pasillo allí está ella, cepillo en mano y recolocando, como se puede, un caos cuidadosamente ordenado en la calle Rodríguez Paterna de Logroño.

Esta, -ahora-, coleccionista de muñecas, abrió en Logroño la primera academia de peluquería y estética que existía años ha en La Rioja. Después de siete peluquerías repartidas por la ciudad, varios premios nacionales e internacionales, y el orgullo de ser la primera ‘FP’ del sector en la comunidad, Charoan se retiró para ceder el testigo a su hijo. Y aquí empezó todo. Ahora sí que podría decirse eso de ‘Érase una vez…’.

“Cuando era pequeña mi padre me regaló una muñeca que aún hoy sigo recordando. Ahí comenzó mi amor por las muñecas. Cuando venían las niñas a peinarse a la peluquería para su Primera Comunión compraba muñecas para regalárselas y así empecé a coleccionar algunas”. Pero por aquel entonces, Charoan recuerda que se levantaba a las 6 de la mañana y terminaba de trabajar a las 10 de la noche, “así que no tenía tiempo para las muñecas”.

Llegó la jubilación y, “como parece que desentonas en todos los sitios”, se dedicó a darles una segunda vida a muñecas que compraba en mercadillos, se encontraba o le daba la gente. “Aquí hay muñecas de todas las épocas y cada una de ellas tiene una historia. Eso no se puede perder”.

El proceso es sencillo. Cuando una muñeca llega a sus manos -Charoan sigue comprando, pero la mayor parte de las que va recopilando son de gente que, antes de tirarlas, se las da-, la desinfecta, la estudia de arriba a abajo y, ¡a trabajar! Una minuciosa labor que se alarga hasta las 7 horas por muñeca. “Es muy laborioso. Esto te tiene que gustar. Como todos los oficios”.

En una mesa auxiliar muy cerca de otra que sostiene la máquina de coser donde Charoan confecciona miles de vestidos con trozos de cortinas, ropa vieja e incluso vestidos de comunión y novia que le han dado, seis muñecas esperan su turno. Dos de ellas se sostienen dentro de sendos tarros de conserva, las otras ‘mantienen’ el equilibrio apoyadas entre sí, y un detalle que no podía faltar: una pinza de peluquería alisa el pelo de la que pronto será una nueva muñeca. “Ahora les peino, les paso las planchas, les echo mascarilla…”, y es que en algo se tenía que notar la maña de Charoan con el peine.

Mariquita Pérez y su hermano pequeño, Juanín, Pepa, Nancy, Baby feber, barriguitas, Barbie… no falta ninguna en las estanterías que Charoan va improvisando en un local de su propiedad a la espera de que las administraciones reconozcan su labor y le ayuden a exponerlas en un Museo. “Compré este espacio para ellas. Los hijos me dicen que estoy de atar, pero les digo, viva la locura. Mi sueño es poner el Museo de la Muñeca para que no desaparezca todo este trabajo y los amantes de las muñecas, como yo, puedan seguir disfrutando de ellas. Que sea algo representativo de La Rioja”.

El muñeco más antiguo del que presume Charoan de es 1840. “Un señor me lo trajo de Alemania. Había pertenecido a su bisabuela, luego lo tuvo su abuela, que se lo pasó a su madre y después él. Lo adecenté y le puse un faldón que yo misma cosí”. Actualmente, es uno de los primeros que ‘te saludan’ nada más cruzar la puerta del local al que, por cierto, “entran muchos turistas para sacarse fotos”.

No falta detalle, ni por la ropa con la que visten las muñecas ni los complementos que les acompañan: cunas, cohecitos, sillas hechas por la propia Charoan con pinzas de tender, gafas, incluso juegos de té y cestas con mini barras de pan y minis huevos fritos que ella misma hace. La ‘mayor’ de la casa mide 1,10 centímetros y llegó desde Estados Unidos y el más pequeño 3 centímetros. Pero cuando a Charoan le preguntan cuál es su preferida, la duda se hace presente. “Casi todas tiene algo que contar. Por ejemplo, esta era de una chica que murió de cáncer y siempre la llevaba con ella. Su hermano me la trajo”. Otras historias son algo más escalofriantes, como la de una muñeca que ya impresiona verla, con una mirada penetrante y una tez pálida de porcelana. “A esta la trajo una familia porque decía que se les aparecía en casa”. Por suerte, Charoan no ha experimentado lo mismo.

Y es que esto es lo que le gusta a esta coleccionista convencida: que todas las piezas que ‘viven’ en ese local significan algo. “No quiero hacer negocio de esto, de hecho no están a la venta. Solo quiero que se reconozca el trabajo que hay detrás y que la gente disfrute de esta maravilla”. Porque aunque parezca una locura, cuando estás frente a toda esta colección, te falta el tiempo para descubrir cada uno de los secretos que el viejo local de Rodriguez Paterna esconde.

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