La Rioja

Hornos de Moncalvillo o cómo recuperar la tradición perdida

No hay datos fehacientes de cuándo los vecinos de Hornos de Moncalvillo comenzaron a danzar en honor a su patrón San Cristóbal. De lo que sí se tienen datos es de que en 1931, con la llegada de la República, se prohibieron los festejos religiosos fuera de las iglesias salvo autorización del Gobernador y siempre y cuando fueran en honor al patrón. Al no poder tocar las campanas y ante la falta solemnidad, los vecinos dejaron de danzar.

Finalizada la guerra, un grupo de ocho hombres vestidos de blanco con fajín y pañuelo rojo recuperan las danzas, acompañados del repique de campanas y la música dulzainera de la familia Abeytua. Con el paso de los años, los danzadores se fueron haciendo mayores y por motivos personales fueron dando paso a los más jóvenes del pueblo. Cada vez eran menos los que querían continuar con la tradición y el baile se terminó perdiendo durante las fiestas. No había hombres que quisieran seguir con la tradición.

Fue con la llegada de la democracia y gracias al empecinamiento de Cristóbal Mayoral y posteriormente de Ciriaco Pascual, cuando se buscó una solución: convertir la danza que hasta entonces estaba sólo pensada para los hombres en una danza mixta. Así enseñaron a ocho jóvenes (entre ellos cinco mujeres) el tradicional baile. Lourdes, Mª Blanca, Roberto, José Manuel, Mª Jesús “Chus”, Maruja, Esther y Rafita fueron los primeros en recuperar la tradición perdida.

Muy a pesar de las, sobretodo, voces masculinas, que decían “que las danzas no eran cosas de mujeres”, “que ellas se debían dedicar a otras cosas”, “que era tradición de hombre…”, se mantuvieron los ensayos y salió la danza adelante, teniendo muy buena acogida por parte de los habitantes y visitantes.

Al desconocer la aceptación que tendría este primer año, se pidió a la conocida por aquel entonces como ‘Sección Femenina’ unos trajes para poder bailar las chicas y les dejaron unos trajes blancos típicos de las danzas de Logroño.

Al año siguiente, también de prestado, cambiaron la falda blanca por las rojas y verdes. Y ya dado que la acogida fue cada vez mayor por parte de los ahumados, el Ayuntamiento compró los trajes para que las chicas pudieran danzar, pasando a usar el traje típico riojano (camisa negra, falda roja o verde, alpargatas negras con cintas negras,…).

Hacia el año 1994, era tal la acogida que tenían las danzas que el grupo cada vez fue creciendo y se inició en él un gran número de jóvenes, algunos que, con tan solo ocho años, querían mantener viva la tradición varias veces perdida y que perdura hasta hoy, llegando a formar un grupo de casi 30 danzadores.

Al crecer tanto el grupo de deseosos danzadores hubo que improvisar unos pequeños pero bonitos cambios. Tras dar la vuelta al pueblo en procesión desde la Iglesia, Calle Mayor, Carretera Daroca, Travesía de la Fuente, Cuesta del Herrero, Calle Mayor y de nuevo a la Iglesia, los pequeños son quienes abren camino y les hacen un pequeño pasillo para que pasen los mayores, San Cristóbal y el resto del pueblo.

La danza la componen dos partes, la vuelta al pueblo con las castañuelas sonando al ritmo de los músicos de Navarrete y las campanas de la iglesia replicando, la misa y posteriormente los troqueados con los palos en el que sólo participan los más veteranos (hombres y mujeres), mientras se venden los números para la rosca que se sortea el domingo, otra tradición que se mantiene desde antes de 1886.

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