La Rioja

Sobrevivir a una clase de autoescuela; un día lleno de bocinazos

Los profesores de autoescuela se enfrentan cada día a la crispación y los bocinazos de los conductores

Nueve de la mañana. Eduardo y dos alumnas comienzan la jornada. Una de ellas coloca el espejo retrovisor, se pone el cinturón de seguridad y con el pie un poco tembloroso mete primera e inicia su clase de conducción. Hace frío fuera y son pocos los peatones que se encuentran por la calle. La mañana está tranquila. No siempre es así. Dar una clase con ellos dentro del coche supone comprobar decenas de situaciones  en las que el coche de una autoescuela es increpado por el resto de conductores.

Eduardo va dándole instrucciones mientras va contando las últimas anécdotas a bordo de su coche de autoescuela. “La mayoría de la gente tiene empatía, pero hay muchos que pierden los nervios cuando tienen delante un coche de autoescuela, parece que pocos se acuerdan que pasaron también por la misma situación”. Él daba clases hasta hace unos años en Tudela (Navarra). Allí la situación aún era más caótica que en Calahorra, donde las imparte ahora. “Hay ciudades que están más enfocadas al peatón pero en algunas es un auténtico caos dar una clase de conducir”, asegura.

Los bocinazos son habituales en su día a día. “Las prisas de la gente hacen que se olviden que son chavales que están aprendiendo, que hay que tener un poco de paciencia”, cuenta mientras enristra los problemas fundamentales con los que se encuentran a diario.

La mayoría de los problemas se dan en las intersecciones. Hace unos días, en una sola jornada de trabajo, vio cómo en tres ocasiones casi se provoca un accidente por el afán de adelantar a los coches de autoescuela. “Pones el intermitente para girar a la izquierda en una intersección, el chaval frena para ver si vienen coches en sentido contrario, y en plena línea continúa el que viene detrás te adelanta. Si por lo que sea, en ese momento, el alumno arranca para girar ya tienes accidente preparado”, describe.

Ese mismo ejemplo lo vivió una de las chicas que está ahora dando su clase. “El susto fue enorme, me temblaban las piernas, tuve que pedirle al profesor que siguiese conduciendo él. Menos mal que llevaba ya varias clases porque si me toca en la primera no sé si me vuelvo a montar en el coche”, reconoce. Lo peor es que se provocan tensiones innecesarias en la conducción. “Incluso hay veces que bajan la ventanilla e increpan a los chavales”.

Los giros a la izquierda suelen provocar este tipo de situaciones, pero también los momentos a la hora de aparcar. “Paras, indicas que vas a aparcar, empiezas a coger las referencias y como el que vaya detrás tenga un poco de prisa ya te están pitando; los chavales se ponen nerviosos y entonces es cuando no hay forma de aparcar”, relata mientras le recuerda a la joven que en el stop hay que hacer dos paradas si no hay visibilidad suficiente. “Esta es otra de las situaciones en las que solemos tener problemas”, pues recuerda que más de una vez les han impactado por detrás.

“Los chavales van a la velocidad que hay que ir en los municipios que no olvidemos que es a 30 kilómetros por hora, pero la gente no está acostumbraba y se desespera”, añade Eduardo mientras va relatando los sucesos más habituales donde la gente no respeta a estos coches. “Si esto pasa en una clase, se queda en un susto; pero si es en un examen, puede suponer un suspenso”, cuenta.

La utilización de los móviles por la calle también suponen situaciones complicadas. “La gente va mirando el móvil y es imposible saber si van a cruzar o no el paso de zebra”, cuenta este profesor, que cada vez se encuentra más con este tipo de complicaciones al volante: “Los chavales van pendientes del semáforo pero ahora también de esas personas que cruzan de forma temeraria mientras miran el teléfono”.

Aperturas de puertas de coches aparcados en el momento más inesperado, querer salir de una rotonda cuando el coche de la autoescuela va en el carril externo o la doble parada ante un stop en el que no hay suficiente visibilidad son otros de los momentos complicados que viven a diario.

Los problemas se quedarían sólo en sustos si no fuese por la crispación de algunos conductores. “Lo peor es que muchos de ellos además te increpan, te dicen que no sabes enseñarles, o lo que es peor, se meten incluso con los chavales”, detalla pidiendo un poco más de respeto hacia su trabajo y hacia las clases de los alumnos.

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