El Rioja

Mucho vino y poco vidrio: las bodegas de Rioja, “tensionadas”

Cuando el sector vinícola ya avanzaba con paso ágil por la senda de la recuperación y veía muy próxima la vuelta a aquellos tiempos prepandemia, llegó la inflación y, seguido, la invasión rusa en Ucrania. “Asistimos con preocupación a una tormenta perfecta”, lamentan desde la Federación Española del Vino, “entre la escalada de precios de la energía y el material auxiliar y la reciente huelga de transportes en España”.

Pero es el abastecimiento de vidrio uno de los principales quebraderos de cabeza de muchas bodegas que desde finales del año pasado les mantiene alerta con sus niveles de stock y en constante comunicación con sus proveedores. La rápida reactivación de la demanda de vidrio pilló por sorpresa a los hornos tras un periodo trabajando a fuego lento, así que muchas empresas se toparon con las puertas cerradas y sin saber cuándo volverían a abrirse. Pero el problema, lejos de solventarse, se ha agravado meses después.

Aunque las bodegas todavía no están con la soga al cuello, son muchas las que palpan los problemas en el suministro de botellas. Un asunto, opinan desde Valdemar, que viene motivado “por las propias bodegas, por culpa del acaparamiento, ya que el aumento de las ventas de vino no se corresponde con la carestía actual de vidrio”. Por eso aplaude que las empresas proveedoras estén sirviendo el vidrio en función de los pedidos de años anteriores para evitar esa actitud.

“Nos están sirviendo con cierta regularidad el vidrio normal, es decir, las botellas de tipo más estándar, pero cuando hablamos de vidrios especiales y pesados, creo que en ese caso directamente no se está fabricando y, por tanto, no se está suministrando”, apunta su responsable de ventas.

A día de hoy, Valdemar está embotellando sin problemas, “pero a medio plazo, si no se nos sigue suministrando el vidrio, podríamos empezar a tener dificultades”. Por suerte, esta empresa con actitud previsora ya hizo su tradicional previsión de stocks a meses vista, y no solo de vidrio, sino también de cartón y corchos.

Para la familia de Luis Cañas el problema no es tanto la falta de vidrio, sino los precios que ha adquirido este. “Las bodegas están tensionadas ante una situación que no hace más que empeorar y sabemos de algunas que se plantean no embotellar porque el sobrecoste que les supone, a veces de un 20 por ciento, no les es rentable si esos vinos van a parar a ciertos mercados. Algo que ocurre sobre todo en aquellas bodegas que manejen precios muy ajustados”, señala el director técnico de la bodega de Villabuena de Álava, Fidel Fernádez.

Con una comercialización de 2,5 millones de botellas anuales entre las firmas de Luis Cañas y Amaren, Fernández insiste en que sus vinos, crianzas y reservas mayormente, requieren de un tipo de botellas que no pueden sustituirse por otras, así que prefiere pagar un sobrecoste: “No puedo retrasar un año el embotellado porque necesito que ese vino pase un tiempo en botella antes de salir al mercado”.

A comienzos de año sí aplicaron una ligera subida de entre un 4 y un 7 por ciento al precio de venta de sus botellas, pero nadie esperaba este encarecimiento generalizado de las materias primas. “Si la guerra continúa y no somos capaces de moderar la escalada de precios, lo vamos a pasar muy mal todos porque el poder adquisitivo de la sociedad se está resintiendo. Además, para nosotros lo más importantes es el precio de la uva, que los viticultores (la base de la piramide) puedan cobrarla dignamente, porque eso se repercute luego en la calidad del producto. Toca porteger al sector en estos momentos, de principio a fin”, remarca el director técnico.

En el almacén de Ortega Ezquerro en Tudelilla también tienen botellas, “y de sobra”. Afortunadamente, se aprovisionaron de mercancía en diciembre, pero reconoce que falta volumen de vidrio, sobre todo de referencias especiales como las botellas ‘magnum’, aunque en su caso llevan tiempo trabajando en unificar todas sus referencias a los formatos más estándares para evitar estas situaciones a la vez que reducen el peso del vidrio y la consecuente la huella de carbono.

Pero aún así esto avanza a ralentí. “No se sirve todo lo que se pide”, señala su enólogo, David Bastida, que está a la espera de recibir un palé de botellas y dar salida a un pedido ya embotellado, “porque con el paro de los transportistas se ha frenado todo y los plazos se están prolongando mucho”. Además, ese flujo de ventas que indicaba alegría en el consumidor tras casi dos años de movimientos irregulares, ha vuelto a ralentizarse.

Esta misma semana les comunicaban una nueva subida del precio del vidrio y es que el progresivo encarecimiento ha llegado hasta niveles abrumadores. “Calculamos que desde comienzos de año habrá subido entre un 50 y un 60 por ciento, dependiendo de las vidrieras y de los propios modelos de botellas”. Hace pocas semanas también les revisaron al alza el precio de las cajas de carton (se ha disparado un 22 por ciento) y las cápsulas (un 25 por ciento).

Unos costes que la bodega de Rioja Oriental ha tenido que reflejar en una ligera subida del precio de venta a distribución, “pero es casi imposible repercutir en más de un cinco por ciento ese incremento de los precios de las materias primas en el mercado porque el cliente no lo admitiría”. Un esfuerzo que este año han asumido las bodegas, aclara Bastida, gracias al precio al que se han pagado las uvas (que en Rioja ha rondado en torno a 60 céntimos el kilo): “El agricultor únicamente ha cubierto costes y nosotros hemos podido respirar un poco, pero si la uva se hubiera pagado a un euro esto hubiera sido una escabechina. Y está por ver lo que ocurrirá esta campaña porque, o viene pedrisco o granizo, o tendremos uva barata otra vez”.

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