La Rioja

La odisea de Marcos Medel: un viaje por amor y una huida por la guerra

Un viaje por amor y una huida por la guerra

El calagurritano Marcos Medel vive estos días algo más parecido a lo que puede ver desde su sofá en una película de Netflix que a la realidad. Sin embargo, la invasión por parte de Rusia a Ucrania le ha hecho vivir una odisea que le será difícil olvidar. Todo empezó hace unas semanas cuando empezó a escuchar las intenciones del gobierno de Vladimir Putin.

Llegó a Ucrania hace casi tres años. Su compañero de piso y mejor amigo en España estaba casado con una ucraniana. Él conoció a una amiga. Surgió el amor. Como el trabajo de Marcos -diseñador gráfico y animador en una empresa de Reino Unido- se lo permitía, se trasladó al país para teletrabajar. Hace un año se casaron. Después de vivir en diferentes apartamentos, ahora habían encontrado uno en Odesa que habían reformado a su gusto. Pero todo se iba a empezar a torcer hace unas semanas.

“Se empezó a avisar a los extranjeros para que dejáramos el país hace unas semanas, pero ya se sabía que había un conflicto con Rusia desde hace tiempo”, cuenta. Su mujer y muchos amigos ucranianos le habían contado que el conflicto llevaba latente desde hace ocho años y que nunca había pasado nada. Aún así, estaban preparados. “Con una mochila con lo necesario por si acaso había que salir a toda velocidad”. Antes de que estallara la guerra tenían billetes y hotel para ir a Atenas, quizás pensando que el conflicto, si lo había, podía durar unos días. Al día siguiente estalló todo y ya no pudieron volar.

“Vimos que Estados Unidos había dicho a sus ciudadanos que saliesen del país. También otros países. Después Pedro Sanchez aconsejó -remarca el verbo aconsejar- que volviésemos a España, pero la embajada nunca se puso en contacto conmigo”, asegura.

El jueves pasado todo cambió radicalmente. “A eso de las cuatro de la mañana empezamos a recibir mensajes de muchos amigos ucranianos y familiares contándonos lo que estaba pasando en otras zonas. Hicimos las maletas con todo lo necesario para no volver a ese apartamento y nos fuimos al edificio donde trabaja mi mujer. Tiene una planta subterránea y era un lugar seguro en caso de bombardeos”. Allí estuvieron dos días.

La experiencia con la embajada española ha sido nefasta. “El primer día llamé y me dijeron que las fronteras ya estaban cerradas”. Le pidieron entonces que dejase su contacto, que ellos se pondrían en contacto con él. “Volví a llamar. Me dijeron que toda la capacidad operativa estaba en Kiev, que el último convoy había salido ya con el personal de la embajada y cien españoles más hacia la frontera de Polonia”.

Todo lo que recibió de ellos fueron, de nuevo, recomendaciones. “Me dijeron que permaneciese en un lugar seguro hasta que las cosas se tranquilizasen y pudiésemos viajar seguros, que me llamarían entonces. Nos recomendaron viajar por nuestros propios medios cuando ellos ya estaban camino de Polonia”, comenta con un tono de indignación que es más que evidente.

Si alguien les hubiese llamado, posiblemente hubiesen decidido salir antes. “Antes de que empezase la guerra ya lo habíamos hablado. Era una faena porque llevábamos muchos meses intentando buscar un piso decente y justo, cuando lo habíamos encontrado y lo habíamos reformado, nos teníamos que ir. Nos daba pena por muchos motivos. Hay que tener en cuenta que además Diana tiene familiares en el país que están atrapados”.

La salida no fue fácil. Ellos no tenían coche. “El jefe de mi mujer nos dejó su segundo coche para poder viajar a Moldavia. El camino fue tranquilo. Vimos tropas ucranianas, pero ninguna rusa”. Una buena noticia cada kilómetro que iban avanzando. En su coche no iban solos. “A través de un grupo de Telegram ofrecimos las plazas que nos quedaban libres en el coche”. El viaje lo hicieron con una madre y dos niños. “No nos encontramos mucho tráfico y el viaje fue tranquilo”. A pesar de la tensión de encontrarse con alguna “sorpresa por el camino”. El móvil fue su mejor aliado. Por allí se enteraban de como iban adentrándose en el país los rusos.

El momento más complicado fue al llegar a la frontera. “Estuvimos casi diez horas parados porque había un atasco importante, pero no tuvimos problemas para salir”. Aún así, en la frontera de Moldavia, él tuvo que hacerse una prueba de antígenos porque está sin vacunar. Por eso tuvieron que esperar dos horas mas.

Eran ya las dos de la mañana y aún les quedaban otras dos horas y media para llegar a Chisinau, donde se encuentran ahora. “Nos han dejado un local unos amigos de Diana para que podamos pasar aquí unos días hasta salir para España”, cuenta. La intención es llamar a la embajada española en ese país. “De primeras ya no espero nada de ellos”.

Han sido días duros. Cada minuto, pendiente de las noticias que llegaban desde diferentes puntos del país con la angustia de no saber si la familia de Diana se encuentra bien. “Hay grupos con noticias al minuto. Avisan de dónde va a haber un bombardeo para que la gente tenga tiempo suficiente para ir a los sótanos. Hemos escuchado tiros y explosiones. Los días que estuvimos en el sótano de la empresa de mi mujer protegimos las ventanas con colchones por si había bombardeos”, va detallando poco a poco.

Confirma así que para ellos lo peor de esos días fue “estar con ese miedo de saber que en algún momento teníamos que plantearnos salir por nuestra cuenta porque lo que estaba claro es que el gobierno español no iba a ayudarnos. Nos daba miedo la carretera, pasamos muchos nervios”.

De momento, su próximo destino es España. “Hicimos las maletas para no volver, aunque allí se ha quedado mucha ropa, utensilios y nuestras mesas. Son cosas prescindibles. De momento, tenemos todo lo necesario para empezar una nueva vida donde sea”. Así, vuelven a España sin intención de volver de momento a Ucrania pase lo que pase.

“Al menos estaremos en España un año”, adelanta. Él podrá seguir trabajando sin problema. “Mientras tenga un ordenador e internet, puedo trabajar en cualquier sitio”. A Diana, su mujer, también le permiten teletrabajar desde nuestro país.

La guerra les ha provocado buscarse una nueva vida lejos de la que ellos habían elegido, pero aún así se sienten afortunados. Muchos amigos y familiares siguen atrapados en un país en el que la incertidumbre de los tiroteos y los misiles son el pan nuestro de cada día. “Es muy injusto lo que está pasando. Muy cruel. Propio de un tirano”, concluye.

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