El Rioja

Una salida para los viejos viñedos de San Vicente sin relevo generacional

Foto: Bodegas Sonsierra

Se aferran con afán a lo que durante décadas ha sido su sustento, pero también su pasión, lugares en los que han visto millones de amaneceres y atardeceres rodeados, muchas veces sin saberlo, de auténticos tesoros naturales. Pero los años corren sin piedad y solo queda buscar una solución para que ese patrimonio vitícola que un día los antecesores pusieron en sus manos con confianza no se cubra de maleza.

En la villa de San Vicente de la Sonsierra el monocultivo de la vid ha acompañado desde siglos a sus moradores, que llevan en la sangre el vino de Rioja que nace al otro lado del Ebro, sobre pequeñas parcelas y de cepas que, en muchos casos y como les ocurre a sus propietarios, ya superan la edad de jubilación. ¿Qué futuro les depara a estos viñedos cuando las manos arrugadas que siempre los han mimado comiencen a evaporarse y no aparezcan otras nuevas por el horizonte? Este dilema fue la preocupación de muchos viticultores del municipio hasta hace tres años, cuando la cooperativa Bodegas Sonsierra abordó el problema y creó un servicio de arrendamiento y cuidado de estas fincas que no contaban con relevo generacional.

Foto: Bodegas Sonsierra

La iniciativa pretende dar servicio a aquellos propietarios de avanzada edad que no quieren despojarse de sus viñas, pero tampoco que se queden abandonadas. «Sin embargo, en su mayoría, son viñas pequeñas, ubicadas en terrazas y a veces de difícil acceso, por lo que resultan poco atractivas para posibles arrendatarios. Por eso la cooperativa crea unos contratos de arrendamiento de cinco años mínimo y con opción a compra, además de prestar trabajos culturales de campaña, como poda o espergura. Es decir, nos encargamos de todo el control productivo», apunta Félix Mato, presidente de la bodega y promotor de esta idea.

Ya son una decena los viticultores del municipio, que en total han aportado más de 50 hectáreas, los que han confiado en esta propuesta, «única en la Denominación», que se presenta como una salida para evitar que joyas vitícolas de gran potencial se echen a perder solo porque no hay manos que las trabajen. Son los propios socios de la cooperativa quienes se encargan de trabajar esta tierra, agricultores con experiencia y medios para la gestión de viñedos al vaso que a su vez no tienen gran carga de trabajo y se pueden hacer cargo de estas fincas.

Félix Mato, presidente de Bodegas Sonsierra.

«Los primeros en unirse hace tres años fueron dos socios, uno recién jubilado y soltero y otro con muchos años que ya no podía seguir yendo a la viña. Fuimos un alivio para ellos y para las ocho hectáreas que arrendaron. En el último año, además, se han unido dos viticultores más del pueblo que no son socios de la cooperativa, pero este servicio está abierto a todos», recuerda Mato al tiempo que reconoce los años y el esfuerzo que le ha costado impulsar y desarrollar el proyecto. «Ahora que muchos ven cerca su jubilación o son demasiado mayores para continuar en el campo, valoran muy positivamente esta alternativa».

Por no hablar de las dificultades que rodean al mercado de venta de tierra. “Sobre todo si hablamos de viña. Tal y como están ahora las reglas, si se quiere plantar viña en una finca propia no basta con comprar el derecho de plantación, sino que la Administración exige comprar el derecho y la finca. Pero a veces esos intereses no van ligados y hay que tener en cuenta que el agricultor no tiene costumbre de vender. Aquí las únicas tierras que se ponen a la venta son parcelas en laderas que no aportan apenas rentabilidad, aunque sí tienen valor vitivinícola. Así que se presenta un grave problema porque esto degenera en el abandono de estas viñas, abundantes en el municipio, ya que su propietario sí vendería el papel, pero el terreno no es llamativo para un posible comprador”.

El presidente de Bodegas Sonsierra insiste en la necesidad de que se mantenga ese mar de viñas tan característico de esta cuna del Rioja abrazada por la Sierra Cantabria. “Queremos mirar a la viñas y seguir viendo historia y patrimonio de un pueblo que no quiere dejar perder su belleza y su signo de identidad, porque lo que hay en San Vicente es único, nada parecido a la tierra del otro lado del Ebro. Aquí el terreno está quebrado por los diferentes barrancos y la tierra no es tan fresca como en otras zonas por lo que toca labrar mucho para mantener esa humedad, así que las cubiertas vegetales que dejan en otros sitios son inviables. Todas sus peculiaridades son entendidas por nuestros socios viticultores que llevan décadas al servicio de estas cepas y por eso son los perfectos encargados de mantenerlas en funcionamiento”, recalca.

Foto: Bodegas Sonsierra

Cuando Mato puso un pie en la cooperativa hace 36 años lo hizo con una clara ambición: renovar la estructura y el funcionamiento de una cooperativa «obsoleta» que estaba abocada a hundirse en los próximos años. «Había que convertirla en una bodega que se alejase de esa dependencia de la venta de graneles y apostase por primar la calidad y, por tanto, pagarla como se merecía a sus productores». Ahora, con 64 y a punto de dejar la presidencia, observa cómo Bodegas Sonsierra se cuelga a la espalada varios éxitos que dejan huella en la tierra con nombre de vino, como el reconocimiento del Master of Wine Tim Atkin a «Cooperativa del año» en 2021 o el lanzamiento de Viñedos de Sonsierra, su creación más especial donde aglutina hasta nueve ‘Viñedos Singulares’ certificados, que juntos no suman más de cinco hectáreas, pero cuya edad supera los 75 años en todas las parcelas. Oro puro embotellado.

Confía en que este proyecto coja fuerza y amplíe dimensiones en los próximos años, pero la falta de relevo generación, evidente en cada uno de los sectores agrarios, le genera una “gran preocupación”. Mato es consciente de que el valor de esas uvas procedentes de viñas viejas que siguen cuidando recae luego en la calidad de sus vinos. “El problema es que no hay agricultores suficientes. Mi generación cogió el relevo de nuestros padres, pero nuestros hijos, en la mayoría de casos, han cogido otro camino lejos de la tierra. Muchos incluso no han pisado el campo en su vida a pesar de tener un padre agricultor”, lamenta. “Así que oportunidades como las que damos con este servicio suponen una salida necesaria. Eso sí, ojalá las administraciones se implicasen más en estos problemas extremos del campo”.

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