Gastronomía

Muchachita Pastelería, endulzando paladares desde la cocina de la abuela

Una vez cruzas el umbral del número 69 de la calle Portales de Logroño se sienten los aires de cocina antigua, de esas artesanas de la abuela con una decoración acogedora que invita a avanzar y a buscar con la mirada detalles que la hacen especial. Hace 13 años llegó a la capital riojana una joven desde la otra punta de la península para cumplir, sin saberlo, un sueño que llevaría por nombre Muchachita Pastelería en homenaje a aquella infancia pasada en su pueblo murciano.

El pasado 21 de noviembre el negocio celebró sus ocho años de vida después de subir cimas pero también descender por valles. “No ha sido un recorrido fácil, sobre todo los primeros años, trabajando 13 o 14 horas diarias para levantar este negocio, pero tenía claro lo que quería conseguir y no frené”, recuerda esta delineante de formación a la que la repostería le ha acompañado desde siempre como pasión. Pero echa la vista atrás y Ana siente que fue hace seis años cuando el proyecto adquirió un carácter más personal: “Justo en un momento complicado para mí, en el que valoraba el continuar o no con la empresa, apareció Aser, que desde el principio se convirtió en el mayor apoyo para mí. Tanto que llegó a convertirse en mi socio y en parte de la familia de Muchachita”.

Un tándem que funciona a la perfección con Aser Olarte, formado en Pastelería y Restauración, en la cocina de zona caliente, gestionando todo el tema de horneados, y Ana en su zona de frío, encargada de la elaboración de las cremas y las decoraciones. “Procuramos no pisarnos el uno al otro y por eso nos distribuimos el trabajo, pero a la vez somos imprescindibles el uno para el otro. Hemos creado un entorno tan agradable en la pastelería que es un placer trabajar así”, remarca la pastelera.

Sino que se lo digan a sus clientes que no pierden ocasión para pasarse por el centro logroñés y hacer parada en Muchachita. Aunque estos reposteros se ganaron la fama en un primer momento con los ‘cupcakes’, la dulce carta ha ido expandiéndose hasta aglutinar un repertorio de postres que altera los sentidos. Como las tartas que reposan sobre los mostradores, con decoraciones de mil y una temáticas diferentes, diseñadas para cada ocasión y para cada gusto. “Porque para comprar un producto industrial ya están los supermercados. Aquí creamos personalidad y eso no lo vamos a perder”, remarca.

O los panettones, cuya campaña se prolonga desde el 31 de octubre hasta abril y se hacen “de una forma muy rudimentaria y artesanal, llevando la masa al calor de los hornos, como hacían nuestras abuelas, para así conseguir un acabado tradicional, jugoso y tierno”. Otro dulce top en la lista son las ‘carrot cake’, las tartas de zanahoria con nueces y especias, “de lo más especial de la pastelería porque se reconoce hasta en restaurantes en los que se venden”. Por no hablar de los roscones de Reyes: “Solo los hacemos durante el día 5 de madrugada y llegando a la cantidad que nos da tiempo porque queremos que se los lleven lo más recientes posible para conservar toda su jugosidad”.

En este obrador de apenas 60 metros cuadrados este equipo de reposteros da forma a un arte dulce con las puertas de par en par, porque desde fuera se puede ver cómo amasan su pasión para convertirla en emoción para su clientela, porque todos los productos mantienen la filosofía “hecho en casa”, pero desde las manos de Aser y Ana. La exclusividad hecha placer.

“Desde el principio contamos con un público fiel que se ha ido enamorando de nuestro género desde el primer momento que ha probado las creaciones. Aunque emprender, en cualquier sector, es una tarea complicada, creo que si el producto que ofreces es único tienes gran parte del camino hecho. En nuestro caso, la autenticidad y la naturalidad de nuestras materias primas son la clave del éxito. Apostamos por la artesanía desde el paso uno, con productos de calidad, para luego decorar los dulces con mucho color y coberturas diferentes. Usamos huevos de granjas camperas de La Rioja, mantequilla belga y elaboramos nuestra propia mermelada casera con moras que compramos y congelamos para usarlas todo el año. El cuidado de los ingredientes es la base de todo nuestro trabajo, de ahí que no nos vean como una pastelería tradicional al uso, pero son esos pequeños detalles los que marcan la diferencia”, describe la pastelera profesional.

Ana reconoce, sin embargo, que le ha costado más penetrar en el cliente de a pie que en el sector de la restauración: “Trabajamos mucho y muy bien con bodegas y restaurantes para eventos especiales. Todavía recuerdo una anécdota vivida en el restaurante de un chef riojano. Yo me ofrecí a llevar una de mis tartas para una celebración, pero él se negó en rotundo. A los pocos días, se pasó por mi obrador y entró hasta la cocina, sin apenas intercambiar una palabra. Ahí vio cómo trabajaba y el producto que hacía. Desde entonces no hemos dejado de trabajar mano a mano. Es más, soy la única pastelera con la que trabaja”. En realidad son muchos los restaurantes y bodegas que tienen a Muchachita en la lista de imprescindibles para sus menús de celebraciones.

Con su sueño cumplido, Ana y Aser lo tienen claro: “Ahora nos toca mantenernos. Tras un problema de salud y el parón de la pandemia tocó reflexionar. No necesitamos formar una super empresa para que esto funcione. Somos muy con lo conseguido hasta ahora y creemos que la mejor estrategia a corto plazo es la de mantenernos así, cuidando a nuestra clientela igual de bien que lo hemos hecho hasta ahora, tratándolos como si fueran de la familia, y por supuesto elaborando un producto de calidad que ilusione. Es sencillo, solo hay que seguir como hasta ahora”.

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