Toros

Aquella nefasta tarde de Rafael ‘El Gallo’ en Haro en 1920

Corría el fatídico año de 1920. Semanas antes, un toro de la Viuda de Ortega, en Talavera, había acabado con la vida de José Gómez Ortega, ‘Joselito El Gallo’, ‘El rey de los toreros’. Haro celebraba su día grande en honor a la Virgen de la Vega. Era domingo. 12 de septiembre. Misa, puestos de churros, banda de música, una charanga llegada de San Asensio, partidos de pelota, baile y toros. Rafael Gómez ‘El Gallo’, Antonio Sánchez ‘Torquito’ y Paco Madrid hacen de Haro el epicentro taurino del norte de España; el ganado, de Aleas.

‘Jumillano’ en Madrid, Luis Freg en Barcelona, Marcial Lalanda en Málaga, Sánchez Mejías en Salamanca o Granero, aún de novillero, en Jerez. Pero ‘El Gallo’, y eso son palabras mayores, torea en Haro. A Juan Belmonte le toca guardar reposo por una lesión en el brazo. De hecho, ‘el Divino calvo’ tomará un tren en Miranda esa misma noche rumbo a Salamanca. Allí sustituirá al trianero el lunes y el martes.

Son poco más de las dos y media de la tarde cuando el tren correo acaba de llegar desde Logroño repleto de aficionados a los toros. Las primeras gotas comienzan a caer y hay quienes dicen que ‘El Gallo’, muy interesado últimamente por los productos agrícolas, implora al Altísimo que no deje de llover durante la tarde. Durante la mañana se ha dejado ver por la calle de la Vega entre afligido y asustado; también ausente, junto a Miguel Villanueva, siendo este ya expresidente del Congreso de los Diputados.

El aguacero que arrecia en Haro retrasa el comienzo de la corrida más de tres cuartos de hora. Una cantidad ingente de serrín adecenta el piso de la plaza. Arsenio Marcelino, alcalde de la villa riojalteña, llega al palco vestido de impermeable y no con el chaqué ‘cola pichón’ que acostumbra los días de corrida.

Y hete aquí el escándalo. Si mal estuvo ‘El Gallo’ en su primero, cuentan las crónicas que, tras pasaportar al que hizo cuarto, tuvo que refugiarse en la enfermería del coso adonde llegó herido en un ojo, luego que un exaltado aficionado afeara su actuación arrojándole piedras al torero.

‘Fracaso completo, absoluto, sin atenuante ninguna fue el de Rafael Gómez (…)’. ‘A todo dio derecho la actuación de Rafael. Ni por grande que sea el recuerdo de sus triunfos, ni por merecidos que sean los respetos de su apellido, debe consentírsele que su figura desmedrada, sin alegría, ni valor ni afición, pise los ruedos ni aceche, encorvado, la distracción del foro para hundirle el estoque cómo y donde quiera sin más pensamiento que evitar el peligro y embolsarse unos miles de pesetas’. ‘El domingo pasado bailó delante de sus toros, toreándolos con el pico de la muleta, repartir sablazos en el pescuezo…’. Así describía aquella funesta tarde ‘Migueliyo’ para ‘La Rioja. Diario imparcial de la mañana’, a la vez que celebraba la ausencia del mayor de los ‘Gallo’ en la próxima feria de San Mateo en Logroño.

Regües, en el ‘Heraldo Alavés’, aconsejaba la retirada de Rafael. ‘Si ayer en Haro da la casualidad que está la plaza llena solo Dios sabe lo que hubiese ocurrido. Del tendido le tiraron en su segundo con media sandía que le dio en plena cara y Rafael, descompuesto, empezó a largar mandobles a la media vuelta. La indignación llegó a su máximum y cuando dobló el toro se dirige a la enfermería en medio de una bronca enorme; del tendido le tiran piedras, hiriéndole una en la cabeza, el público intenta asaltar la enfermería, siendo contenido por la Guardia Civil, y después de despejar los alrededores de la plaza, salió Rafael como un Rey destronado huyendo vestido de torero en un auto que le condujo a Miranda’. Finalizando con un ‘las empresas deben tener en cuenta lo que a este torero le viene ocurriendo para no contratarle, pues de hacerlo, un día van a ser testigos de una tragedia que se debe evitar.

Otro diario vitoriano, ‘La Libertad’, publicaba que ‘en el cuarto, el público se metió con el Gallo desde el primer tercio, porque no hacía nada y a la hora de la muerte hubo mitin, escándalo, manifestación y pedrea’.

Por último, El ‘Diario de Burgos’ también recogía la noticia facilitada por unos cuantos burgaleses que acudieron a Haro al reclamo de la tarde de toros. ‘Ya en el primero se le vio apático; pero en su segundo ocurrió lo inenarrable; lo menos que hizo fue atravesarle el cuello de un sablazo y otras herejías por el estilo. El público, indignado, lo apedreó y cuando salió al callejón lo recibió con una paliza que no tiene nombre’.

Cuenta la leyenda que, ya en el tren con destino a Salamanca, Rafael fue tranquilizado y le dijeron que a Haro habían llegado aficionados de San Vicente de la Sonsierra, gentes muy brutas, que fueron quienes amenazaron, intimidaron y agredieron a su persona. Desde entonces, siempre que ‘El Gallo’ se anunciaba en una plaza del norte, el mismo Rafael se preguntaba si San Vicente distaba mucho de donde iba a torear.
De cualquier modo, Rafael Gómez Ortega fue un torero genial y una persona única. Aunque reviviendo una mala tarde de toros, recordamos su persona, la importancia de la tauromaquia en aquel entonces y la vida y costumbres de un Haro en plenitud, allá en 1920.

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