Agricultura

De origen riojano con sello navarro: el espárrago que se resiste a decir adiós

Elías Gil en su esparraguera en Cervera del Río Alhama

La Rioja hortícola tiene más trabajo durante estas fechas en las que uno de sus productos estrella hace madrugar más de la cuenta a los agricultores. Sin embargo, cada vez son menos los que, gubia en mano, se agachan para sacar este fruto de la tierra. Los espárragos apenas ocupan en la comunidad unas cien hectáreas (en 1990 eran más de 2.400), mayormente en regadío, y las perspectivas futuras para este cultivo no son muy halagüeñas.

Elías Gil ha plantado este año media hectárea más que se suma a su esparraguera de diez mil metros cuadrados que ya está en producción, pero asegura que será la última después de más de tres décadas cubriendo de plástico negro sus campos. “Suelen tener una vida útil de unas seis o siete campañas, así que esperaré estos años y ya me despediré de la hortaliza”, valora con 64 cumplidos, mientras confía en la permanencia de otros agricultores de la zona más jóvenes.

Al frío nocturno, Elías recorre los plásticos de las plantaciones durante varias horas hasta dejar todas las matas de espárragos limpias. En torno a 100 o 120 kilos diarios suele cargar en las cestas de mimbre antes de llevarlos a su casa, cortarlos y entregarlos en la empresa conservera El Juncal, en Fitero (Navarra). Una labor que puede prolongarse durante 70 días.

“Antes por estas fechas se veía el campo lleno de gente. Ahora estamos cuatro contados y cada vez más mayores. Esa falta de relevo generacional se une a la escasez de mano de obra que durante los primeros meses de la pandemia se agravó mucho más. Yo eché mano de familiares y amigos por la dificultad que había a la hora de traer gente de otras zonas, pero independientemente del COVID-19 es evidente que falta gente”, apunta el agricultor cerverano.

Elías es el único vocal riojano del Consejo Regulador de la Indicación Geográfica Protegida Espárrago de Navarra, que engloba a productores navarros, riojanos y aragoneses. En concreto, en La Rioja son 38 los términos municipales que abanderan esta marca, “pero sigue siendo un cultivo poco atractivo para los jóvenes agricultores, que prefieren la viña a pesar de que el espárrago es cómodo y fácil de compaginar con otros cultivos”.

Una de las principales cuestiones son los precios. “Antes con una hectárea se compraba un piso en Logroño; ahora, ni la escritura”, recalca Elías. “Lo que necesita este cultivo para que llame más la atención es que sus precios vayan al alza. El uso de plásticos permite incrementar notablemente la producción y también trabajamos menos que antes, pero su rentabilidad no crece del mismo modo”, critica.

Así, en 2020 Elías cobró el kilo de espárragos entre 2,30 y 2,40 euros el kilo, mientras que este año espera que la cifra ascienda unos 15 o 20 céntimos más. “Estamos con unos precios similares a los de hace 35 años”, indica. En su caso, para los espárragos de segunda, aquellos de menor calibre, ha optado por la venta directa “porque en fábrica los pagan a 50 céntimos cuando hace cuatro años estaban un euro o incluso más, así que es imposible vender de esa forma”. Algo que ocurre, explica este agricultor, porque “los conserveros han bajado los precios de segunda para que la gente renueve las esparragueras”.

Un rayo de esperanza

El panorama del espárrago de la DO Navarra también ha sucumbido al paso de los años. Tras el ‘boom’ alcanzado en los años 80, cuando la Denominación contaba con más de 10.000 hectáreas (3.000 de ellas en territorio riojano), esta hortaliza no ha hecho más que enfilar a su ocaso y ahora son 1.400 entre Navarra, La Rioja y Aragón. “La entrada de espárrago procedente de China y Perú fue lo que provocó el desastre, aunque en los últimos años Navarra ha incrementado su superficie en 400 o 500 hectáreas con la entrada de gente joven en el sector”.

En La Rioja también se está apreciando cierto interés por este cultivo en los últimos años. Desde que en 2013 se alcanzara el pico más desolador para el espárrago en la comunidad, las esparragueras han ido ganando terreno y a fecha de 2018 la superficie destinada se había multiplicado por tres, así como su producción.

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