Gastronomía

Adiós a Casa Carlos, otro mesón logroñés ‘de toda la vida’

La pandemia del COVID-19, a renglón seguido de una crisis económica de la que empezábamos a levantar cabeza, se ha llevado por delante decenas de negocios, sustituyendo sus luminosos por el implacable letrero de ‘Se vende / Se alquila’.

Uno de los últimos en bajar la verja ha sido Casa Carlos, que durante medio siglo ha ofrecido cocina tradicional riojana al final de la calle Pérez Galdós.  En sus primeros cuarenta años ofició tras la barra el Carlos que le diera nombre (su apuesta por la cocina sencilla alcanzó también a la decisión de bautizarlo), acompañado por su santa señora. La hija de ambos, Eva, se haría cargo del restaurante a partir de 2014.

Aunque servía menús del día y albergaba banquetes y comidas de empresas, nosotros, también adalides de la noche capitalina y asiduos de La Zona antes de que se convirtiera en el Festival de la OTI, lo frecuentábamos a deshoras (aún no se había acuñado el concepto de ‘after hours’) para trapiñar algo que hacer flotar en el estómago: un montadito o un bocata que absorbiera los litros de alcohol que corrían por nuestras venas, mujer.

Pero no nos dejemos llevar por la nostalgia y asumamos que los establecimientos, como las personas, nacen, crecen y desaparecen (pese a que existan garitos que, al igual que la energía, no se destruyen, sino que solo se transforman). Y, así, convendremos con el sabio en que cualquier tiempo pasado fue anterior. Nada más.

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