La Rioja

Los campamentos de verano se adaptan a la nueva normalidad

La ‘nueva normalidad’ llega a los campamentos de verano. Después de un curso del todo excepcional, niños y niñas se preparan para unas acampadas, deportes y juegos de contacto o fogatas también marcadas por las medidas de seguridad para frenar el coronavirus.

Desde el Instituto Riojano de la Juventud (IRJ), su director Paco Rivero, explica cómo están siendo las precauciones tomadas para poder mantener ‘el espíritu del verano’ para los jóvenes, tras la publicación de una resolución el pasado 20 de junio y una guía de actuación ante la COVID-19. “Es obligatorio usar mascarilla”, recuerda. Así la excepción recae en actividades físicas y acuáticas, que deben estar habilitadas para guardar la distancia de seguridad de metro y medio. “Se aconseja que los jóvenes se relacionen en un mismo grupo para comer, dormir y realizar actividades”, añade.

Rivero recuerda cómo durante la Fase 2 decidieron cancelar los campamentos gestionados por el IRJ y los campos de voluntariado nacional e internacional. “Una vez llegados a esta nueva normalidad y tras haber trabajado con las diversas entidades de los albergues, se han diseñado actividades más light en el sentido de número de jóvenes por semana”. Quedan, por tanto, las plazas fijadas a veinticuatro jóvenes.

Así, el municipio riojano de Alfaro acogió el pasado 12 de julio al primer grupo de campistas, mientras que el albergue de Ezcaray lo hará el próximo 26. El director del IRJ ya pronostica que el número de jóvenes que este verano se irán de campamento será mucho menor por el temor a los rebrotes: “Hemos empezado más tarde que otros años y los turnos están conformados por grupos de muchos menos jóvenes”, apunta. “Está habiendo mucha moderación y respeto por la aparición de rebrotes, poco a poco iremos volviendo a la normalidad, pero este año ha habido mucho menos movimiento  y llamadas de familias, evidentemente”.

Ante esta situación, desde el IRJ apuestan por alargar la temporada de campamentos al otoño e incluso a fin de año, con experiencias de fin de semana o la oferta de otro tipo de actividades que puedan realizarse en albergues y “que favorezcan el desarrollo, el talento y el esparcimiento de nuestros jóvenes”.

Las medidas más excepcionales

Con el fin de no cancelar su campamento y ante la no respuesta del Gobierno hacia su demanda de unas pruebas serológicas, los monitores y personal de limpieza del Centro de Educación Especial Marqués de Vallejo decidieron encerrarse en el campamento desde el pasado 6 de julio, convirtiéndose en unidad de convivencia.

Con diez días ya vividos dentro del Centro y otros tantos por delante, Aida Aranzana, coordinadora del campamento explica que fueron los primeros días los más duros para los campistas, ya que venían de varios meses de encierro en casa y tenían que adaptarse a no estar en su entorno familiar.

En total son doce alumnos del propio centro los que se encuentran en el campamento, contando cada uno de ellos con un monitor. Entre las actividades que realizan, como enumera la coordinadora, se encuentran recetas, talleres plásticos, un vídeo huerto o juegos tradicionales. “Como un campamento, pero sin salir”.

“Todos los días medimos la temperatura mañana y noche y la registramos”, explica Aranzana.”En caso de síntomas en alguna persona, se la trasladaría directamente al Hospital de referencia en Logroño y ellos nos informarían del procedimiento a seguir”.

Aranzana lamenta la falta de contacto físico que es importante respetar en esta nueva situación. “Nuestro trabajo trata de contacto y de cariño, sobre todo con los chicos con diversidad funcional es crucial, pero es lo que tenemos que hacer”.

Otra situación excepcional es la que vive Ana, monitora en Algonquin Spain, un campamento que intenta emular la atmósfera del parque homónimo canadiense desde Viguera. Según explica, la oferta se lanzó en enero llegándose a cubrir un ochenta por ciento de las plazas para verse finalmente cancelado.

Sin embargo, esta profesora nativa de Canadá optó por hacer un favor a cinco de sus alumnos, con una relación de más de siete años, y acogerlos en su propia casa a modo de ‘inmersión en una familia canadiense’ hasta el próximo 21 de julio. “Tenemos a un monitor por niño, son amigos nuestros de Nueva Zelanda, que se quedaron atrapados en España tras el estado de alarma”, explica. “Estamos tomándonos las temperaturas todos los días”.

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