Álvaro Cillero lleva cuatro años viviendo en China. Trabaja para el sector eólico y desde hace dos años lo hace en Shangai (ciudad más grande del país y un núcleo financiero mundial). «Cuando se dio la oportunidad de salir de España no me lo pensé; casi incluso lo pedí yo. Me apetecía cambiar de aires. La opción era México o China y luego se quedó sólo en China, así que aquí me vine», cuenta este rinconero desde una de las ciudades mas pobladas del mundo.
«Creo que hay más pánico fuera que el que realmente tenemos aquí», asegura sobre la ‘crisis’ del coronavirus. «En ciudades como Shangai está todo bastante controlado. No nos falta suministro de comida, aunque es imposible encontrar mascarillas o cualquier tipo de producto antiséptico», comenta. Y eso que se han concretado puntos donde poder hacerse con uno de estos ‘preciados tesoros’ para la población local. «Tienes que enterarte dónde y cuándo. No resulta fácil».
De momento no está pensando volver a casa por razones sanitarias, pero su maleta está hecha por si acaso: «Estoy renovando mis visados y es verdad que con esta situación no está siendo nada fácil. Por mí, no me iría, pero en el trabajo ya me han dicho que prefieren que esté en España».
La razón no es otra que las dificultades que pueda tener en unos días para entrar en otros países. «Yo tengo que trabajar también con otros países de la zona y hay algunos que ya están empezando a cerrar fronteras. Nos tememos que llegue un momento en el que no podamos salir de aquí por las restricciones que tengamos de otros países», explica.
Este mismo lunes estuvo a punto de volar hacia España. “Tenía ya el billete, pero decidí dejarlo para más adelante para seguir con mis trámites de visado desde aquí». Ahora teme que dentro de unos días sea demasiado tarde y ya sea complicado volver a España. De la embajada española poco sabe. «Ni yo ni ninguno de mis amigos en la zona hemos recibido ninguna alerta de la embajada. Es verdad que han puesto un servicio 24 horas para ponernos en contacto con ellos, pero nada más», comenta.
La ciudad que le acogió hace dos años nada tiene que ver con lo que es a día de hoy. «Nadie puede ir a trabajar, las oficinas están cerradas y las empresas tienen sanciones si inclumplen la medida», relata, asegurando que «está suponiendo un impacto económico brutal».
Un hospital en diez días
También hay restricciones por las noches. La policía controla que no haya bares abiertos para que la gente no tenga contacto y evitar lo máximo posible la propagación del virus. Las calles que habitualmente están llenas de vida se encuentran vacías. En algunos momentos, Shangai parece una ciudad fantasma. «Yo salgo con la máscara. El domingo, por ejemplo, hacía un día estupendo. Aprovechando que las plantas de producción están paradas, di un paseo por el río sin máscara con uno de los pocos colegas que quedan aquí».
Álvaro está de acuerdo con los que no se creen los datos ofrecidos por el gobierno chino: «No tiene sentido que bloquees una ciudad de once millones de habitantes por 1.500 casos ni que hagas un hospital en diez días. Con los hospitales de Wuhan tenía que haber capacidad para los enfermos de ser así».
Lo que a los europeos nos parecen medidas demasiado restrictivas, él las entiende. “Todo lo que pasa en China se convierte en un problema masivo por la cantidad de población que hay, por eso las medidas están siendo tan drásticas. Además aquí todo el mundo cumple con lo que ordena el gobierno. Tienen otra mentalidad; si les dicen que no salgan… pues no salen», comenta desde el metro que ha cogido para volver a su vivienda en Shangai.
Puede que pronto vuelva a casa, pero la decisión será de un día para otro. De momento, se queda.
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