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Del Cementerio al cielo de Las Gaunas

Este muchacho está en edad de ‘quemar’ el Fornite, mezclar unos litros, buscar acomodo en un sofá donde hundirse un sábado por la noche a la espera del chascarrillo oportuno en la típica cuadrilla de jóvenes hipersensibles a cualquier acción; y quizás, por aquello del postureo, abrirse un canal de YouTube donde soplarse con cierto estilo ese típico flequillo veinteañero. En algo hay que echar el rato entre semana, y conviene tener algún ‘like’, para medir las opciones reales de ‘pillar’.

La vida de un veinteañero con mucho tiempo libre y poca motivación. Pero este joven, en su tiempo libre, como el que surge en verano, se puso a trabajar fuerte en un gimnasio. Su motivación estaba en el asuntillo ese de ser jugador de fútbol. En su soledad rumiaba qué camino tomar. De máquina en máquina, “en un trabajo preventivo para evitar más lesiones”, como confirmó no hace mucho tiempo el propio Pablo Bobadilla, el joven valoraba sus opciones y posibilidades. El ‘Fornite’, por suerte, no centraba su atención.

El camino más recto y cómodo le invitaba a transitar hacia la Tercera riojana. Quizás cobrar 300 euros, y sobre todo disfrutar de un nuevo playoff en el equipo de su pueblo, porque en Nájera saben gozar en mayo. El otro camino, transitado en parte, le traía por el camino de la amargura. Temporada tras temporada en el filial (Promesas), una cesión burocráticamente fallida al Izarra y una lesión inoportuna provocaron el verano pasado la típica reacción de mirar hacia atrás con la voluntad de darse la vuelta y tomar otra dirección. Encima, las contrataciones para el primer equipo no le ayudaban en nada a rebajar la temperatura antes de tomar una dirección: Caneda, capitán general en el central derecho, Santamaría, Bijimine…

“Sus padres no son forofos”, apunta Javi Adán, técnico del Comillas que, con aquel División Honor ya descendido y tras la dimisión de Tito Bengoetxea, decidió subir a unos cuantos cadetes de la estructura azul. “Estábamos descendidos, así que pensamos que lo mejor era que quedara algo de aprendizaje para los más jóvenes”. Entre aquellos cadetes que sufrieron aquella segunda vuelta en División Honor se encontraban Álvaro Arnedo y Pablo Bobadilla. Ascendió la UD Logroñés a División de Honor y Sergio Rodríguez decidió contar con Arnedo y, claro, con Pablo Bobadilla, que ayer tocó el cielo de Las Gaunas con un salto prodigioso y un remate de cabeza preciso a la cepa del poste.

No a los padres forofos

Lo de unos padres “no forofos” es una afirmación importante. “De tener unos padres forofos intuyo que Pablo (Bobadilla) ya estaría deambulando por la Tercera riojana”, remarca Adán. Pero existe una virtud por encima de la pasión forofa, la constancia, que ha marcado sin duda la evolución deportiva de Pablo Bobadilla. Suma tres goles, dos de ellos decisivos, y lleva desde la jornada sexta siendo el central zurdo (aun siendo diestro) de referencia en lo que por el momento ya es un equipo de playoff y formando parte de la mejor defensa del campeonato. Es Pablo Bobadilla, que del Cementario ha ascendido a los cielos de Las Gaunas, para emocionar a mucha gente, que se siente orgullosa por el éxito de estas últimas ocho jornadas del defensor najerino.

“Es un chico que siempre ha preguntado y que siempre ha sabido escuchar”. Diego Martínez, entrenador riojano, sabe de lo que habla. “Siempre lo quisimos para el Náxara. Es evidente. Es un chico del pueblo y que tiene muchas cosas buenas”, recuerda. “Pero lo mejor es que ha sabido trabajar y tener paciencia para llegar a donde está ahora mismo. Y por eso estamos tan emocionados”, relata Martínez. La Tercera riojana hubiera sido el paso sencillo, “que otros han dado”, apunta Adán; pero “en su caso ha sabido aguantar porque también ha sabido escuchar, ha estado bien asesorado y ha contado con la presencia de un entrenador que estaba claro iba a apostar por él”, reconocen tanto Javi Adán como Diego Martínez. Se refieren, claro, a Sergio Rodríguez. A los chavales hay que ponerlos.

Pero, ¿de dónde le viene esta constancia a Pablo Bobadilla? Y como siempre, la respuesta está en los orígenes. “Jugaba en la Escuela de Fútbol de Nájera, allá en el Cementerio”, recuerda Adán. Eran un buen equipo, tanto que ganaron la liga en alevines. En aquel equipo destacaban varios chicos: Javi Pérez, Bobadilla, pero sobre todo Álvaro Fernández, que decidió marcharse a Lezama. Bobadilla fue más cauto. Mejor en casa. Le llamó la Real Sociedad y estuvo yendo y viniendo cada día para entrenarse, pero siempre en casa. “Porque Bobadilla no era el mejor de su equipo. Y eso le ayudó a ser cauto. Era ordenado y tenía unas piernas muy largas que le ayudaban a ser un buen jugador en el centro del campo”, apunta Adán, que lo incorporó al Comillas tras ver Pablo Bobadilla que lo de la Real Sociedad no era el camino adecuado.

Hay quien le recuerda como delantero centro, de ahí quizás su hambre por rematarlo todo en el área contraria, pero este medio digital no ha logrado contrastar esta cuestión. “Y si el equipo tenía que defender un resultado, Pablo iba al centro de la defensa”. Constancia para ver cómo otros chicos de su edad se iban a grandes clubes o cómo le llamaba la selección riojana para entrenar pero luego eran otros los que jugaban e iban a los torneos.

Pero no desfalleció, siguió creyendo en sus posibilidades. “Lo ha pasado mal, me consta. Al final no es sencilla saber qué camino debes tomar”, apunta Adán. “Pero solo hay que ver cómo vive el fútbol para saber que se puede y se debe contar con él”, indica Diego Martínez. “He hablado mucho con él todos estos años, y sé que ha sabido escuchar a Sergio Rodríguez. Y al final le está llegando el premio a todo su esfuerzo y a todos estos años de no perder nunca de vista cuál era el objetivo real”, cierra Diego Martínez. El objetivo no era otro que salir del Cementerio y tocar con sus dedos el cielo de Las Gaunas

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