Estamos en el año 2016 después de Jesucristo. Todo el Casco Antiguo de Logroño estaba desprovisto de cajeros automáticos. ¿Todo? ¡No! Un irreductible cajero resistía al invasor. Resistía. Porque, como se puede observar en el documento gráfico adjunto, ha pasado a mejor vida.
Lo que antaño fueran los Almacenes Simeón, posteriormente Banco Simeón, y finalmente, oficinas del Gobierno de La Rioja con cajero cortesía de Caja Rioja, posteriormente Bankia, ha dejado de ofrecer servicio a los miles de jóvenes y no tan jóvenes que los fines de semana nos acercamos por la Laurel, la Mayor, Portales y demás zonas de marcha de la noche logroñesa.
Nos quieren sucios y sin dinero. Si hace unas semanas denunciábamos la ausencia total y absoluta de papeleras en la calle Bretón (extrapolable a casi todo el Casco Antiguo), ahora nos dejan sin el recurso de sacar un puñado de euros para tomar la última. Habrá que desplazarse al Sabadell del edificio del Ateneo, o al Santander o al Ibercaja del Espolón…pero a determinadas horas, la pereza puede más que las ganas de la última. Al final, saldrá perdiendo la hostelería.
