Marcos García Rodríguez es un soldado de infantería ligera de La Rioja que afirma encontrarse en «una situación límite» al tener que elegir entre cuidar a su hija (está divorciado) o continuar en el ejército. Esta situación le ha propiciado un estrés que le mantiene de baja médica desde el 16 de marzo del año pasado y la apertura de dos expedientes: uno por pérdida de aptitud psicofísica (motivado por el estrés ante la imposibilidad de conciliar la vida parental y profesional) y otro por una reducción de jornada. El caso es que este descenso en sus horas de servicio fue solicitado y concedido al tener la custodia de una menor de 12 años y que, ante la entrada en vigor de la nueva norma de reducción de jornada en febrero de 2015, le ha sido revocado y modificado.
Esta situación le ha llevado a ponerse en contacto con la Asociación de Tropa y Marinería Española (ATME) para dar a conocer su caso y ayudar a otros compañeros a los que les ocurra lo mismo. En la actualidad, tiene dos contenciosos abiertos y está a la espera de que un juez dictamine si prevalece el cuidado de su hija o la prestación de su servicio en el ejército. El motivo de la revocación de su reducción de jornada, detonante del problema, es la nueva Orden DEF/253/2015, de 9 de febrero, por la que se regula el régimen de vacaciones, permisos, reducciones de jornada y licencias de los miembros de las Fuerzas Armadas.
«Yo tenía concedida la reducción de jornada por el cuidado de mi hija y la consiguiente liberación de guardias y otros servicios desde diciembre de 2014, pero con la entrada de la nueva norma en febrero me fue modificada», explica, resaltando que esta legislación concede un plazo de seis meses de adaptación que en su caso no se cumplió. A los pocos días de salir la norma le comunicaron que entraba a prestar servicio (un viernes a mediodía) y que ese mismo sábado le tocaba guardia, aunque la tarde de ese mismo viernes debía recoger a su hija y no tenía con quién dejarla. «La contestación del Capitán de la CIA fue: pues contratas a alguien para que la cuide», señala.
Este hecho le originó «una ansiedad tan grande» que le hizo acudir ir al médico y recibió la baja por estrés, ya que de no haberse presentado le habrían arrestado con falta grave. Eso en el lado del ejército, según cuenta, pero no fue todo. Por el familiar tenía a la madre de su hija amenazándole: «Si no me hacía cargo de la niña, me denunciaba también». Le tocó elegir y afirma que lo tenía claro desde el primero. «Por eso estoy de baja», afirma tajante.
Su situación es aún más peliaguda por sus problemas económicos. Debido a la reducción de jornada su sueldo se queda en 855 euros y 200 euros van para la manutención de su hija (ya quedan 655). A partir de ahí, todos los gastos que tiene cualquier persona como el alquiler, la luz, el gas, la alimentación… «No sé ni cómo llegar a final de mes. Y si a todo esto te encuentras que un mes te quitan la parte por estar de baja médica y nadie te comunica dicha acción…¡imagínate!», añade.
Muchas veces ha pensado en tirar la toalla. Lleva doce años como soldado del ejército, pero no aguanta más y ha pensado en abandonar. «Mi sueldo no me da para pagar a una chica que cuide de mi hija durante el servicio o las maniobras. Toda mi familia la tengo a 450 kilómetros de donde resido. ¿Qué hago si mañana por circunstancias de la vida estoy con mi hija y me llaman que tengo que entrar de servicio porque un compañero se ha puesto enfermo? ¿Dónde la dejo? ¿Con quién la dejo si su madre vive a 100 kilómetros de donde yo estoy? Que alguien me lo explique, porque yo por más vueltas que le doy no encuentro explicación».
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