Gastronomía

El Samaray divide y vence

El Samaray fue el primer bar, al menos de la calle San Juan, en utilizar el huevo de codorniz como hilo conductor de su propuesta. Y mira que por aquí somos del huevo de codorniz, teniendo en cuenta que uno de los pinchos de referencia es el cojonudo, con su chorizo frito y su alegría por corona. En el Samaray comenzaron a usar el huevo de codorniz para darle lustre a su propuesta, que desde hace décadas le sitúa como una referencia en la San Juan, en una de las esquinas más reconocibles, con ese cartel de luces de neón, que estuvo de moda, que pasó de moda, y que vuelve a estar de moda por el ciclo pendular de la historia.

El Samaray es un santuario del buen hacer, de la constancia, de la dedicación… donde se pueden comer uno de los mejores calamares de Logroño. Y así vienen siendo durante las últimas décadas. Pero ha surgido un pequeño cambio, quizás el leve aleteo de una mariposa que puede provocar un sismo en la gastronomía riojana. No es para tanto, claro, pero hasta los grandes clásicos parecen dispuestas a revisar sus pinchos para adaptarse a los nuevos tiempo, que van rápidos y contra los que no se puede pelear. Mejor ir a favor de corriente.

Resulta que el Samaray ha hecho un movimiento tan pequeño e inesperado como acertado, rotundamente acertado. Sí, le obliga a gestionar mayor cacharrería, el lavavajillas irá a tope de carga y será un no parar, pero el Samaray ha hecho frente al problema con valentía y atrevimiento. Dividir, dicen los sabios clásicos, es vender. Y ha vencido. El Samaray ha vuelto a vencer. Sin cambiar prácticamente nada lo ha cambiado todo. Solo con un leve movimiento, separando lo importante de lo prescindible, dividiendo el contenido y el continente. Chapó para el Samaray. Acierto total.

Nadie estaba preparado y sin embargo pocos han reparado en el cambio, lo que viene a significar que esta evolución se ha hecho desde el sentido común de la gastronomía. Lo que han hecho es poner por un lado el pan y por el otro sus creaciones. Antes, el pan tostado del Samaray soportaba estoicamente sus pinchos de gulas, gambas y huevo de codorniz, el de morcilla con alegría, el bacalao y pimientos verde, el de huevos revueltos con jamón, chorizo… Y ahora, por un lado va lo importante y por el otro lado lo prescindible, el pan tostado, gran acompañante, ideal para empujar, pero que complicaba el bocado.

Un pequeño paso para el Samaray, un gran paso para los riojanos.

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