El Rioja

La autenticidad de la Sonsierra navarra en clave de tintos y blancos

Esperanza Elías, directora técnica de rioja Vega. | Fotos: Leire Díez

Desde el sur de Álava, pasando por el norte de La Rioja y llegando hasta el suroeste de Navarra. La demarcación de la Sonsierra abarca un amplio territorio en el que la Sierra de Cantabria y la de Codés estrechan lazos dando amparo a decenas de municipios que a día de hoy se relacionan con la comarca de Rioja Alavesa. Pero la Sonsierra va más allá y como bien atestiguaba el antiguo reino de Navarra, este territorio cubre desde la villa de San Vicente hasta la de Viana. Y es aquí, en este municipio de la Sonsierra navarra, donde la tradición vitivinícola perdura gracias a firmas como Rioja Vega. Ahora es paso de peregrinos siguiendo la Ruta Jacobea, pero antaño quienes transitaban por esta localidad eran los pastores con su ganado recorriendo una cañada real que iba desde Mendavia hasta Oyón y que ahora atraviesa esta bodega. La Venta Jalón, tal como la llamaban por aquella época, es ahora el nombre que recibe este paraje donde hace 23 años se levantaron las instalaciones de Rioja Vega aprovechando las 70 hectáreas de viñedo plantadas con anterioridad y creando así una bodega al más puro estilo ‘chateaux’. Esta firma, que forma parte del Grupo Príncipe de Viana, tienes sus orígenes en 1882 cuando Felipe Ugalde creó la bodega original en pleno centro de Haro, en un edificio en el que todavía hoy se aprecia en la fachada el escudo que ahora lucen las etiquetas de unas botellas que viajan a casi medio centenar de países.

Y mientras la historia de Rioja Vega es para disfrutarla de trago largo y pausado, la vendimia hace días que llamó a su puerta para devolver a la bodega a las prisas de cada campaña. La faena ha cogido velocidad en las últimas jornadas. Apenas ha pasado una semana desde que la bodega comenzó a enfrascarse en la recepción de uva antes del inicio de esas primeras fermentaciones. Todas las variedades blancas, con el tempranillo a la cabeza como uva más predominante (junto a la viura, la garnacha y el verdejo), se han recogido ya, así que los esfuerzos recaen ahora en la entrada de la uva tinta, especialmente de garnacha y la finca de graciano, ya que al tempranillo le quedan los últimos racimos de la campaña por vendimiar. Esperanza Elías, enóloga de la casa, saca entonces una chuleta con el calendario de vendimias de los últimos 15 o 16 años. «Fíjate, es que prácticamente hemos vuelto a fechas de hace unos 12 años. Ya este año venía algo retrasado desde el principio del ciclo, en la floración, pero ahora en septiembre con las lluvias aún se ha retrasado un poco más. Si bien hay vendimias puntuales como la de 2016 o 2018 en las que se empezó a cortar uva más tarde de lo habitual, la tendencia general a lo largo de los años está clara y es la es de ir adelantando la campaña», apunta señalando la hoja de papel.

Vendimia en Rioja Vega. | Foto: Leire Díez

Si hace una semana todavía costaba ver tractores con sus remolques recorrer las carreteras, ahora ya se puede hablar de una vendimia generalizada en esta zona. Una vendimia, además, que pintaba diferente a como realmente se está desarrollando. «Al principio venía todo muy bien, una vendimia de libro, pero luego llegó un periodo de lluvias y tampoco sopló suficiente viento. Hasta que hace unos días el tiempo ha refrescado y eso ha venido bien y ha acelerado más la maduración favoreciendo también a la acidez que venía algo baja. Creo que antes esperábamos una vendimia más escalonada y ahora se va a concentrar todo, igualándose. Empezamos hace una semana a recoger el tempranillo blanco y al día siguiente empezamos con el tempranillo tinto cuando lo normal es tener unos 15 días de diferencia entre las blancas y tintas. En el caso del graciano, por ejemplo, su maduración se está ralentizando bastante porque desde finales de agosto hasta ahora ha habido varios altibajos meteorológicos y eso ha repercutido en la uva. Mientras que la madurez tecnológica, la que se relaciona con la concentración de azúcar, la veíamos, la madurez fenólica no hemos empezado a verla hasta ahora y había que jugar con el inicio de vendimia», relata la directora técnica.

Fue en 2014 cuando hicieron una fuerte apuesta por el vino de tempranillo blanco lanzando al mercado uno de los primeros fermentados en barrica. «Esta es una variedad en la que siempre hemos confiado mucho en su capacidad de envejecimiento. Por eso hicimos también un reserva blanco en una época en la que pocos vinos de este estilo se veían en el mercado». El graciano también ha sido clave en el desarrollo de nuevos estilos en la bodega pasando a formar parte de un monovarietal más allá de fusión que hace con el tempranillo en otro vino. En total son 15 referencias diferentes las que elabora Rioja Vega.

Esperanza Elías, directora técnica de Rioja Vega. | Fotos: Leire Díez

El goteo de remolques llegando para descargar se fusiona estos días con las jornadas de muestreos por las viñas, que van desde los 450 metros a casi lo 700, y los trabajos de trasiegos en bodega. «Un no parar, eso son las vendimias», ríe. Y mientras recorre la sala de los depósitos donde descansa ya el blanco aprovecha para coger una copa y abrir la canilla. Puro zumo de tempranillo blanco. Seguido tocará meterlo en barrica para que empiece a hacer la fermentación mientras el equipo continúa con el arduo trabajo del manejo de mostos. Estiman vendimiar en torno a un millón de kilos (apenas llevan un 10 por ciento de lo cosechado), pero la gestión en su caso es bastante más ágil gracias a que el 40 por ciento de la superficie (unas 70 hectáreas de tempranillo tinto, garnacha y graciano) es viñedo propio y se ubica todo alrededor de la bodega, mientras que el viñedo restante procede de unos quince viticultores repartidos entre Viana, principalmente, así como en Mendavia y Bargota. Pero aún así, Elías cree que esta va a ser una vendimia «delicada» que va a obligar a estar muy encima de la viña. «Y sobre todo la uva que se recoja va a depender mucho de los viñedos, del lugar en donde estén ubicados y la altura, lo que haya llovido en esa zona, si son de secano, así como el tipo de suelos, ya que influye mucho si el agua ha drenado bien o se trata de suelos que son muy estructurados y compactos que no han permitido que la humedad pase hacia el suelo».

Para ello son útiles las cuatro estaciones meteorológicas que tiene repartidas por el viñedo para controlar tanto la cepa, como el suelo y la viña en general. Además, cuentan con sensores de riego para abastecer a la vid usando los recursos hídricos justos y necesarios. Así, se mide la disponibilidad de agua en la cepa para hacer un riego por goteo controlado. Si bien este año no ha sido necesario abrir el grifo, es una herramienta útil y eficaz para tener la viña equilibrada ya que hay zonas con suelos muy pobres en los que la maduración se puede ver comprometida si no ha habido reservas hídricas suficientes. «Desde el principio hemos hecho una apuesta fiel por los avances tecnológicos tanto en la bodega como en el campo. Todo ello es información para nosotros pero también conocimiento que podemos trasladar a nuestros viticultores proveedores, que rondan los quince, para que ellos también puedan seguir desarrollando su explotación en las mejores condiciones, llevando un control de todo el proceso. Además, todo ello se puede transformar en mayor rentabilidad para su explotación porque se prima la calidad», destaca la enóloga.

Racimos de graciano en el viñedo de Rioja Vega. | Foto: Leire Díez

Fue con esa punta de lanza de la innovación como poco a poco fueron incorporando novedades para mejorar las técnicas de cultivo. «Cuando apostamos por la confusión sexual como herramienta para combatir la polilla del racimo mediante el uso de feromonas eliminado así los fitosanitarios también hicimos un trabajo educativo con nuestros agricultores, así como cuando les hemos recomendado la apuesta por el reinjerto a variedades blancas u otras minoritarias atendiendo a las tendencias del mercado. Siempre los hemos considerado el pilar y no solo de las bodegas, sino de los pueblos en sí. Además en nuestro caso gozamos de tener una estabilidad con todos ellos a lo largo de varios años», destaca Elías. En el caso de este año, atendiendo al contexto de crisis de excedentes que afronta la denominación, desed Rioja Vega se ha decidido limitar la producción de uvas tintas de todos sus proveedores a 5.000 kilos por hectárea. «La situación es la que es, pero no queremos prescindir de ningún proveedor».

Sigue el canal de WhatsApp de NueveCuatroUno y recibe las noticias más importantes de La Rioja.

Subir