Sucesos

‘Caso profesor’, un crimen casi perfecto ideado por la “falsa amiga” de la víctima

Un crimen casi perfecto ideado por la “falsa amiga” de la víctima

Son las tres de una tarde cualquiera de invierno en Logroño. La ciudad aún recuerda con escalofríos el macabro asesinato de Carolina, una niña de 5 años, a manos de su madre en un céntrico hotel de la capital apenas un tres semanas antes de ese 18 de febrero de 2020. Por entonces, como decimos, la rutina logroñesa convive con cierta sensación de alerta, que se multiplica cuando un coche fúnebre estaciona frente al portal del número 9 de la calle Pepe Blanco, adonde acuden con premura numerosos policías y sanitarios. El motivo no es otro que el conocido como ‘Crimen del profesor’, que este lunes llega a juicio en la Audiencia Provincial con dos acusados en el banquillo.

En ese edificio vive Pedro José Sáez Alfaro, de 73 años. Es un profesor de literatura jubilado, natural de Cornago, corpulento y con una voz potente. Sus alumnos se referían a él cariñosamente como ‘el oso’, aunque todos los que le conocieron destacaban por encima de cualquier otra cualidad su afabilidad y su pasión por enseñar. Una ternura que volcaba en los libros de poesía que escribió tras dejar atrás su trayectoria como docente y jefe de estudios en varios centros de Zaragoza y Logroño, entre ellos el IES Hermanos D’Elhúyar.

Pedro José Sáez Alfaro, presentando uno de sus libros de poesía en el ciclo Agosto Clandestino.

En algún momento de la mañana, alguien acude a visitarle. Como veremos más adelante, su identidad será un misterio durante los siguientes dos años, pero el profesor debe conocerle de algo, pues le invita a acceder a su domicilio. Una vez en el interior se desata el horror, cuando este individuo de identidad desconocida lo asesina empleando una extrema violencia que conmociona incluso a los investigadores y se marcha de la vivienda sin dejar rastro. Horas después, la llamada de un familiar alerta a los recursos de emergencias y los agentes de la Policía Científica rastrean la casa del profesor para dar con alguna pista que conduzca hasta el asesino, cuya búsqueda les traerá de cráneo durante largos meses.

Investigación de ámbito internacional

El perfil de la víctima desconcierta en un primer momento a los agentes del grupo UDEV (Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta) de la Brigada Provincial de Policía Judicial, que bautiza la operación con el nombre en clave de ‘Letras’. El profesor no tiene enemigos aparentes y la puerta del domicilio no estaba forzada, lo que lleva a los investigadores a deducir que el asesino tuvo que ser alguien de su entorno más cercano. El rastreo de las llamadas del teléfono móvil no aporta excesivas pistas y el paso del tiempo sin detenciones aviva toda suerte de hipótesis sobre el móvil del crimen.

Tendrá que pasar más de un año hasta que la Policía arroje algo de luz sobre lo ocurrido en el domicilio de la calle Pepe Blanco. Repasando el historial del profesor, descubren que poco después de su asesinato debía declarar en el juzgado en calidad de víctima de una estafa. En el banquillo se iba a sentar una mujer de 38 años y nacionalidad rumana, con la que había mantenido una relación sentimental meses atrás y a la que el profesor fue prestando ingentes cantidades de dinero “bajo la promesa de que se lo iría devolviendo”. Cuando la deuda rondaba los 60.000 euros, Pedro José Sáez se supo estafado y decidió denunciar a su expareja. La cosa no pintaba excesivamente bien para los intereses de la mujer: la acusación le pedía entre 4 y 6 años de cárcel y una fianza de 50.000 euros, por lo que su ingreso en prisión estaba casi garantizado.

Agentes de la Policía Nacional trasladan los vestigios hallados en la casa del profesor.

Este hecho encajaba con el perfil de crimen pasional -caracterizados por el uso desmedido de la violencia- ocurrido en Logroño, pero esta mujer no habría actuado como autora material, sino como inductora del asesinato de Pedro José Sáez. Si el profesor moría, ella se libraba del juicio por estafa. Y por eso ideó un macabro plan que el 18 de febrero de 2020 llevaría a término su nueva pareja sentimental: un hombre de 33 años, de nacionalidad marroquí, asentado en la capital riojana, que abandonó la ciudad de forma precipitada dos días después del crimen. Caso resuelto sobre el papel, pero aún quedaba lo más difícil: llevar a los implicados ante la justicia. Pero, si la investigación supuso todo un rompecabezas para la Policía, el operativo para practicar las detenciones requirió de colaboración internacional.

Identificados los sospechosos, su seguimiento condujo en primer término a Madrid. Allí se desplazó el autor material del asesinato tras dejar Logroño para reunirse con su pareja (la estafadora del profesor e inductora del crimen). La Policía tenía los movimientos de ella completamente controlados en la capital de España, pero el asesino fue más rápido que los investigadores y “en menos de 24 horas” huyó del país por carretera. Decidieron, por ello, concederse algo de tiempo y seguir los pasos de la inductora. Fue una estrategia inteligente: durante ese ‘impasse’ ella dio un paso en falso y se reunió en Italia con pareja.

La presunta inductora del asesinato, durante en un registro domiciliario tras su detención en Burgos.

A partir de ahí, el operativo se desarrolló en dos fases. El 25 de marzo de 2021 detuvieron a la mujer en un autobús que la trasladaba a Burgos tras prestar declaración por otra causa en los juzgados de Logroño. Mientras tanto, el asesino creyó estar fuera de peligro en la localidad italiana de Foggia, hasta que el 4 de febrero de 2022 (casi dos años después del crimen) la colaboración internacional entre cuerpos policiales propició su arresto.

La “amistad ficticia” como modo de vida

Esclarecido el caso en el ámbito judicial, este lunes comienza la rendición de cuentas ante los tribunales, bajo el procedimiento de jurado popular. La Fiscalía pide para el asesino dieciséis años de cárcel (catorce por el crimen y otros dos por obstrucción a la Justicia), así como el pago de 300.000 euros de indemnización a la exmujer y los hijos del profesor y otros 2.400 euros de multa.

Para la inductora del crimen, el fiscal pide cuatro años y medio de cárcel (dos por obstrucción a la justicia y el resto por encubrimiento) y una multa de 2.400 euros. No es la primera vez que le toca declarar ante el juez. La acusada cuenta con antecedentes por delitos contra el patrimonio, dándose la circunstancia de que sus víctimas eran siempre personas mayores y aparentemente con relaciones afectivas estables.

Este tipo de delitos se conocen en el argot policial como casos de “amistad ficticia”, por la cual el autor engatusa sentimentalmente a sus víctimas para robarles paulatinamente su patrimonio. Un robo que, en el caso del profesor, fue demasiado lejos.

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