La Rioja

“Si no fuera por los scouts, hoy sería una persona completamente diferente”

La palabra escultismo a pocos les dirá algo. Así dicha, y de primeras, la sociedad no conoce que se trata de un movimiento que se reparte por más de 210 países y regiones del mundo. En España hay 33.600 socios en activo (75.000 si contamos también al Movimiento Católico), hay más de 7.500 voluntarios y 310 grupos distribuidos en diecisiete comunidades. Y es que los scout son la organización infantil y juvenil más grande de España, Europa y el mundo con más de cien años de trayectoria. Ser scout es, definitivamente, una filosofía de vida. Por supuesto, también en La Rioja.

La logroñesa Sara del Campo es actualmente la vicepresidenta de Scouts de España y, lo que es más importante, scout desde hace 35 años. Junto a ella, más de 2.000 escultistas y voluntarios procedentes de toda España se reúnen este fin de semana en la capital riojana para celebrar su Festival, la cita más importante de la organización cada año. La cita que demuestra que son una de las comunidades más importantes vinculada con la educación integral de niños y jóvenes entre los 6 y los 21 años.

Porque la imagen que se tiene de los scouts está, claramente, distorsionada. Quizás por la influencia de las pelis americanas (Russell, de ‘Up’, es lo primero que nos viene a la cabeza), quizás por el desconocimiento, pero los castores, lobatos, robers o escouters “somos mucho más de lo que parecemos. Es una pena que el estereotipo que se tiene de nosotros sea tan básico”, lamenta Sara.

Una afirmación con la que Pablo Ágreda está totalmente de acuerdo. A sus 15 años, entró en los scouts con 6 porque “una amiga del cole era, y yo cada vez que llegaba a casa le explicaba emocionado a mis padres todo lo que ella me contaba y lo bien que se lo pasaba”. Es la mejor decisión que pudieron tomar sus padres: “Si no me hubieran apuntado, hoy en día sería una persona completamente diferente”.

Pablo, miembro del Grupo Scout Sierra de Cameros, defiende que “no solo vamos de excursión. Esto es un modelo educativo y de vida en el que aprendes cosas que en el colegio no dan. Gracias a los scouts soy mejor persona, tengo valores, soy una persona agradable que sabe estar en los sitios y hablar con la gente…”. Y es que este joven no duda en poner en práctica en su día a día todo lo que lleva aprendido “y me queda por aprender”.

15 años, una edad donde es muy complicado mantener el interés por una actividad, “pero ser scout es diferente. Engancha. A lo largo de todas las etapas vas conociendo a gente muy interesante y se crean vínculos muy estrechos”. Grandes amistades que son la principal razón por la que no abandonar, “además de que nos lo pasamos muy bien”. Lo tiene claro, “es mi segunda casa y familia”.

Al ser un movimiento educativo, cuentan con un programa que se va revisando continuamente y adecuándose a las necesidades sociales de cada momento. Educan en valores, en el cuidado del medio ambiente, en el respeto de los derechos de la infancia, educan en salud, igualdad… y lo hacen a través de sus reuniones semanales durante todo el año y sus convivencias. Porque el que crea que ser scout solo es ‘colgarse’ un pañuelito en el cuello y caminar por el monte está muy, muy lejos de la realidad.

“Hacemos acampadas, sí, pero porque la naturaleza es nuestro medio para aprender casi todo. Porque la naturaleza es donde nos sentimos nosotros mismos y donde podemos expresarnos y ser con total libertad”. Pero también los encontraréis en sus locales cada sábado “trabajando mucho la convivencia”. Y es que los scouts conviven por franjas de edad, cinco en concreto. Y como en la vida misma, la convivencia no es cosa fácil, y también surgen rencillas. “Los chicos y chicas son los que desarrollan sus propios programas. Ellos deciden a qué jugar o qué actividad hacer. Y cuando hay muchas opciones, se trabaja la base de la democracia entre todos y se decide lo que se va a hacer”.

Enseñanzas que van aprendiendo desde pequeños de manera natural y que, fuera del universo scout, ponen en práctica aunque se den cuenta que, desgraciadamente, a veces el mundo no funciona de manera tan democrática. “El objetivo es que estos jóvenes se involucren en su entrono más cercano, en su barrio, en el cole, que se impliquen en su ciudad y siempre de la manera más sana”. Todos trabajan a partir de una ley y una promesa. “Ambas son claves para el compromiso. Son parte de nuestro ADN”.

En los scouts la educación es personalizada. “Cada niño y joven va progresando en la medida de sus posibilidades. Descubre sus puntos fuertes, débiles y se va desarrollando en función de lo que es”, explica Sara. ¿El objetivo? Que tengan la capacidad de superar adversidades e incomodidades.

Cristina Alcazar es escouter, o lo que es lo mismo, monitora en el Grupo Monte Clavijo 109. Llegó al universo scout siendo una niña y sin saber lo que se iba a encontrar. A sus 25 años sigue convencida de que “estamos aquí para dejar el mundo mejor de lo que nos lo hemos encontrado”. Esta es una de las máximas de los scouts y lo llevan a cabo a través de talleres, juegos en movimiento y dinámicas “en las que tratamos de inculcarles valores basados en el respeto, el feminismo, la lucha contra el racismo…”.

Y si a esto le sumas la posibilidad de hacer todo lo anterior en contacto con el entorno, mejor que mejor. “Las actividades que programamos tienen mucho que ver con el barrio en el que estemos, o el pueblo o comarca a la que pertenezcamos. Si con nuestras propuestas podemos ayudar a mejorar los espacios, encantados, y si además, los chavales ven que su acción tiene un valor, es un triunfo”. Y si no, que se lo digan a los vecinos de Treguajantes, a los que los scouts ayudaron a restaurar su ermita.

Está claro que ser scout significa ver la vida diferente; es tener un amigo para toda la vida y alcanzar unas experiencias que nunca tendrías. Es formar parte de un entorno seguro lleno de servicio y amistad.

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