Agricultura

En defensa del agro: “Nos enfrentamos a la desaparición del sector”

Las organizaciones agrarias se han dado cita en Logroño para defender el modelo agrario

Foto: EFE/Raquel Manzanares

Las organizaciones agrarias UPA, UAGR y ARAG-ASAJA han vuelto a salir a la calle y esta vez han invitado a toda la sociedad riojana a participar en una Jornada en Defensa del Sector Agrario que tiene lugar este sábado desde las seis de la tarde en la Plaza del Ayuntamiento de Logroño.

Alrededor de quinientas personas se han dado cita en el Espolón con el objetivo de “compartir con todos los vecinos y vecinas de ciudades y pueblos de La Rioja la defensa de nuestro modelo agrario, un modelo basado en el cultivo y la producción de alimentos de calidad y saludables; el mantenimiento del medio rural y el cuidado de nuestro entorno natural”.

Los actos han comenzado en la Plaza del Ayuntamiento de Logroño, donde se ha creado un gran lazo ‘humano’ y una bandera de La Rioja como muestra de solidaridad de toda la región con los agricultores y ganaderos. Los participantes han podido obtener allí una camiseta y una pulsera con mensaje de apoyo al sector agrario.

A las siete de la tarde, la acción se ha trasladado al corazón de Logroño: el Paseo del Espolón. Allí, ha habido una muestra de alimentos fruto del trabajo que realizan los profesionales del sector en sus explotaciones agrarias repartidas por toda La Rioja. Fruta, vino, hortalizas, frutos secos, embutidos… toda una variedad de productos que destacan por su calidad.

A esa hora, además, se ha procedido a la lectura del manifiesto en defensa del sector por parte de tres grandes personalidades de la gastronomía de La Rioja: Los cocineros Ventura Martínez, Francis Paniego y la heladera Angelines González, apoyado por los cocineros y cocineras que forman parte de la comunidad de Eurotoques.

Éste ha sido el comunicado que han leído:

Por nuestra profesión, tenemos el placer diariamente de trabajar con los alimentos tan ricos, sabrosos y nutritivos que nuestra privilegiada tierra nos regala. Carnes, embutidos, verduras, frutas, vino…, tantos y tan variados que sería demasiado largo detallarlos todos, pero aquí tenéis una buena muestra de ellos.

Hoy queremos con este acto reconocer el trabajo de quienes hacen posible que contemos con toda esta maravilla de alimentos, los agricultores y los ganaderos que los cultivan y crían, las agricultoras y las ganaderas que se dedican a trabajar duro para que no falten en nuestras mesas.

Gente que madruga para ir al campo o a la granja, trabaja duro toda la jornada, y termina bien entrada la tarde, e incluso la noche, para llegar a casa con la sensación de éxito que proporciona la satisfacción por el trabajo bien hecho, con pasión. Un trabajo, además, que aunque duro, nos da como recompensa esos alimentos tan preciados aquí, pero sobre todo fuera de La Rioja.

Porque fuera, además del vino, nos conocen por ser una tierra que da unos alimentos de calidad excepcional. Citaré algunos a modo de ejemplo: peras, espárragos, alcachofas, ciruelas, cerezas, melocotones, borraja, tomates, pimientos… La lista es larguísima, porque también se producen patatas, manzanas, corderos, terneras, almendras, aceite, alubias…, todo de una calidad única, envidiada dentro y fuera de nuestro país. Unos productos, por cierto, que además de las de los hogares, nutren las afamadas cocinas de los restaurantes riojanos, también muy reconocidos por su altísima calidad. Seguramente seremos la región con más estrellas, soles y demás por habitante.

¿Y qué decir del paisaje riojano? Qué bonita es La Rioja, ¿verdad? En primavera nuestra tierra está radiante, con esa explosión de colores que tanto nos alegra los ojos a nada que salimos de la ciudad.

Pues bien, después de lo dicho, de glosar las maravillas de los alimentos y de los paisajes riojanos, sentimos ser aguafiestas: todo esto se puede acabar, y bien pronto, si entre todos no somos capaces de sacar al sector agrario riojano de la situación de desamparo que lleva años sufriendo, ante la pasividad de una sociedad que disfruta de nuestros productos y de nuestras vistas, pero que no concede la importancia que merece a la labor de los agricultores y ganaderos, de agricultoras y ganaderas, de quienes trabajan en nuestros pueblos, en nuestros campos y en nuestras granjas.

Y ojo que la desaparición del sector agrario riojano no es moco de pavo, que estamos hablando del 6% del PIB de nuestra Comunidad, más del doble de lo que representa el sector en el conjunto de España. Y si sumamos lo que aportan el enoturismo y la industria agroalimentaria, se alcanza el 18% de la economía de La Rioja.

Pero la vinculación de la agricultura y la ganadería con La Rioja va más allá de estas cifras tan relevantes: ¿quién no tiene en Logroño un padre o un abuelo agricultor o ganadero? ¿Qué porcentaje de la población logroñesa no tiene un pueblo al que ir en fiestas, a ver a la familia o a pasar el fin de semana?

A veces pensamos que Logroño es solo receptor de trabajadores del resto de La Rioja, pero en la espectacular marabunta de coches que salen cada mañana de la capital, para regresar por la noche, un alto porcentaje de los que se mueven son agricultores y ganaderos. Y lo mismo sucede con las capitales de comarca, donde duermen muchos de los y las que al día siguiente cogen el tractor o van a la granja. Y ellos, más los que resisten aún en su pueblo, son quienes ocupan y gestionan el territorio, quienes lo mantienen vivo y limpio, quienes cultivan los campos y crían los animales que luego consumimos en la ciudad. No en vano, más de la mitad de la superficie de La Rioja está ocupada por cultivos o pastos. Y si sumamos el terreno forestal, también gestionado por los habitantes de los pueblos, muchas veces en combinación con actividades agrícolas o ganaderas, se alcanza el 93% de la superficie riojana.

¿Qué pasaría si desaparecieran quienes gestionan estas casi quinientas mil hectáreas? Pues que, quitando las mejores fincas y pastos, el resto se convertiría en uno de esos eriales que vemos cuando viajamos por otras tierras mucho menos afortunadas que la nuestra. O, como también podemos comprobar bien cerquita de La Rioja, ver nuestros campos sembrados de molinos o de placas, en lugar de nuestros cultivos.

A eso nos enfrentamos, a la desaparición del sector agrario riojano como hoy lo conocemos, como lo hemos vivido durante cientos de años, compuesto por pequeñas y medianas explotaciones agrarias familiares. Puede que siga habiendo agricultura y ganadería en La Rioja, pero sin agricultores ni ganaderos, sino con tractoristas y obreros en las granjas. De ahí las protestas agrarias de los últimos años, y de ahí el estallido que ha protagonizado todo el sector desde el pasado mes de febrero.

Hoy queremos aquí exponer los problemas que afronta el sector agrario riojano, y que provocan que no esté garantizada la supervivencia del modelo mayoritario de agricultura y ganadería, el que conocemos no solo en La Rioja, sino en el resto de España y en Europa: el modelo de hombres y mujeres que trabajan directamente la tierra, el que da empleo, mantiene los pueblos vivos y dinámicos, y permite una gestión del territorio equilibrada y sostenible. Unos pueblos que, sin agricultores y ganaderos activos, se despoblarían mucho más rápidamente de lo que ya estamos viendo.

Como todas las economías, queremos que el beneficio del sector agrario provenga de la venta de sus producciones en los mercados, no de las ayudas. Pero nos encontramos con una competencia desleal de alimentos llegados de cualquier parte del mundo, y que han sido cultivados o criados sin cumplir las mismas y estrictas normas que tenemos en la Unión Europea.

Además, antes estas producciones eran de alimentos que aquí no se daban, o que llegaban en momentos en los que aquí no era temporada; pero es que ahora vienen justo cuando empieza la temporada, por lo que provocan el hundimiento de los precios, dejándoles desamparados. No puede ser que cuando vienen aquí nuestras ciruelas, las traigan de Camboya para bajar los precios, haciendo que muchos frutos se queden en los árboles porque no se compensa ni la mano de obra de recogerlos. Y lo mismo con los espárragos, las alcachofas, las cerezas, la almendra, el champiñón, la carne…

Por eso es necesario volver a controlar los mercados y que funcionen correctamente las aduanas, evitando la entrada indiscriminada de alimentos más baratos porque son producidos sin los exigentes controles de seguridad alimentaria, medioambiental y laboral que aquí se tienen que pasar. No puede seguir ocurriendo que entren alimentos, se analice una ínfima cantidad de ellos, y que los análisis tarden quince días en llegar, de manera que para cuando salta la alerta, ya se han consumido.

Tampoco debe permitirse lo que sucede con los cereales, que aún están llenos muchos de los almacenes de los agricultores, pero los comercializadores prefieren dirigirse a los puertos para cargar sus camiones. Hemos tenido dos años de sequía, con producciones de la mitad de lo habitual, pero hay que soportar que los precios se marquen en el puerto en lugar de en los almacenes riojanos.

No es lógico que se permita tanta especulación en el mercadeo de las materias primas agrarias, que incluso cotizan en bolsa, cuando el acceso a una alimentación en cantidad y calidad suficientes es un derecho de toda la población mundial. Por ello, es necesario que las políticas agrarias de la Unión Europea se enfoquen en revertir toda esta situación, los ciudadanos debemos apoyar una PAC diferente, que apoye verdaderamente al sector primario para que la sociedad tenga un producto de calidad y a un precio asequible.

Además de esta desregulación de los mercados, el otro problema fundamental que fomenta la falta de rentabilidad en el agro es la posición de dominio que tienen quienes compran los alimentos. No existen unas condiciones que permitan al sector primario poder negociar en igualdad de condiciones con los demás eslabones entre el campo y la mesa. Ni siquiera una Ley para la Mejora del Funcionamiento de la Cadena Alimentaria sirve para poner orden y justicia en las relaciones comerciales. ¿De qué sirve una Ley, si evidentemente no se cumple?

Si estas dos cuestiones se arreglaran, la competencia desleal en los mercados y la falta de poder negociador de agricultores y ganaderos, la situación cambiaría bastante. Porque si a esto sumamos cualquier contingencia que pueda surgir, el desastre está asegurado. Así sucede, por ejemplo, por los crecientes estragos que causa el cambio climático, con sequías más frecuentes combinadas con mayores afecciones de las trombas de agua; o con el aumento del coste de los insumos por cuestiones ajenas al sector, como la guerra de Ucrania: Por sí mismas, estas cuestiones podrían ser superadas, pero se convierten en desastrosas si se suman a la falta de rentabilidad provocada por los precios y la competencia desleal de productos foráneos.

La pandemia del COVID y la guerra en Ucrania nos han enseñado la debilidad que tenemos debido a la dependencia de otros países a la hora de disponer de bienes esenciales. Por eso reclamamos una Soberanía Alimentaria que nos permita producir aquí los alimentos que necesita toda la ciudadanía. No estamos hablando de chips ni de mascarillas, sino de algo tan básico y fundamental como la propia alimentación diaria. Porque lo que producimos aquí, además, son alimentos realmente de calidad, controlados para que lleguen sin contaminaciones.

Ahora que nos cuidamos tanto y se buscan estilos de vida sanos y saludables, nada mejor que unos alimentos que sabemos quién los cultiva y cría, y que son sanos y de óptima calidad.

Por eso, todo el sector primario nos está pidiendo el apoyo de la sociedad, de los consumidores y consumidoras, para que compren productos de aquí, que pregunten a los tenderos de dónde viene lo que adquirimos, que se impliquen en apoyar nuestros alimentos. Porque de lo contrario, si caemos en la dependencia de producto extranjero, ahora nos parecerá más barato, pero cuando no tengamos más remedio que comprar lo que nos llegue, los precios subirán. Por eso hay que fijarse bien en las etiquetas, mientras que la Administración ha de velar porque los etiquetados sean correctos y claros. Y que en los comedores públicos (escuelas, residencias, hospitales) se apueste por producto local, dando ejemplo.

Hablando de alimentos, se comenta mucho también el aumento de su precio en los últimos años, incremento que no ha repercutido en la economía del sector agrario por el aumento brutal de los costes de producción para cultivar y criar el ganado. Pero lo que hay que resaltar, y es una cosa que mucha gente no sabe, es que, del precio final que pagamos como consumidores, solo una pequeña parte llega a quienes trabajan para conseguir los alimentos. Alguien se queda con el beneficio, pero desde luego no el sector primario. Nos encontramos en La Rioja con que una lechuga se multiplica casi por 6 entre el campo y la mesa, lo mismo que el cardo, los repollos o el bróculi; o las patatas, que se multiplican por 5. Productos, por cierto, que no necesitan transformación de la industria para su consumo…

En este punto es necesario derribar algún mito, como el de que todos los productos que vienen de fuera son más baratos que los nuestros: Hay botes de lentejas, de alubias o de garbanzos, de marcas conocidas, que cuando te fijas bien, ves que provienen de Canadá o de México, y están al mismo precio que productos de aquí. Y en La Rioja, por ejemplo, hay agricultores que se ganan la vida cultivando garbanzos, por si no lo sabíais. O lo que pasa con la carne, por ejemplo en Navidad, cuando se compra el tradicional cordero para los asados: muchos vienen de fuera, hundiendo nuestros precios precisamente en la mejor campaña de venta del año.

Estamos en La Rioja, y cómo no tenemos que hablar de vino. Como sabéis, los viticultores y también algunas bodegas, están atravesando una grave crisis que ya dura varios años, agravada por la caída del consumo mundial de vino, especialmente de tinto. Todo el sector unido debe ser capaz de colaborar para salir de esta situación, tomando decisiones valientes que contribuyan a revertirla. Es necesario seguir apoyando el consumo moderado de vino, es parte de nuestra cultura, nuestra seña de identidad como riojanos y riojanas, y así lo tenemos que transmitir a las nuevas generaciones. Bueno, todo esto es lo que reivindica el sector agrario riojano con este acto de hoy.

Esperamos que haya servido para que nos escuchen quienes toman las decisiones, que tenemos por delante elecciones europeas, así que esperamos que en los programas electorales se recojan todas las demandas y propuestas de los agricultores y ganaderos, de las agricultoras y ganaderas de La Rioja.

Reitero para finalizar que la sociedad no puede permitir que se reconvierta por la cara a todo el sector agrario riojano. No podemos consentir que suceda lo que pasó con los altos hornos, con la minería o con la industria naval. El conjunto de la ciudadanía riojana no puede mirar para otro lado mientras su agricultura y su ganadería fallecen por falta de rentabilidad, exceso de requisitos para cultivar o criar el ganado, y atracón burocrático para producir.

Juntos, el sector agrario unido y toda la ciudadanía de La Rioja, tenemos que luchar para conseguir una agricultura y una ganadería rentables, sostenibles y que nos doten de la Soberanía Alimentaria que riojanas y riojanos nos merecemos.

Tenemos que pelear para que nuestra Comunidad siga siendo el vergel que es, con unos pueblos vivos y activos, con una sierra poblada y con ganado, y con un territorio que nos siga regalando las maravillas de la huerta, de los frutales y de los campos de cultivo.

Así pues, y para terminar, gritad conmigo:

¡VIVA LA RIOJA!

¡VIVAN LA AGRICULTURA Y LA GANADERÍA RIOJANAS!

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