Ganadería

El último pastor de Ledesma de la Cogolla

Alguien alguna vez le dijo a Carmelo Pérez que en Ledesma de la Cogolla llegó a haber un millar de ovejas y una veintena de rebaños. Él recuerda esa estampa de su pueblo del Alto Najerilla en los buenos años, cuando todo el mundo tenía animales y el que llegaba a las 150 cabezas era considerado “un terrateniente”. Incluso había agricultores que sembraban algo de cereal. Pero ahora ya no queda ni rastro de unos ni de otros. De hecho, Carmelo es el último pastor en extensivo que aún perdura en el municipio, aunque por poco tiempo. Junto a él hay otra vecina que tiene una partida de vacas y unas pocas ovejas. Ambos, sin embargo, se jubilan este mismo año.

La de esta primavera ha sido la última paridera de este ganadero que ya ha puesto a la venta las 160 ovejas que le quedan en la nave para despedirse de ellas definitivamente pasado el mes de junio. Llegó a tener algo más de 250 cabezas, pero poco a poco su cabaña fue perdiendo volumen. Las últimas bajas vinieron hace un par de meses. “El lobo se llevó por delante seis ovejas, aunque solo pudimos localizar cuatro animales. Al final, tuve que quitar unas treinta ovejas porque sino el lobo me las iba a acabar matando”, recuerda. Hasta hace un año asegura que nunca habían visto al depredador por esta zona de la sierra, pero el pasado mes de octubre ya atacó a otro ganadero que había y teme que no sea la última vez.

“Entre una cosa y otra ya acabas cansado, así que estoy esperando el momento de decir adiós al ganado. Creo que sí me quedaré con unas pocas ovejas, a modo de autoconsumo, pero nada más”, reconoce. Estos últimos años de profesión no han motivado que ese sentimiento cambie, sino más bien todo lo contrario. “La ganadería se ha convertido en un sector en el que, o mueves mucho volumen de animales, o no sacas casi ni para cubrir gastos porque los precios de las materias primas han subido una barbaridad”, remarca.

Los piensos son, sin duda, los más afectados. Pérez calcula que esta materia se habrá incrementado en torno a un 30 por ciento en los últimos 3 o 4 años. “En invierno las ovejas sí se alimentan de los pastos del monte, pero una vez llega la primavera y sin lluvias a la vista esta zona de la sierra se queda muy seca y hay que ayudar en la alimentación con el pienso. Menos mal que el cordero lleva un año que al menos mantiene unos precios buenos, rondando los 70 euros, y aún dicen que se van a mantener. Pero lo cierto es que esto no es suficiente para compensar el precio de las materias”, opina.

“Siempre he estado con las ovejas. Estuvieron mis abuelos, luego les siguieron mis padres y luego ya me quedé yo. Pero aquí ya se acaba todo. Estoy solo y lo del relevo generacional no va a ser una opción, así que la única alternativa que queda es venderlas”. Sentencia firme. Y si no hay suerte y no encuentra un comprador apropiado, tendrá que recurrir al matadero. “Podría venir alguien interesado en coger la explotación entera, con los pastos y superficies forrajeras, pero eso es más complicado. Sí que me han llamado unos ganaderos de Álava que podrían querer las ovejas, así que habrá que esperar a ver en qué se queda todo”.

Mientras tanto, este pastor veterano continúa atendiendo a su rebaño y a los corderos que parieron hace ya unas semanas, mientras aguara al carnicero, que no tardará en subir al pueblo para llevarse algún animal. “Pensaba que no iba a llegar a hacer una nueva paridera porque esperaba vender antes las ovejas, pero no es fácil darles salida y para llevarlas al matadero siempre hay tiempo”, reconoce.

Con su marcha de los corrales se pierde así parte de la historia de un municipio, pero también de una región que poco a poco se va llenando más de recuerdos que de nuevas experiencias y personajes. “Lo más cercano a Ledesma donde todavía queden explotaciones es Pedroso, pero este ganadero también podría estar ya jubilado. La realidad es que esta actividad ha dejado de ser atractiva para muchos jóvenes, al igual que vivir en pueblos como estos, a pesar de que estamos bien conectados y cerca de los principales núcleos de población. En Ledesma, por ejemplo, los más jóvenes del pueblo no bajamos de 60 años a excepción de una pareja joven que vino a vivir al pueblo”.

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