Agricultura

Del frontón al colmenar: “Hay mucho margen para innovar en la apicultura”

Víctor Esteban, en su comenar en Ezcaray

El primer partido de pelota que jugó Víctor Esteban fue en 2013 en el frontón de Ezcaray, su pueblo natal. Entonces lo hizo como un mero aficionado para despedirse diez años después de su faceta de pelotari profesional, disputando su último partido también desde estas paredes que le han visto crecer y aprender. Ahora Víctor (Ezcaray, 1993) ha cambiado la pelota por los guantes de apicultor, pero sin perder esa vinculación especial que le une a esta tierra de la Sierra de la Demanda

Las colmenas llegaron a su vida casi al mismo tiempo que los frontones porque ya de chaval acompañaba a su tío a sacar la miel. Este profesionalizó la tarea que antaño desempeñaron los bisabuelos y abuelos de Víctor y lo hizo durante 40 años, embotando y endulzando los aromas del Valle del Oja para distribuirlos por los alrededores. Ahora es el turno del sobrino.

“Aquellas visitas a las colmenas crearon en mí algo adictivo. Por un lado, por el entorno en el que estamos, en plena montaña, y también por el propio comportamiento de las abejas, porque son animales extraños pero engancha ver cómo trabajan en el colmenar. Para mí ir allí mientras estaba compitiendo en la pelota era una especie de retiro donde desconectaba totalmente y me centraba solo es los panales. Me venía muy bien”, recuerda.

No le costó, por tanto, tomar la decisión de convertirse en joven apicultor y pasar de verlo como un hobby a vivirlo como una profesión y un proyecto personal, algo similar a lo que le ocurrió con la pelota. El pasado mes de octubre tomó las riendas de la explotación apícola familiar, renovando la imagen de marca de esta miel de altura.

Una miel que principalmente es de brezo y que extrae de sus 500 colmenas asentadas en la zona del Ezcaray durante todo el año (esporádicamente las traslada hacia Ojacastro o las sube más a la sierra). La producción, indica, varía mucho en función de la meteorología, pero la media ronda en los 13 kilos por colmena, estando en seis kilos los años peores y en 20 kilos los mejores años.

En plena época de floración, las abejas están metiendo mucho néctar y la reina no deja de poner huevos, por lo que las colmenas comienzan a crecer en número de abejas. “Sanitariamente, están muy bien, así que a ver si el tiempo acompaña, hay campo y vienen las lluvias. Será en septiembre cuando comience la campaña de sacar la miel, así que para entonces la abeja ha tenido que hacer ya su trabajo”, señala el apicultor con buenas sensaciones para esta temporada.

El tipo de miel a elaborar tampoco estaba en el aire: “La de brezo es la de mi infancia, la que me daba mi abuela cuando era pequeño, así que quería seguir haciendo ese tipo de miel. Es cierto que es costosa de elaborar también por ser de alta montaña, pero es una gran miel y poder elaborar algo de tu entorno es un lujo”.

Ha hecho un cambio en la etiqueta, pero el objetivo es el mismo: “Intentar que la máxima gente posible pueda disfrutar del trabajo que hacemos nosotros y nuestras abejas y en nuestro pueblo, para que conozcan las cualidades de este paisaje que es un privilegiado”. Y la recompensa ha llegado por parte de su clientela, que aprecia el producto “y repite, que es lo importante”.

Dentro del carácter tradicional de esta actividad agraria, Víctor tiene claro que en la apicultura se puede innovar. “Tenemos la posibilidad de hacer muchas cosas a nivel de datos, así como de genética de la abeja. Hay un gran camino para poder aprender y mejorar en la gestión de las colmenas y eso es justo lo que me llamó la atención de este sector, que hay mucho margen para innovar, mejorar y adaptar la apicultura a las diferentes circunstancias”, remarca mientras participa en un curso de formación enfocado a innovación tecnológica en la apicultura.

El estudio de la genética es uno de los campos que más le atraen y que le gustaría poner en práctica próximamente: “Hay abejas mejores y peores, unas que te producen más miel que otras o son más o menos agresivas. El hecho de poder hacer una selección para intentar tener la mejor genética posible en este tipo de abejas es algo muy importante, así que quiero formarme más en estas técnicas que creo son muy útiles”.

Y en este proceso de aprendizaje en el que anda inmerso, Víctor hace hincapié en los tratamiento que existen para combatir la barroa, la principal amenaza de las abejas y que “en muchas casos se pueden cambiar y mejorar par ayudar en lo máximo posible a las abejas”. Por ello considera que es clave una mayor investigación para sacar al mercado nuevas herramientas que permitan hacer frente a esta enfermedad.

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