La Rioja

Reinventarse o morir: las mercerías de antaño, en las redes de hoy

Solo con ver la puerta algo me decía que iba a cruzar el umbral a un mundo, cuanto menos, sorprendente, y no me equivocaba. Color, mucho color. Color por todos lados. Y así lleva siendo desde hace cuarenta años que, dicho así, suena a poco, pero mantener un comercio desde el 84 ya es todo un triunfo. Y si no que se lo digan a María Santos Yusta.

Siempre había tenido un gran amor por las labores y ha sido profesora de bordado a máquina, título que se sacó estando embarazada. Por aquel entonces no encontraba una tienda que reuniera el tipo de material que a ella le gustaba, así que se atrevió a montar Labores El Taller (calle Duquesa de la Victoria, 17-19, Pasaje del Ayuntamiento). La tienda ya de por sí es de cuento, pero cruzando una ‘cortina mágica’ encuentras a María Santos sentada en una silla de madera pintada de verde observando con detalle un catálogo de hilos.

“La mercería es, junto con el gremio de la farmacia y el de la ferretería, el que más referencias maneja. Cada referencia son quinientos colores, así que empieza a sumar hilos, algodones, lanas… Te vas a cintas y encuentras colorido, anchuras, metrajes, igual que las pasamanerías”. Una inversión que generalmente suele estar parada a la espera de que venga alguien buscando ese artículo concreto, por eso no es un negocio que rinda a corto plazo. Es una inversión muy larga en el tiempo, sin olvidarnos de ir reinvirtiendo para estar actualizados en cada momento”, explica Marta, su hija y responsable también de la tienda.

Porque con la creciente preocupación por la sostenibilidad, la moda ética y el movimiento DIY (hazlo tú mismo) hay que estar preparado para abastecer al cliente del material que ve en los tutoriales. “A veces los vídeos son un mundo de ilusión y fantasía que te hacen creer que solo puedes utilizar esos materiales y hacerlo de una forma concreta, pero cuando le enseñas la cantidad de posibilidades que tiene, la persona se replantea sus proyectos y desarrolla su creatividad”.

A sus 80 años, jubilada en activo, cada mañana es María Santos es la que abre la tienda. Un espacio por el que cada vez pasan menos jóvenes y, las que lo hacen “son hijas o nietas de clientas de toda la vida”. Porque el futuro de este negocio no es nada halagüeño según explican madre e hija. “La gente joven quiere inmediatez, cosas rápidas. Parches o pegatinas para tapar agujeros”. Literal.

Por ello ha sido fundamental para Labores El Taller enlazar un comercio clásico y tradicional con la corriente del DIY y las nuevas tecnologías y redes sociales. “Hay que acercar el producto al cliente de forma amena y clara y no perder la relación con él”. A Marta le costó esto de Instagram, pero “mis hermanos me metieron a empujones”. Como en muchos otros negocios, todo empezó en la pandemia. “Vimos que era una forma de estar en contacto con la gente y lo importante en ese momento era no perder la presencia”.

A día de hoy, lo que en un principio fueron publicaciones contadas se ha convertido en una rutina en la que “subimos contenido de novedades, escaparates, trabajos y pruebas… Se trata de dar visibilidad a un negocio que por otro tipo de cauces hubiera seguido siendo conocido por los mismos de siempre”.

Retos costuriles

Para Ángela Merino las redes se han convertido en una pieza fundamental de su negocio. Con 31 años decidió -hace cuatro añoñs- dejar el trabajo que tenía y coger la mercería en la que llevaba comprando toda la vida. La dueña se jubilaba después de más de treinta años detrás del mostrador y no lo dudó ni un segundo.

Mercería Ángela (calle Lardero, 30) nace de un amor incondicional por las manualidades y la costura. Esta joven respeta mucho el trabajo de todas esas abuelas que hacían maravillas cada vez que se ponían un dedal y anima a que eso no se pierda. “Tenemos la mala costumbre de tirar la ropa que se estropea o ya no nos ponemos en vez de arreglarla o tunearla”.

Porque el coser relaja, “y mucho” y entre otras cosas eso es lo que Ángela transmite en cada una de sus historias y publicaciones. “Las redes son un acompañamiento perfecto y gracias a ellas me ha conocido mucha gente de aquí e incluso de fuera de La Rioja”. Le encanta hacer tutoriales divertidos y prácticos y poco a poco ya va engordando su cartera de seguidores. “Enseño a hacer neceseres, bolsos, a cambiar el carro de la cremallera… Y, ahora, por ejemplo, estoy con un vídeo en el que diseño antifaces para Carnaval”.

Pero Ángela va más allá y hace unos meses que propone ‘Retos costuriles’. “Yo hago un tutorial y le doy a la gente un plazo de tiempo para que hagan el trabajo. Es una forma de activar a los clientes y de que te compren material a ti. Además, me mandan fotos y suben a las redes los resultados de sus labores, me piden ayuda, me enseñan sus truquillos…”.

A toda máquina

María Alonso ha continuado con el negocio de su padre, una tienda de máquinas de coser, la única que queda ya en Logroño si hablamos de doméstica (calle Torremuña, 3). Lleva toda la vida entre máquinas y sabe de lo que habla. “Aunque no nos lo creamos, la gente sigue cosiendo. Antes se hacía mucha ropa, ahora ya no, pero actualmente se elaboran muchos complementos como carteras, bolsos…”.

Un mundo que ha llamado mucho la atención a las generaciones más pequeñas gracias, otra vez, a la pandemia. “Durante el tiempo que estuvimos encerrados se enganchó gente joven que se aficionó mucho y mantiene el hobby. Es que con máquinas de coser se puede hacer de todo. Ahora, incluso, hay bordadoras que bordan solas simplemente metiendo un programa en el ordenador. Es una maravilla”.

Como sus compañeras de “negocio complementario”, decidió meterse en las redes sociales para adecuarse a los tiempos. “En la pandemia abrí la página web y me puse a hacer millones de cursos de Instagram”. Ahora, cuando cierra la tienda, graba tutoriales en casa y los sube a las redes. “Es increíble cómo se ven estos vídeos. Incluso hemos hecho un grupo de Telegram donde la gente participa mucho”. Concursos, ofertas y los secretos del coser. Todo, a un clic.

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