El Rioja

De las viñas del abuelo al ‘orange wine’

Josean Eraso elabora desde 2020 un tinto y un blanco con pieles

Josean Eraso, en una de las viñas de la familia en el término de Moreda de Álava. | Fotos: Leire Díez

Moreda de Álava es el pueblo más seco de todo el País Vasco y este año las hojas de las parras lo han sufrido más si cabe con la falta de agua y los calores de agosto, pero la vid es valiente como ella sola y sabe tirar de las pocas reservas que tenga. Este pueblo rodeado por la frontera de Navarra y lindando también con La Rioja es de tradición vitícola, por lo que también cuenta con un barrio de bodegas e incluso un lagar común, aunque ya en desuso. Lo curioso es que también es de tradición olivera, por lo que son varias las parcelas en esta zona que todavía quedan con cepas y olivos intercalados sobre una misma finca, preservando el hacer de los antepasados que buscaban en sus tierras variedad de cultivos y diversidad varietal también en la viña. Josean Eraso, descendiente de esta villa alavesa, tiene uno de esos escasos terrenos que son un verdadero regreso a los años 30 y 40, un patrimonio que le debe a su abuelo, y también a sus padres, quienes se negaron en rotundo a vender algunas de sus viñas más auténticas. Ubicada en lo alto de una loma, con una encina de vigía, se divisa todo el valle de la Regadera, con Labraza al fondo y, más allá, Meano y Lapoblación en las estribaciones de la Sierra de Cantabria que se da la mano con la de Codés. “Ya solo por estas vistas merece la pena mantener la viña, ¿o no?”.

Una viña que fue plantada el año que estalló la Guerra Civil y que se enmarca dentro de la zona por la que atraviesa la conocida Ruta del Vino y del Pescado, lo que a día de hoy se conoce como la GR38. Antaño, este camino de casi 170 kilómetros que atraviesa todo el País Vasco desde la costa de Bermeo pasando por Vitoria hasta llegar a la capital riojana fue vía de tránsito de carros y carretas que traían pescado del Cantábrico y se llevaban vino de Rioja en pellejos. Tierras de historia y esfuerzo que a día de hoy siguen desprendiendo ese aroma a valentía y constancia. A Josean le daba pena que todo este patrimonio de unos pueblos trabajadores se perdiera con el paso del tiempo, por lo que desde hace años aporta su granito de arena de manera ya profesional en la tarea de recuperación y mantenimiento tanto en Moreda como en Barriobusto y Labraza, aunque desde siempre ha estado vinculado al campo por legado familiar. Allí tiene repartidas varias parcelas de viña, la mayoría heredadas de su familia pero otras también compradas, y que juntas suman ya siete hectáreas con multitud de tipos de uva, desde las garnachas, el graciano y el mazuelo hasta la viura, la malvasía, tempranillo tinto y blanco y otras ya más testimoniales como Miguel de Arco, calagraño o turruntés.

Lo del vino llegó después, aunque de eso Josean ya venía con la lección aprendida gracias a lo que elaboraban en el calado familiar sus abuelos. Todo empezó en un curso de tracción animal al que se apuntó en Albacete y que era impartido por Alfred Ferris, quien viajaba frecuentemente a Rioja Alavesa a labrar viñas. Fue este maestro de los caballos quien le puso en contacto con David Sampedro, de Bodegas Bilhar, y ambos comenzaron a amañárselas muy bien tanto en el viñedo como en la bodega. Trabajando juntos desde hace año, el punto de inflexión para que Josean diera el salto a la vinificación ocurrió cuando se animó a cursar una formación especializada en Laguardia. Desde entonces, ha creado dos vinos, un tinto y un blanco macerado con sus pieles al más puro estilo ‘orange’ y que ya comercializa en el extranjero. El lazo de amistad que le une a Sampedro es demasiado fuerte, pero para esta campaña ha decidido alquilar una pequeña bodega garaje en Laguardia para dejar que su sueño siga creciendo, aunque la elaboración continúe haciéndola en Bilhar. “Al final me paso todas las vendimias con él y con Melanie, por lo que sería complicado estar de un lado para otro. Así yo puedo echarles una mano y ellos también a mí”.

Él es el único pequeño productor y elaborador que hay en Moreda, a excepción de la bodega Fernández de Piérola, germen del Grupo Piérola y a la que le vende parte de sus uvas, “pero ellos están en otro nivel”, ríe Josean. Y es que su propósito no es aumentar la superficie cultivada, sino incrementar el número de botellas que saca al año al mercado. Con la primera añada, la de 2020, lanzó unas 3.000 botellas, y con la de 2021 que está ahora en el mercado ha sacado ya unas 4.000. “Poco a poco, pero la idea es destinar más producción a hacer mis mis vinos y vender menos uva a terceros”. La filosofía por la que apuesta es la de “mínima intervención”, por lo que ya está en la senda de la certificación en ecológico de todas sus viñas.

En otro punto del término de Moreda, más próximo al municipio, el bisabuelo de Josean plantó viña sobre losas de piedra aportando más variedad vegetal a una tierra que ya gozaba de olivos y alguna otra higuera que llegó más tarde. La abuela de Josean incluso se animó a hacer con estas piedras una especie de nevera donde guardar el vino y el almuerzo para esas largas jornadas de trabajo en las que no se regresaba a casa hasta que el sol se ponía. Para cubrir las faltas que había, hace diez años su padre plantó algunas cepas pero lo hizo con tempranillo blanco por ver cómo se desenvolvían en este terreno, aunque el objetivo nunca ha sido sacar más uvas, “al fin y al cabo es una viña de la que no sacaremos más de 500 kilos”, calcula.

La vendimia en esta zona extrema de Rioja Alavesa también ha sido rara. Josean ha vendimiado antes el tinto que el blanco, pero este último ha entrado super sano a pesar de los focos de botrytis que se han visto por otras zonas. Aunque su campaña concluyó la primera semana de octubre, las uvas que van a parar a sus vinos procura cogerlas un poco antes de tiempo en busca de una mayor acidez. “Hemos tenido años en los que hemos vendimiado con 13,5 o 14 grados y yo creo que con coger la uva con 12 o 12,5 grados podría valer. El tinto lo vendimié con 12,5 y en vino ya estaba con 13 grados”, explica.

Acidez que se palpa también en su blanco Azala (significa pieles en euskera), ese ‘orange wine’ que desprende una fruta dulce gracias a la garnacha y que recuerda a los vinos de Jerez. Y no se queda corto, porque tiene 13 grados. “Este es un blanco con alma de tinto, porque es potente. Un blanco que sorprende, que se sale de lo que estamos habituado a ver en Rioja, pero realmente antes los blancos se hacían así”. Este año Josean tiene pensado probar algo nuevo con este vino, que en años anteriores salía de dos parcelas diferentes y lo hacía con pieles, pero esta nueva añada procederá solo de la viña del 36, cuyas uvas prensará y desfangará antes de meterlas en barrica.

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