El Rioja

Las manos de Rioja, cinceladas por la tierra y el sol

Este año, más solicitados que nunca, los temporeros son protagonistas indispensables en la vendimia

Llegan a Rioja cuando el sol del verano se derrama sobre la tierra. Tijeras en mano, están preparados, cuando aún no ha amanecido, para empezar con el tajo. Dos viejos coches les acercan hasta la finca. Sus ropas atestiguan que llevan jornadas intensas de trabajo. Antes de que el sol del octubre de este año empiece a calentar ya se han recorrido los primeros rencles del terruño que les toca. Ellos no conocen de taninos, ni de aromas y añadas. Hoy en Tudelilla, pero ayer en Ausejo y días atrás en El Villar de Arnedo. Esenciales para que la cultura del vino luego se extienda por los cinco continentes, pero silenciosos y muchas veces incluso invisibles.

La mayoría han dedicado los últimos meses a recoger fruta, en Murcia, en Aragón, en La Rioja Baja. La familia Elgual se acerca a tierras riojanas dos veces al año. “Venimos en la espergura y ahora en vendimia, el resto del año lo pasamos en Murcia y después iremos a Jaén a la oliva, si hay trabajo”, dice el mayor de la familia, quien coge el mando de la conversación y muestra su miedo ante las noticias que llegan de campos andaluces.

Foto: Sergio Espinosa

Ellos son habituales en la región. Sus padres fueron unos de los primeros temporeros que llegaron a tierras riojanas en los años noventa. Después empezaron a acompañarlos ellos. Son tres hermanos, Mohamed es el mayor. Aún recuerda que con sólo doce años ya comenzó a trabajar en las vides riojanas. “Entonces había pocos temporeros y las máquinas aún no habían llegado a Rioja; hacían falta todas las manos posibles”. “En la familia también hacía falta que todos trabajásemos, así que había que venir”. Ahora, los tres hermanos vienen acompañados de sus hijos, cinco jóvenes que sonríen ante la cámara y que con el paso de los años ya han cogido la habilidad necesaria para sentirse como pez en el agua entre las vides.

Sus turbantes esconden los flequillos de moda que llevan todos los chavales de su edad. Charlan entre ellos en árabe pero sonríen ante los comentarios en la conversación. El más joven acaba de cumplir la mayoría de edad. Esta es su tercera vendimia. “El trabajo es duro, hay que agachar mucho el riñón”, dice casi telegráficamente más por timidez que porque no sepa hablar en español. “La fruta es más fácil”, reafirma su padre. “Es por que hay que estar mucho tiempo agachado, además aquí hay que cargar más peso”.

Foto: Sergio Espinosa

Tres generaciones de trabajadores marroquíes que se arrimaron por primera vez a las vides en busca de oportunidades y sueños hasta que vieron que ésta sería su forma de vida para siempre. Muchas vendimias lleva Mohamed a sus espaldas. Trae consigo una riqueza de experiencia que es difícil encontrar en otras de las muchas cuadrillas que pueblan estos días los terruños de Rioja. Conocimiento y habilidad a partes iguales. Aunque es el patrón el que manda, conoce bien el terreno y los racimos, sabe cuándo es el momento óptimo de vendimiar y sabe cuál es válido y va a cunacho y cuál hay que dejar en el camino.

Manos ágiles y pocas conversaciones, en muchos lugares donde las máquinas no pueden entrar se convierten en los protagonistas de una historia que se repite año tras año. “Mi primera vendimia fue en el 92, desde el 99 venimos siempre con Jose, es buen patrón, nos pone casa y paga bien”. ‘Faltan manos para la vendimia’ rezan los titulares y ellos lo notan. “Este año se los rifan”, dice Norberto. Él le ha pedido a José que se los deje unos días. Es difícil encontrar temporeros. “Y más encontrar a unos tan trabajadores como estos”.

Foto: Sergio Espinosa

Pero es que más de tres décadas después la familia Elgual conoce a la perfección la vendimia riojana. “Como este año, ninguno”. Las tormentas de agosto pegaron fuerte en la zona y se encuentran más podredumbre de la deseada. “El trabajo es mucho más complicado, hay que seleccionar muy bien las uvas”. Su labor estos días es casi quirúrgica. “Cuando el campo está sano empiezas y no terminas hasta que no se llena el cunacho, así cuesta más llenarlo”. Mohamed es consciente de que su habilidad determina la calidad del vino que se producirá en la bodega. Hay que conjugar a la perfección la rapidez con la destreza para saber qué racimo sí y cual no. “Este año no puedes meter todo al cunacho”.

Colores intensos (azul índigo, verdes, rojos) en los turbantes que se ponen para librarse del sol abrasador. “Quién me iba a decir a mi que íbamos a estar vendimiando a finales de septiembre con más de treinta grados”. Bien tapados porque “lo que quita el frío quita el calor y para evitar los raspones casi inevitables de los sarmientos” dan una última vuelta antes de parar a almorzar. Movimientos rápidos y manos ágiles, en una coreografía en la que cada cual sabe su papel. El sol calienta sus espaldas, pero no paran. “Hasta las doce hoy no se almuerza y hasta las cuatro y media no terminamos”, advierte el hermano mayor de la familia.

Foto: Sergio Espinosa

Unas hileras más allá hay otra cuadrilla. Son portugueses. Alguna mujer les acompaña en la tarea. “Nosotros preferimos ir en familia, es todo más sencillo, preferimos trabajar con gente que conocemos, que si no siempre hay líos”, asegura Mohamed. Vendimia familiar con acento árabe.

Con el sol en todo lo alto buscan algo de sombra entre las furgonetas y los contenedores para almorzar. Una nevera con agua fresca (también alguna Coca Cola), unas latillas de sardinas, pan para unos bocadillos y unos yogures componen el menú de hoy de la familia. Los chavales lo devoran apoyados en el maletero del coche, los mayores se sientan en el suelo, una montaña de piedras les sirve ofrece sombra en una jornada de calor casi extremo.

Foto: Sergio Espinosa

“Este año las cosechadoras están fallando por las condiciones de los racimos y son muchos los que nos están llamando”. Ellos tienen el calendario lleno en una vendimia un tanto extraña. “Hemos tenido casi tres vendimias, empezamos con el blanco muy pronto y después con el tinto empezamos y tuvimos que parar unos días por las lluvias”.

Foto: Sergio Espinosa

Además, algunos días no ha sido fácil salir al campo. Marruecos ha sufrido mucho tras el terremoto de hace unas semanas. Ellos aquí y en muchos casos sus familias allí con incertidumbre de saber si estaban sanos y a salvo. Manos expertas que acunan las viñas de Rioja para sacar lo mejor de ella. Efímeros guardianes de la vid que cosechan sueños entre hojas y racimos. Migrantes del tiempo con manos cinceladas por la tierra y el sol que marcan el paso de las estaciones.

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