El Rioja

En la variedad está el gusto

Javier Arizcuren junto a su madre Jose Fina, en la Finca El Foro. | Fotos: Leire Díez

La suela de las botas se hunde ligeramente en un terreno de arena tostada por el que a veces cuesta avanzar. Un suelo casi opuesto al que se ve al otro lado del camino que separa una viña de otra mucho más pedregosa, lo que podría parecer que en siglos pasados separaba también un cauce de otro, de ahí que los elementos que lo componen sean diferentes. Esto es una mera suposición, pero lo que es una evidencia es que el tipo de suelos influye de una forma u otra en las uvas y en el vino resultante. Si a eso se le suma la variedad varietal, el álbum que se forma de posibilidades de aromas y sabores es inmenso.

Justo lo que se palpa al recorrer las cepas de la Finca El Foro en Quel. Apenas cuatro fanegas (0,8 hectáreas) donde conviven en armonía cepas de garnacha, en su mayoría, junto a varios renques de mazuelo, viura y tempranillo y algunas cepas de garnacha gris y Miguel del Arco. Esta última variedad, también conocida como moristel y prácticamente en desuso, es natural del levante mediterráneo y se caracteriza por adaptarse bien a la sequía y ser poco productiva. Exactamente lo que busca Javier Arizcuren para este vino parcelario que ha conseguido la categorización de Viñedo Singular este mismo año.

Esta semana de finales de septiembre ha dedicado dos mañanas a la vendimia de esta viña porque se hace en dos partes: primero para recoger los racimos de viura, tempranillo y aquellos de mazuelo que vengan más tempranos, y después los de garnacha, Miguel de Arco y los escasos de garnacha gris que proceden de dos o tres cepas contadas, “pero suficientes para aportar ese punto de color adicional al vino”. La maduración va generalmente a la par en todas estas variedades, pero siempre hay diferencias, por lo que el viticultor de Quel prefiere diseccionar la cosecha de este enclave singular se mire por donde se mire, y no porque lo haya dictado el Consejo Regulador de la DOCa Rioja. De igual forma, la fermentación también se separa en dos remesas, aunque antes de empezar la crianza en barrica se junta todo y las variedades vuelven a fluir juntas.

Aquí la complejidad se mide por esa diversidad que existe de pieles, aromas y también de edades, ya que las primeras cepas se plantaron hará unos 90 años, con aquellas de garnacha y Miguel de Arco, mientras que en una segunda tanda la viña se amplió hace 45 años con las variedades de mazuelo y viura, cambiando así también el marco de plantación. Y es que en este paraje cada factor pone nota a la uva final que se recogerá: buena altitud, alcanzando unos 600 metros y próximos a las laderas de la Sierra de Yerga; orientación norte, que no aporta tantas horas de luz como la este u oeste, por lo que la productividad también es menor; y esos suelos arenosos, que permiten al viñedo gastar menos agua gracias a su porosidad que facilita el drenaje al mismo tiempo que hace que la maduración sea más ágil, creando unos vinos aromáticos.

Oulaid sostiene una de las cajas con los racimos de garnacha recién cortados en Finca El Foro.

Avanzan por los renques de la segunda mitad del viñedo dos trabajadores que llevan toda la campaña recorriendo las viñas de Javier. El receso para echar un bocado y reponer fuerzas ya ha pasado, con esa jugosa tortilla de patata a manos de José Fina, la madre del autor de este proyecto vitivinícola y que no pierde la oportunidad de un día de vendimias. “Trabaja como la que más. Le encanta venir por aquí, coger las tijeras y ponerse a llenar las cajas, y mira que le digo que no hace falta que trabaje, que para eso contrato a gente, pero no hay manera”, asegura Arizcuren con una sonrisa en la cara mientras mira a su madre.

Javier Arizcuren, padre, en Finca El Foro.

Tampoco se libra de la ayuda de su progenitor, Javier, que con sus 83 años aún recorre las cepas para que no se quede ninguno de esos racimos menudos y sueltos colgando. Él fue quien hace unos 20 años se hizo con la propiedad de esta viña perteneciente al Faro, el mote por el que se le conoce a un vecino de Quel y que Javier consideró perfecto para ilustrar las etiquetas de su vino. “¡Qué ilusión le hizo ver su nombre en las botellas!”. La viña estaba plantada al vaso, pero Javier padre decidió transformarla a una espaldera básicamente para poder meter el tractor y trabajarla mejor, aunque de la forma en la que él la trabajaba hay diferencia respecto a cómo la lleva su hijo. “Aquí antes había unos racimos… bueno, que nada tienen que ver con estos de ahora”, asegura este veterano del campo mientras sostiene uno entre las manos. “Esta viña traía unas uvas bien gordas y muchas más que ahora”, asegura y Javier entra en su defensa: “Sí, padre, pero de las uvas que traía antes esta viña no podríamos estar haciendo el vino que hacemos ahora”.

Un vino que ya va a por su quinta añada, siendo la del 2021 la que está ahora en el mercado. Por primera vez, Arizcuren ha logrado meter una de sus referencias en el monopolio de Suecia y ha sido con su Finca El Foro. “Es un logro muy importante porque es complicado estar ahí. Lo habíamos intentado antes con el Solo Mazuelo, pero no hubo suerte. Para este, en cambio, tuvimos suerte y lo cataron gente que nos ha abierto las puertas para estar presentes en este país. Mandamos el vino hace un mes y para octubre ya estará expuesto en las tiendas que forman parte del monopolio. A veces las puertas se abren por la calidad del producto, pero otras también por quién lo presenta”, reconoce.

Orgulloso por los peldaños que va subiendo este vino, y en general su proyecto, Javier no despega la vista de la viña. Apura ya sus últimas jornadas de vendimia antes de que el intenso calor previsto para finales de semana pueda dañar la uva que queda. Y mientras intercala el trabajo físico con los continuos viajes de Quel a Logroño, donde elabora y cría sus joyas en ese Taller de Vinos y donde también atiende las visitas enoturísticas que no cesan ni en época de vendimia. “Por suerte, aceleré mucho la vendimia al principio con las viñas que más prisa corrían como el tempranillo que va a parar a Monte Gatún y acerté, porque tras los descubes lo he probado y está buenísimo, muy equilibrado y con buena acidez. Y con el mazuelo me ha pasado lo mismo”, asegura, reconociendo que esta vendimia también le ha dado un aprendizaje: “Igual hay que empezar a vendimiar un poco antes de lo que pensamos, siempre y cuando se hayan conseguido los parámetros que buscamos, porque eso nos dará mayor frescura en el vino y un tanino menos marcado, que es justo lo que demanda ahora el mercado. Por no hablar del grave problema que te quitas con la sobremaduración”.

Este año Javier ha esquivado esa podredumbre de sobra, ni un grano podrido, ni siquiera en los racimos de Miguel de Arco que son más sensibles “y que todos los años se pudre alguna uva”, asegura su padre. Pero todo ha sido gracias al producto que aplicó hace unos días ante el riesgo que había por las condiciones idóneas para el desarrollo de la botrytis. “Pero también nos ha salvado de la botrytis el hecho de que la viña está equilibrada, con racimos pequeños y en los que se ve el raquis porque ahí el viento corre entre las uvas”.

La vendimia en Finca El Foro va llegando a su fin y con ellas los casi 3.000 kilos. “La calve es esa, poca cantidad y mucha calidad”, remarca y apela al cambio de mentalidad en el sector productor de Rioja: “El máximo de producción que marca el Consejo regulador no es el mínimo que hay que producir y si te quedas por debajo se ese rendimiento no pasa nada, es más, es mejor. Pero para algunos no llegar a ese máximo supone haberlo hecho mal y en muchos casos, especialmente con variedades como la mazuelo, no es bueno traer 6.000 o 7.000 kilos por hectárea”. Y en ese control de la producción juega también un papel importante la cubierta espontánea que deja en sus fincas, a pesar de lo que opina su padre sobre dejar hierba en la viña. En unas semanas, cuando comiencen a caerse las primeras hojas, Javier meterá un rebaño de ovejas para que la sieguen como ya hizo la campaña pasada, aunque este año adelantará las fechas.

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