Firmas

Tinta y tinto: ‘Pablo Hermoso de Mendoza está muy loco (o no)’

Ahora que es temporada de ajos (Arnedo celebra su día por Jueves Santo) podemos repetirnos. Y además, son buenos para la circulación. Pablo Hermoso de Mendoza está loco, decíamos en junio de 2022. Ahora, nueve meses después cual embarazo, estamos en condiciones de asegurar que no está loco. Está muy loco. Como una gaita. Una regadera. Podríamos completar el rosco del Pasapalabra con calificativos para describir el estado mental de nuestro alcalde. Demente. Perturbado. Chiflado. Lunático. Maniático.

El otro día, cuando volvía de mis quehaceres diarios, me lo encontré en la calle Marqués de San Nicolás (más conocida como ‘La Mayor’ o la Avenida Bosonit) poco antes de un acto institucional. Había llegado (él) con media hora de antelación al asunto y no sabía muy bien qué hacer. Esperar en el sitio, leer a Heidegger, tomar un vino o hacer otro ciclocarril a contraflujo junto a una turborrotonda holandesa. Todas las opciones le parecían tan buenas que no se decidía por una en concreto. Mi presencia le despertó curiosidad y conversación.

Acompañado por un inusualmente elegante Iván Reinares y otros dos concejales (Kilian Cruz y Esmeralda Campos), departimos sobre las últimas encuestas, esas que dan la victoria casi segura al PP, y sobre el pulso de la ciudad de cara a las elecciones. “¿Y qué crees que va a pasar?”. En ese momento no sabes si la pregunta va encaminada para refrendar las convicciones del que interpela o para intercambiar pareceres con los que formarse una opinión más completa. Como nunca he sabido mentir, le dije lo que pensaba. “Ya veremos. Ya veremos. Hay datos muy interesantes por ahí”, replicó.

El alcalde de Logroño está convencido de que va a ganar con una mayoría más amplia que la de 2019, cuando el voto de la derecha se dividía en tres partidos y él consiguió situarse en el centro del tablero. Su teoría choca frontalmente con la del candidato del PP, Conrado Escobar, quien también cree que va a ganar las elecciones. La incongruencia de la fiesta de la democracia. Todos creen que van a pillar cacho cual adolescente recién salido de la ducha un sábado frente al espejo. Desodorante. Peine. Colonia. Pequeñas tortas en la cara. “Eres el mejor”. “Tú sí que vales”. Hacer fuerza con la tripa para marcar abdominales. Mirada sensual para conquistar a una cámara que no existe. Bailecito aún más sensual.

La realidad llega al salir por la puerta de casa. Las dudas, la inseguridad, el miedo… pero Pablo Hermoso de Mendoza está muy loco y no le teme a las urnas. Él está convencido del modelo de ciudad que quiere implantar en Logroño y va a ir con él hasta las últimas consecuencias. Enfermería o puerta grande. No hay término medio. Su principal problema lo tiene con algo que no tiene ni arreglo ni posibilidad de cambio: el tiempo. La pandemia suprimió dos años administrativos, los fondos europeos han llegado de golpe y los votos se contarán en mayo de 2023.

Ante la oportunidad de poder remodelar toda la capital riojana de una vez, el alcalde ha decidido pasar del manual político -es posible que nunca lo haya utilizado-. Allí donde puede ejecutar una obra con dinero de Europa, allí que va el hombre con sus pinturas, sus bolardos, sus zonas estanciales, sus pasos elevados, sus zig-zag y sus ciclocarriles. Ansia por convertir Logroño en una ciudad del siglo XXI después de décadas paralizada por aquello del no molestar. Lo que se conoce en el argot jacarero como un nuevo “Destrozo de Mendoza”. Y él está convencido de ello.

Su problema, decíamos, lo tiene con el tiempo. Lo explicaba el otro día su homólogo en Vitoria (PNV), Gorka Urtaran, en una entrevista en El Correo: “Los proyectos innovadores que rompen con la tradición requieren lo que se llama un 3-6-9-12. Tres meses para que la gente diga ‘qué ha pasado aquí’, a los seis meses hay una contestación importante, a los nueve se empieza a calmar y a los doce meses se interioriza y entiende que es positivo”. Sólo República Argentina cumple. El resto de la ciudad está en eso de la “contestación importante”, justo en el momento de ir a las urnas.

Pese a ello, Hermoso de Mendoza está convencido de que los logroñeses acelerarán los plazos de sus pensamientos como él ha acelerado los plazos del inicio de sus obras para darle la vuelta a la ciudad como un calcetín. Las cosas de la locura. ¿Que la gente protesta porque estamos cambiando las calles? Pues ahí que te va el proyecto de la calle San Antón. ¿Qué Conrado Escobar anuncia 600 aparcamientos para la próxima legislatura? Pues ahí va el tío prometiendo casi el doble.

Y es entonces cuando te llegas a preguntar realmente si el loco es él o los locos somos los demás. El único cuerdo entre verdaderos trastornados a los que el tiempo nos hará comprender qué está bien y qué está mal. Algo así como lo que ocurre con Alice Gould en ‘Los renglones torcidos de Dios’ de Luca de Tena. Igual que uno termina la novela preguntándose si la mujer está bien internada en el hospital psiquiátrico, en la capital riojana hay más de uno que se pregunta por qué el alcalde hace lo que hace cada día.

“La gente debe saber que no va a poder aparcar gratis debajo de casa”, dijo hace poco, provocando seguramente varios infartos y arritmias entre su equipo de comunicación. Volvió a saltarse el manual político y trató a los logroñeses como adultos como si la sociedad quisiera que sus representantes políticos le contaran la verdad. En ello anda Macron, por ejemplo, con el problema de las pensiones en Francia. La respuesta de sus ciudadanos ha sido todo lo cabal que se podría esperar de una sociedad adulta y le han prendido fuego al país.

En Logroño, por suerte, no hay fuego (obviemos el asuntillo de la discoteca Bella Época) sino urnas. El 28 de mayo conoceremos el verdadero diagnóstico del paciente con nombre de rejoneador.

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