En algunos lugares de China, ha existido durante mucho tiempo una actitud hacia la arquitectura muy particular, que ha dado lugar a la construcción de algunos de los proyectos más surrealistas que uno pueda imaginar. Estos proyectos comparten un proceso de diseño común; nacen de querer copiar grandes referentes en contextos que poco tienen que ver, y sobre todo, sin tener las capacidades ni el conocimiento para poder llevarlos a cabo. Así son los resultados.
Tras varios años ejerciendo la profesión en el gigante asiático, me resulta curioso encontrar esta misma actitud hacia el proyecto en mi tierra, Logroño. De igual manera que el promotor chino quiere tener un Pompidou, o la ópera de Utzon en su pueblo, el ayuntamiento de Logroño plantea su proyecto de ciudad.
Una cosa que siempre me ha sorprendido de estos proyectos, es ver el orgullo con la que los promotores chinos presentan los resultados. Desde su perspectiva, el Pompidou de París y su Pompidou en Chongqing vienen a ser, en definitiva, iguales. Esta misma sensación resulta al escuchar a Hermoso de Mendoza hablar de sus intervenciones en la calle Fundición o en Murrieta, comparándolas con algunos de los mejores ejemplos del urbanismo contemporáneo.
El alcalde de Logroño tiene claras sus referencias. Pero es que hoy en día, cualquier persona puede googlear – las 10 mejores intervenciones urbanas de Europa – y sacar una lista con una enumeración de proyectos referentes. Sin embargo, ser capaz de plantear proyectos localizados, que exponencien la identidad de un municipio, con sentido y de los que el ciudadano se sienta partícipe, requiere de años de formación y experiencia profesional. Una preparación que, por lo menos, debería ser exigida a los encargados de tomar estas decisiones.
Jugar a ser urbanistas es peligroso. Porque la herencia de tus decisiones afecta a la identidad urbana de muchas generaciones posteriores. Logroño necesita un proyecto propio, desarrollado por profesionales y que involucre al ciudadano. Y nuestro alcalde tiene que entender que no es que no nos gusten sus referencias, que nos gustan; es que sus referencias, desde luego, no son su proyecto. El proyecto excluyente de la ciudad collage de Mendoza.
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