El Rioja

Arturo de Miguel: “Hemos intentado hacer un vino de un gran lugar”

Arturo de Miguel en uno de sus viñedos de Baños de Ebro

“Filosofía de trabajo, historia familiar, un lugar, una persona, valores diferenciales, energía, artesanía”. Todo este entramado de aptitudes es lo que hace que La Condenada 2020 llegue a los 100 puntos de la mano del ‘Master of Wine’ Tim Atkin. El prescriptor británico presentó esta semana su Rioja 2023 Special Report durante la Barcelona Wine Week y la sorpresa fue mayúscula al conocer que Rioja volvía a estar en lo más alto por segunda vez, pero siendo la primera vez para un tinto.

Esta es la obra de Arturo de Miguel que ha puesto el nombre de Artuke, su bodega, en boca del sector. “Nos pilló por sorpresa totalmente”, recalca. “Tim nos pidió que nos acercáramos por la cata que organizaba con los vinos premiados en la BWW, pero no nos podíamos imaginar que el nuestro fuera a estar ahí”. Y se sincera: “Me han preguntado si existe el vino perfecto y puede que este lo sea para algunos, pero sobre todo yo estoy contento por mis padres, que son quienes nos han inculcado todo esto. En ellos hemos basado todos nuestros vinos porque, más allá de reflejar un suelo o un paisaje, reflejan todo lo que fueron mis padres”.

Junto a su hermano Kike y un “equipo imprescindible”, esta bodega familiar asentada en Baños de Ebro ha sabido plasmar a la perfección el potencial vitícola de sus antecesores escribiendo poco a poco su propia historia. “Equivocándonos y volviéndonos a rehacer”. De una tierra arenosa nace este tinto premiado también este año como el mejor tinto de Rioja. “Se trata de un paraje de 0,75 hectáreas en Baños que estuvo abandonado entre 2008 y 2012, hasta que lo compramos con la idea de recuperarlo y poder hacer un vino de él. Es un viñedo plantado al vaso con cuatro variedades donde predomina el tempranillo, pero también con algo de palomino, garnacha y otro poco de graciano. Al final hemos intentado hacer un gran vino de un gran lugar”,

En una entrevista previa a NueveCuatroUno, Arturo de Miguel se definía como un “viticultor artesano”, fiel defensor de la identidad y el valor del paisaje y lanzaba una reflexión que da qué pensar: “Probablemente, los 100 o 150 locos que estamos por ahí practicando una viticultura artesana en Rioja suponemos aproximadamente el cinco por ciento de la producción total que sale bajo esta Denominación, pero a su vez suponemos el 75 por ciento de las palabras que se escriben sobre la región y sus productores. Porque la mejor forma de poner en valor este patrimonio vitícola es vender tu propio vino; producir y elaborar para defender la conservación del terruño”. Dicho queda.

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