Es tiempo de poda y siempre que el tiempo no sorprende con alguno de sus, últimamente continuos, chaparrones, toca hacer visita obligada a la viña. Sobre la tierra de Autol todavía húmeda camina Fernando Ezquerro en los días previos a las fechas navideñas que pongan un punto y final a un año complicado para el sector vitivinícola. “Un año que empezó como un tiro, con la ilusión incluso de alcanzar un crecimiento de ventas del siete por ciento” -actualmente no llega al dos por ciento-, pero que la guerra ha fraguado por completo. Aunque a año prácticamente pasado, el presidente del Consejo Regulador de la DOCa Rioja asegura que “lo que más preocupa ahora en Rioja es el comienzo de este 2023”.
– ¿Cómo cierra la denominación este 2022?
– Lo despide con bastante incertidumbre y con una guerra que ha vuelto a dar una palada a nuestras ilusiones. Desde el 2016 no hemos tenido un año sin incertidumbres y eso creo que es lo peor que le puede pasar a este sector, sobre todo si son incertidumbres internacionales. Todavía seguimos en una situación complicada a la que no terminamos de verle la salida.
– ¿Hay verdadera preocupación entre las bodegas de Rioja por esas ventas navideñas?
– Habrá que ver cómo acaba el 2022 porque todavía quedan de analizar los meses de noviembre y diciembre y la verdad es que hasta octubre hemos llegado planos, algo que creo que se prolongará hasta final de año. En 2021 se paró la campaña de Navidad y este año no ha ocurrido tal cosa. Pero a mí, más que el final de año, lo que me preocupa en Rioja es el comienzo de 2023. Y ante este horizonte sí que hay preocupación en las bodegas porque los costes no han dejado de subir. Mientras, seguimos reduciendo rendimientos para ajustarnos a los nuevos tiempos que marcan los mercados y buscar ese equilibrio, algo que está condicionando mucho las cuentas de las bodegas y los viticultores.
– ¿Se plantean medidas a corto plazo para incentivar esas ventas?
– En el último pleno celebrado en el Consejo ya hablamos de que en enero teníamos que empezar a reflexionar sobre cómo afrontar esta situación si no cambia el escenario para que Rioja vuelva a coger esa velocidad de crucero que tenía en 2016, con esos 284 millones de litros que vendíamos entonces. Así que habrá que tomar decisiones acordes con los momentos, manteniendo esa regulación de las producciones y potenciando la venta. Tal vez también con una publicidad más agresiva que vaya más dirigida a la venta y menos a la imagen. Hay reflexiones que habrá que ir valorando porque lo más importante es reactivar cuanto antes las ventas en un contexto mundial muy tocado. Con los presupuestos del año que viene ya aprobados, mantenemos el propósito de poner en valor la marca con ese gasto en promoción que supera el 60 por ciento. Pero lo que tiene que mejorar es el poder adquisitivo de las personas para que a lo largo de 2023 mejoren las perspectivas.
– ¿Se ha visto más resentida la exportación que el mercado nacional?
– Evidentemente, y puede ser por dos cuestiones. Primero porque creo que los españoles podemos ser más resilientes y duros antes de tener que quedarnos en casa, mientras que los europeos son algo más responsables y pronto ven las orejas al lobo. Y también por ese mix entre el mercado nacional y la exportación, donde la exportación creció mucho durante la pandemia y tal vez ahora se esté regulando un poco.
– ¿Se plantea Rioja subir el precio de su producto final como medida? Los vecinos de Ribera del Duero aseguran que este año se venderán vinos más caros ante la merma de producción de la cosecha que ha encarecido el precio de la uva.
– No se puede comparar Rioja con Ribera. Somos cuatro veces mayores que ellos, tenemos un clima que favorece que nuestra producción ronde los 400 millones de kilos mientras que ellos este año han estado en los 4.000 kilos por hectárea -la recolección total asciende a 105 millones de kilos-. Rioja tiene una capacidad de producción y, por tanto, de venta, mucho más grande que ellos, por eso no se pueden comparar. Por no hablar de que Ribera está más expuesta al mercado nacional, que está resistiendo un poco más.
– En Rioja, finalmente, ha habido una buena vendimia con esos 420 millones de kilos de uva cosechados.
– Esas son las cifras aproximadas, pero luego hay que quitar una parte de la producción descalificada y todavía no sabemos la cantidad de los litros amparados. Lo que está claro es que el desarrollo de esta campaña ha sorprendido a todos porque todo comenzó con unas sensaciones generalizadas de que no iba a haber mucha uva. Pero luego cambió el clima, llovió y movió el cierzo. Y como las cepas son tan agradecidas, la uva mejoró y mejoró incluso las expectativas que teníamos en cuanto a la calidad. Así que ha sido un fin d ciclo bastante sorprendente, como casi todas las vendimias, pero esta especialmente porque veníamos de un verano muy duro con unas condiciones extremas, si bien es cierto que allá donde no se pudo regar las cepas se han debilitado mucho.
– Mientras tanto Burdeos sigue siendo noticia con esas primas de 10.000 euros que se plantean por el arranque de viñedo ante la falta de rentabilidad. ¿Cómo se ve que la región vitivinícola de referencia mundial llegue a este punto?
– Pues se ve con gran preocupación. Lo que ocurre en Burdeos, con sus cien mil hectáreas de viñedo, es que hay una parte más inferior que es la que lo está pasando verdaderamente mal porque desde hace años no salen los números, por eso reclaman esas primas. Mientras, por otro lado están los grandes ‘châteaux’ que funcionan muy bien y tienen un gran mercado prácticamente hecho. Pero ese Burdeos que carece de una marca y no está en una zona en la que apoyarse está viviendo auténticos problemas que hacen que este sector no sea rentable. Es cierto que ver lo que le ocurre a la que es considerada la mejor denominación de origen del mundo hace pensar que antes de que podamos vislumbrar estas situaciones hay que tomar decisiones inteligentes para que esto no pase.
