El Rioja

Una planta de reciclaje para las bodegas renovada y transparente

Rosa y Fernando Durbán, en las instalaciones de la Alcoholera de Cenicero. | Foto: Leire Díez

Soplan nuevos aires por la Alcoholera de La Rioja, Ebro y Duero, asentada desde 1934 en Cenicero pero renovada en el último año para abordar las demandas del sector desde otro prisma. Primero llegaron los italianos para hacerse con la empresa, un cambio de manos que el Grupo Randi (dedicado a elaborar ácido tartárico y crémor tártaro), ejecutó el pasado mes de diciembre, aunque ya tenían una vinculación laboral con ella desde 1993. Y seguido llegaron los de Almería para poner en marcha una alcoholera renovada y accesible. Fernando y Rosa Durban son ahora los encargados de poner esta «planta de reciclaje para las bodegas», como ellos la llaman, al servicio del cliente.

«Somos un auténtico ejemplo de sostenibilidad, economía circular y residuo cero que pretende dar un valor añadido a la uva a través de la elaboración de nuevos productos naturales extraídos de los residuos y subproductos de la industria vinícola que irán destinados a la industria alimentaria, cosmética, farmacéutica y vinícola», remarcan los hermanos, que no dudaron ni un instante el adentrarse en esta aventura juntos. «Hay mutua confianza y es muy fácil trabajar juntos porque ambos defendemos que la clave para que este proyecto prospere es hacerlo con pasión, integridad, responsabilidad, compromiso, transparencia, calidad e investigación».

Con el inicio de vendimia ya ha comenzado el movimiento en la alcoholera y la llegada de los primeros remolques y contenedores cargados. Mediante un servicio «puerta a puerta» y con una recogida a demanda, recorren las bodegas para cargar kilos y kilos de orujos y lías que tendrán una segunda vida tras pasar por estas instalaciones. La de Cenicero es una de las cerca de 20 alcoholeras que se distribuyen por todo el país (con la mayor concentración de estas plantas en Castilla – La Mancha) y una de las cuatro que se asientan en el norte de España junto a la de Barcelona, Zaragoza y Navarra. Pero aquí llegan provisiones más allá de las fronteras de Rioja: Ribera del Duero, Rueda, Navarra, País Vasco, Toro y Somontano son algunas de las regiones productoras que también recurren a sus servicios.

Fernando Durbán, en las instalaciones de la Alcoholera de Cenicero. | Foto: Leire Díez

Aunque será a partir del 15 de octubre, coincidiendo con las últimas semanas de vendimia, cuando estas instalaciones pongan sus máquinas a funcionar a pleno rendimiento hasta, calculan, mediados del año que viene, aunque todo dependerá del volumen de carga que recepcionen. Este año, además, se están encontrando con una alta demanda de ácido tartárico por parte de las bodegas y la alcoholera, afortunadamente, depende de su propio ácido. «El tartrato procedente de las lías lo transforma Randi en Italia en ácido tartárico y seguido lo volvemos a traer, por lo que no tenemos problemas de disponibilidad. Hay mucha desesperación entre las bodegas y procuramos dárselo al mejor precio de mercado».

Mientras tanto, el dúo de Almería ya totalmente asentado en la tierra del Rioja continúa con su labor de reestructuración de una planta que tiene grandes recursos a su alcance. Todo un escenario donde conviven aquellas máquinas usadas hace 90 años con las que entraron en funcionamiento con la entrada en el nuevo siglo. «Vamos poco a poco porque hay mucho por hacer en todos los ámbitos, empezando por cambiar la imagen de la alcoholera, tanto física como de marca. Pero ya hemos hecho grandes avances, sobre todo la digitalización de la empresa, la incorporación de fibra óptica y el lavado de cara de algunas áreas, porque aquí no había ni página web cuando llegamos. Muchos logros y retos que no serían posibles sin el equipo humano de doce personas que sostiene y hace crecer este proyecto diariamente», reconocen.

Restos de hollejos en las instalaciones de la Alcoholera de Cenicero. | Foto: Leire Díez

Parece que el trabajo de transformación de la uva finaliza en la bodega con su vinificación, pero la alcoholera demuestra que hay mucho más recorrido una vez se estrujan las bayas. Alcoholes (tanto bruto destinado al sector de la automoción, como neutro para consumo humano), tartratos, pepitas para aceite y biomasa. Aquí se aprovecha todo los residuos generados por las bodegas y que están obligadas a dar salida.

Y por si fuera poco Fernando y Rosa también le dan a las bebidas derivadas de la uva, un sector donde se han hecho hueco y que aporta otra visión y nicho de mercado a la empresa. En un jardín exterior cuentan con una sala de barricas donde reposan sus destilados (aguardientes, brandy y mistela), un sector donde la alcoholera también se ha hecho hueco y que da otra visión de la empresa. Aún recuerdan los hermanos Durban cuando pusieron un pie en este espacio: «¡Nos encontramos trece barricas de brandy de hace 25 años! Una reliquia».

«Es muy fácil dar salida a todos estos subproductos que se crean porque prácticamente cuando llegan aquí para ser transformados ya están vendidos». Lo que cuesta, aseguran al unísono, es comprar: «Ese es el mayor problema de este negocio». Así que su batalla ahora está en aglutinar una amplia clientela para sacar provecho a estas grandes instalaciones que disponen de dos silos en los que se puede recibir hasta 30 millones de kilos de orujo tras cada vendimia. El objetivo de la nueva dirección de la alcoholera es aumentar su rendimiento hasta alcanzar el 90 por ciento de su capacidad en cinco años.

Rosa y Fernando Durbán con su equipo en las instalaciones de la Alcoholera de Cenicero. | Foto: Leire Díez

Con más de 200 clientes, Fernando y Rosa recalcan que su vocación es actuar como una empresa de servicios para las bodegas que resuelva sus problemas teniendo en cuenta las complicaciones que pueden existir en cuanto al transporte con los contenedores, porque la recepción se concentra prácticamente en dos meses antes de comenzar a destilar. «Tenemos muchas pequeñas bodegas que vienen con un remolque con 10.000 o 15.000 kilos de orujo y se quitan de un problema de manera fácil y rápida. Y es que el estar en el centro de la Rioja nos sitúa en un punto estratégico para abarcar más mercado y evitar a su vez los largos desplazamientos pesando en la huella de carbono. Es mucho más barato, desde el punto de vista ecológico, traer los residuos aquí que recorrer cientos de kilómetros para llevarlos a otro sitio».

Y en su afán por dar visibilidad a todo lo que se cuece dentro de estas instalaciones y a la importancia que ello tiene, los hermanos Durán trabajan desde hace meses en demostrar que «este es el valor añadido del vino a pesar de que la gente lo desconoce porque incluso en Cenicero hay gente que no sabe lo que aquí se hace y se sorprenden cuando ponen un pie en la alcoholera». Por ello quieren abrir sus puertas no solo a bodegas y a agentes del sector, sino a todo el público, convirtiéndose así en la única alcoholera de España en ofrecer este servicio. Por el momento, ya han dado sus primeros pasos con algún grupo de estudiantes que se ha acercado hasta la localidad para conocer de primera mano ese último eslabón de la cadena de producción de la uva que da vida a nuevos productos.

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