Toros

El toreo fundamental de Urdiales triunfa en Santander

FOTO: Arjona/Lances de Futuro.

El toreo fundamental, hoy en el ostracismo, ha triunfado en Santander. Gracias a Dios y, también y, sobre todo, a Diego Urdiales. Porque Diego Urdiales se ha limitado a interpretar el toreo de siempre. Como siempre hace. El toreo clásico. Diego Urdiales ha abierto la puerta grande de la centenaria plaza de Santander interpretando el toreo a la verónica, un quite por chicuelinas, un magistral toreo en redondo y una forma inconmensurable de hacer el toreo al natural.

Ni una manoletina, ni una arrucina, ni una luquecina, ni una bernadina, ni nada. Nada de eso que ha traído este cambio climático que azota y castiga, tarde tras tarde y faena tras faena, al toreo del siglo XXI. Urdiales y el toreo fundamental. El toreo fundamental y Urdiales. Ni más ni menos.

FOTO: Arjona/Lances de Futuro.

El clasicismo y la torería de Diego Urdiales nos han hecho retroceder en el tiempo. El mismo tiempo que ha parado con sus muñecas en una serie al natural de tintes antológicos. Tres fueron, tres naturales de cartel. Los tres tuvieron el trazo perfecto, la profundidad excelsa, la hondura precisa, el temple más absoluto y el ritmo exacto. La despaciosidad infinita. Para cuando Urdiales quiso ligar el cuarto, ‘Suscriptor’ retrocedió un paso y se rindió para siempre. El de Juan Pedro Domecq fue sometido y podido por una sublime forma de torear con la mano izquierda. La belleza rindió a la fiera, si es que a estos animales de Juan Pedro se puede uno referir como tales.

Antes, Urdiales había recibido con un ramillete de verónicas iniciadas más allá del tercio y repletas de gusto, trazo y temple, rematadas con una chicuelina por lo corto que empezó a quedarse el ‘juampedro’. Tras una levísima pelea en el caballo, Urdiales volvió al palo de cante grande con el capote: la verónica. Otra vez tuvieron trazo, empaque, compás y ritmo. Para entonces, ‘Suscriptor’ se alejaba de los vuelos entre uno y otro lance. Eso y un buen tranco en banderillas animaron a Urdiales a iniciar la faena en los medios. Toro y torero rompieron en la segunda serie en redondo: mandona, poderosa, sometida y humillada. Templada y rítmica a partes iguales.

Vendría luego el techo de la tarde (y de las tardes) al natural. A menos el toro, se echó, podido, al final de la faena y se lo puso difícil a Urdiales a la hora de cuadrarlo para darle muerte.

FOTO: Arjona/Lances de Futuro.

A la corrida de Juan Pedro Domecq le faltó alma, empuje, codicia, transmisión y raza. Nada nuevo y nada que no se sepa cuando lidia este hierro. Tan habitual en los carteles, que es lo realmente malo. Al que hizo segundo también le faltó presencia. Cara y caja. Solo el saludo a la verónica de Urdiales pudo cambiar las protestas hacia el toro por elogios hacia el torero. Las verónicas tuvieron ritmo, cadencia, empaque, sabor y ritmo. Tan del aroma de Urdiales.

Urdiales ralentizó las embestidas por el pitón derecho, que venían a ser mejores a partir del segundo muletazo. Más ordenadas, más francas y nobles. Y era ahí cuando la serie subía en decibelios de torería. La embestida pulseada, cimbreada la cintura, hundidos los riñones, rota la muñeca. Recursos toreros vinieron a solucionar amagos del ‘juampedro’ hacia la querencia. Se salía mucho de los vuelos por el pitón izquierdo, desluciendo los pasajes y exigiendo al torero volver a colocarse. Volvieron a llegar, sueltos ahora, los buenos momentos por el derecho. Aquerenciado el toro, Urdiales cobró una gran estocada con el toro en tablas. ¡Vaya usted a explicar ahora que este torero solo tiene tres compromisos firmados en agosto!

FOTO: Arjona/Lances de Futuro.

Al primer ‘juampedro’ de la tarde le faltaron fuerzas y le sobró genio. Novedad. De escaso viaje fue la embestida por el pitón derecho de ‘Tequila’. Nula por el derecho. Le faltó sal.

Perdiendo las manos y cabeceando salió del caballo ‘Víboro’, segundo del lote de Morante. En el arrebatado incio de faena a dos manos al toro parecía faltarle recorrido. Con unas cosas y otras, Morante optó por hacer todo a favor del toro, que venía a ser un toreo administrado en series cortas y media altura. Empezaron así a brotar derechazos de enjundia, trazo y reunión. Un cambio de mano por allá y unos doblones por allá, que el de Juan Pedro se venía al paso, pero en el embroque se venía con violencia.

Tauromaquias centenarias para un toro que de centenario solo tenía la capa jabonera. Pero aquello fue calando, como un cambio de mano por la espalda ligado a uno del desprecio con la mano izquierda. Genialidades salpicadas. Volvió Morante a interpretar el toreo a dos manos en el epílogo, que viene a ser fusión de belleza y arrebato. La estocada fue buena y el premio, a juzgar por el oponente, un poco excesivo.

Juan Ortega optó por la delicadeza ante el tercero. Una delicadeza que llegaba poresperar al toro, presentar la muleta retrasada y trazar el medio muletazo. Si el toro no salía perdiendo las manos, tropezaba las telas del trianero. Por ambos pitones venía a suceder lo mismo. Llegaba la torería en forma de pinceladas sueltas y la obra se quedó como a medias. El sexto vino a ser imposible desde la salida. Demasiados cabezazos que, como en ante su primero, Ortega no terminó de gobernar.

Coso de Cuatro Caminos de Santander. Tercera de la Feria de Santiago. Más de tres cuartos de entrada. Toros de Juan Pedro Domecq, justos de presencia en conjunto, indecentes primero y segundo, faltos de raza y casta en líneas generales. El quinto, el de más calidad, fue a menos.

– MORANTE DE LA PUEBLA, silencio y dos orejas;
– DIEGO URDIALES, oreja tras aviso y oreja;
– JUAN ORTEGA, gran ovación y ovación.

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