Firmas

Tinta y tinto: ‘Somos lo que compramos’

Recuerdo de mis clases de Biología en el instituto que el cuerpo está formado, en su mayoría (alrededor de dos terceras partes), por agua. Quizás pueda ser algo menos en el caso de los riojanos por aquello de que “el vinillo llevan en la sangre”, aunque este esté formado también al 85 por ciento por el mismo líquido elemento. También recuerdo de mis clases de Religión que polvo somos y en polvo nos convertiremos. Las cosas de Dios, como el milagro de convertir el agua en vino cuando la fiesta está a punto de acabarse.

Ahora nos hemos dado cuenta de que nada de esto es cierto. Que ni agua ni polvo. Somos lo que compramos. Los elementos que componen nuestra cesta y nuestro carro en el supermercado nos definen. Nuestro ticket es nuestro ADN y sus líneas nuestros genes. Al menos, la parte gastronómica. El suavizante, el papel higiénico, el cepillo de dientes y el menaje quedan excluidos.

Sin embargo, para otra reflexión da las diferencias existentes entre quien compra “doble capa” o quien se conforma con la normalidad más absoluta. Sin dibujos ni grosor. Una fina tira con pequeños puntos. El tiempo de decisión frente al lineal, la costumbre, la exquisitez y finura del usuario… todo influye en esa compra que acaba componiendo nuestro ser, según nos han hecho reflexionar estos días Fernando Sáenz y Angelines González.

Los magos del frío nos han revuelto el estómago, pese a dedicarse a las cosas del comer, para que pensemos precisamente en las cosas del comer. Esas con las que, toda la vida nos han enseñado, no se juega. Un puñetazo caliente en las tripas a través de un documental, ‘La Cesta’, que triunfó en el festival de cine de Málaga y ahora girará por España con el Teatro Bretón de Logroño como primera parada. Profetas en su tierra ambos para darle una vuelta a eso de hacer la compra.

Media hora de reflexiones desde Ortigosa de Cameros para incentivar el pensamiento sobre la sociedad que realmente queremos en el futuro. Sólo pensar. Sin moralejas ni conclusiones. Carrusel de preguntas y exposición de motivos para incomodar al espectador. Para hacerlo sentir a disgusto en su butaca al notar las contradicciones que le rodean. Todos queremos un mundo más sostenible, justo, cercano y donde reine la paz (salvo que seas fabricante de armas), pero la mayoría de pequeñas decisiones en nuestro día a día van encaminadas en sentido totalmente contrario.

Y es que nuestras dinámicas, rutinas y sistemas están diseñadas para llevarnos por un camino que ahora nos da de comer, pero insostenible a medio plazo. ¿El problema? Romper los esquemas mentales instaurados en nuestro pensamiento desde hace décadas. Porque no hay solución fácil ni receta mágica. Debemos ser conscientes de que tenemos que vivir peor para vivir mejor. Una paradoja que nadie está dispuesto a asumir porque a lo bueno se acomoda uno muy rápido.

¿En qué debería consistir ese (casi) utópico cambio? Por ejemplo, acostumbrándose a comer los productos de la tierra cuando “toca” y no durante todo el año. En el caso de La Rioja quizás sea más sencillo al tener la huerta en la puerta de casa y decenas de conocidos con su propia finca (en Arnedo lo llaman pieza). Por ejemplo, asumiendo que planificamos mal nuestra compra y que llenamos innecesariamente el carro, tirando kilos y kilos de comida al mes. Comprar menos para comprar mejor. Organización. Por ejemplo, gastándonos unos eurillos de más en productos de calidad de agricultores y ganaderos de la tierra para que reviertan directamente en nuestras localidades. Porque de ellos depende el futuro de nuestros pueblos.

Y así, también, asumiremos de una vez que el futuro depende de nosotros y de nuestras decisiones. Porque no es un ellos y un nosotros sino sólo un nosotros. De todos depende el camino que escoja nuestra sociedad y, como punto de partida, podemos empezar por la cesta de la compra. Una acción tan rutinaria que nunca nos había hecho reflexionar sobre su importancia. Por suerte, Fernando y Angelines nos han echado el alto para que le demos una vuelta. Y dos. Y tres. Las que hagan falta. Se abre el debate.

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