La Rioja

Conchi Aquesolo y el valor del compromiso cofrade: “¡Cojamos el testigo!”

Conchi Aquesolo ensalza el valor del compromiso en su pregón de la Semana Santa de Logroño

“Cojamos el testigo y demos testimonio de nuestra fe en esta Semana Santa acompañando a nuestros pasos por todos y cada uno de los rincones de nuestra ciudad”. Así ha cerrado la periodista Conchi Aquesolo su sentido pregón de la Semana Santa de Logroño, en el que ha compartido un emocionado elogio al legado cofrade, o cómo la Pasión pasa de padres a hijos para forjar lazos sentimentales indestructibles.

Ante una concurrida iglesia de Santiago, Aquesolo ha bromeado sobre su condición de ‘tripregonera’, ya que pandemia irrumpió poco antes de que se decidiera a compartir su pregón en la Semana Santa de 2020. Una espinita que se ha quitado en 2022 (a la tercera va la vencida), para ensalzar el valor del compromiso con las tradiciones propias.

Así, la periodista ha evocado continuamente a su infancia, cuando -tal vez sin saberlo- la llama cofrade comenzó a arder con la lumbre que sus padres prendieron. Ahora es ella quien ejerce de transmisora de un “AMOR” (en mayúsculas) sincero por la Semana Santa y por las raíces que cada año por estas fechas renuevan su savia al paso de las procesiones.

El texto del pregón, íntegro

“Buenas tardes, Me presento ante ustedes con el curioso honor de haber sido pregonera de la Semana Santa logroñesa durante tres años consecutivos. Algo inédito hasta ahora. Tan sólo don Luis Morales en 1959 y 1963 y don José María Lope Toledo en 1957 y 1967 han aparecido dos veces en el programa de actos de Cuaresma de Logroño antes que yo. Pero al menos ellos pudieron intervenir.

No les voy a mentir si les digo que cada vez que don Fermín Labarga me confirmaba la suspensión del acto, una parte de mí lo sentía y otra respiraba aliviada porque créanme que esta decisión ha supuesto una gran responsabilidad y muchas dudas desde que salí por esa puerta el 13 de abril de 2019 cuando me lo planteó tras finalizar el pregón de ese año.

Mi primera reacción fue un No rotundo y abrumado. Han sido 12 años, los que he presentado este acto y en este tiempo he visto y escuchado a grandes oradores, teólogos, escritores incluso compañeros como mi querida Ana (Orúe, pregonera en 2017), pronunciar intervenciones brillantes, emotivas, y profundas en torno a la Semana Santa de nuestra ciudad. Mi primera pregunta era ¿qué puedo aportar yo? Pero quienes conocéis a don Fermín sabéis que es muy difícil, casi imposible decirle que no… Y así me fui cavilando a casa ese día… y hasta hoy en el que me presento ante ustedes sin más mérito que lo que soy… una cristiana más sin otro ánimo que reflexionar sobre el hecho que nos reúne en este entrañable templo de Santiago.

Aceptar estar aquí hoy suponía para mí otro reto; salir de mi zona de confort… Es decir: sí, soy cristiana, practicante, pero en mi día a día no me cuestiono ni me hago preguntas al respecto. Y es paradójico cuando precisamente mi profesión me exige estar continuamente planteándome interrogantes. Las famosas 5 W del periodismo: Qué, quién, cuándo, dónde y por qué. Y es precisamente ésta última la más importante. ¿Por qué soy cristiana? ¿Por qué décadas después de que otros tomarán esa decisión por mí sigo siendo fiel a mis creencias en un mundo cada más más escéptico y humanista?

Las prisas, la rutina, la tradición o la comodidad hacen que en nuestro día a día no nos planteemos estas cuestiones. Y al fin de cuentas, ese es el sentido de la Cuaresma… A mí la reflexión me surgió de la forma más imprevista a través de mi hija de 9 años. Hace 2, ya con la idea del pregón en mente, cuando empezaba la catequesis para la comunión, me preguntó: ¿mamá, por qué hay que creer en Dios? Quienes tienen hijos o nietos de esas edades saben que lo peor que se les puede contestar es “porque sí”… Lo siguiente es… “¿y por qué sí? Y entras en bucle hasta dar con una respuesta que les resulte convincente.

Tampoco sirve responder a la gallega con un ¿y por qué no?. Así que como llegábamos justas de tiempo le metí prisa y le reñí porque no se terminaba el bocadillo y aceleramos el paso y el tema quedó sin resolver. No sé si ella se lo ha vuelto a plantear, pero a mí sí me hizo darle muchas vueltas… sobre todo ¿por qué yo a su edad jamás me hacía esas preguntas? Y la respuesta es muy sencilla: porque Dios estaba muy presente en mi casa. Era algo incuestionable… Y mis padres no podían estar equivocados.

Sobre todo, cuando llegaba la Semana Santa, la fecha más señalada en el calendario para los cristianos. Seguíamos en familia los ritos, liturgias y procesiones… Y ahora que lo recuerdo desde la distancia envidio aquella inocencia de desconocer que sería un reflejo de mi propia vida. De nuestras vidas. Jesús, al fin y al cabo, fue un hombre como nosotros, con una e importante salvedad. Seguro que si a cualquier de nosotros nos preguntan si estamos dispuestos a dar la vida por quienes queremos no vacilamos en nuestra respuesta: sí… Pero dar la vida por un desconocido… creo que tampoco lo dudaríamos…

Tanto si eres cristiano como si no lo eres, sabes que no hay nada más incondicional ni irracional que el amor. Porque no responde a lógicas ni planteamientos científicos. Es un sentimiento que antepone a los demás por encima de uno mismo. Por eso cuando las procesiones, pasos y tallas recorren nuestras calles, despiertan admiración por su belleza, su armonía, su indudable patrimonio artístico y su incalculable valor económico. En el caso de Logroño esas imágenes llevan una importante carga emocional porque son las mismas que hemos visto desde niños y las sentimos como nuestras.

 

Pero cuando los cristianos las contemplamos, lo que vemos es AMOR. Nos sentimos reflejados en esos rostros, en esas cruces, espinas y clavos, porque al fin y al cabo, nuestras propias existencias no son sino una continua Pasión, Muerte y Resurrección. Y precisamente si estas imágenes tienen aún más valor es porque nos recuerdan el sufrimiento de ese Dios que paso por todo ello siendo uno de nosotros.

Comenzando por el Júbilo del domingo de Ramos y su entrañable procesión de la Borriquilla … De niña cogíamos los ramos de olivo recién bendecidos y salíamos en procesión cantando con las guitarras y un megáfono por las calles de la parroquia de Carmelitas… NO era habitual en las niñas y después jóvenes de mi edad, incluso alguna vez después de una larga noche de fiesta que aún te envalentonaba más…. pero no recuerdo sentir vergüenza ni rubor por ello… Al contrario… Cuando miro atrás en el tiempo lo recuerdo como un día feliz…

Una felicidad que ahora revivo con una mezcla de nostalgia cuando la noche de antes adorno los ramos con la ayuda de mi madre.. Aunque confieso que en algún momento me desespero porque son 10 palmas…. con sus caramelos, piruletas, palomitas, chocolatinas y sobre todo las rosquillas que ella misma prepara porque es lo que más ilusión les hace… “Vete a casa y acabo yo”, me dice siempre… Y ahí seguimos las dos, hilo a hilo, sabiendo que algún día será ese el momento que añoraré… Aunque espero que tarde mucho… Mamá…

Si cierro los ojos y pienso en el domingo de Ramos, vienen a mi cabeza las campanas de la Redonda repicando sin descanso, las palmas, la alegría en la cara de los niños e incluso la ropa recién estrenada… Y pienso en la felicidad que debieron sentir los discípulos de Jesús al verlo aclamado por las multitudes…’Traed un borrico y si alguien os pregunta decidle: el maestro lo necesita”… Cuántas veces nos necesita Jesús y sin embargo apenas reparamos en él.

Nos marcamos metas y objetivos a corto plazo basados en necesidades, sobre todo materiales, que nosotros mismos nos generamos y cuándo no se cumplen surge la frustración, la insatisfacción y la desdicha…Todos vemos que proliferan propuestas y alternativas para llenar “los vacíos espirituales de la sociedad”. Como cristianos nuestra espiritualidad pasa precisamente por cultivar nuestra fe y tener muy presente a Dios en nuestros actos, no sólo en los momentos difíciles para pedir, también en los felices para agradecerlos y compartir nuestra suerte con quienes no tienen tanta… Porque como cristiano la empatía y generosidad debe formar parte de nuestra propia naturaleza. Es fácil decirlo, pero complicado lo hacemos a pesar de estar rodeados de tantas oportunidades para demostrar nuestro compromiso con Dios.

Pongámonos ahora en el lugar de Jesús…. Aclamado por las multitudes, adulado pero consciente de que esos mismos que lo proclaman y engrandecen, más tarde se convertirán en sus verdugos. Nos gusta sentirnos así, importantes, imprescindibles… Ser los primeros es sinónimo de triunfo, incluso a veces a costa de otros… Jesús nos da la clave. “El que quiera ser el primero que se haga servidor de todos”…. Eso no supone renunciar a la felicidad… Al contrario… Todos conocemos ejemplos de personas que han dedicado su vida al servicio de los demás y sus rostros son la viva imagen de la paz, la calma y la plenitud… ¿Significa eso que tengamos que renunciar a todo en el sentido más literal? Es evidente que no…

Por eso la Cuaresma es una invitación a buscar modos concretos de servir en la medida de nuestras posibilidades. Porque servir es dar lo mejor de nosotros mismos a los demás y si lo pensamos fríamente… es tan fácil….
El propio Jesús dio ejemplo de humildad la noche del Jueves Santo antes de institucionalizar la Eucaristía. De niña era un día especial porque en la parroquia hacíamos una representación de la Pascua… Incluido el momento en el que Jesús lava los pies a los discípulos… Al pensar en ello me viene a la mente esta canción… [SUENA UNA MELODÍA]

Bonita, ¿verdad?… Pues así… sonaba más de 30 veces en bucle, que era el tiempo que Víctor, un niño de cara angelical que hacía el papel de Jesús, tardaba en lavar los pies de los niños y niñas que representaban a los discípulos… Éramos muy avanzados porque no había distinción de sexos… daba igual discípulos que discípulas. El único requisito era que te valiera las túnicas de colores que eran auténticas reliquias. Y como estamos en Logroño… Años después supe que Víctor se había ordenado sacerdote… Supongo que estaba predestinado… Aquellas eran celebraciones muy especiales… La iglesia se llenaba de niños y todos los actores se metían en sus papeles; sobre todo los soldados en el momento de la flagelación hasta el punto de que había que pedirles que no fueran tan realistas…

 

Hablo en tercera persona de los “actores” porque mi papel era el de narradora… También premonitorio de mi posterior vocación… Eso y que el reparto lo hacía mi padre… Aunque en mi defensa tengo que decir que no era de los puestos más cotizados porque casi todas las niñas querían hacer de Virgen… O de María Magdalena o la Verónica, que tenían más protagonismo….

Pero a pesar de la apariencia teatral y de que en los ensayos era difícil que estuviéramos formales y controlados… cuando llegaba la ceremonia nos los tomábamos como auténticos profesionales… Al llegar el momento de la consagración era el sacerdote el que tomaba el relevo… Y eso hacía que todos fuéramos conscientes de que lo estábamos haciendo allí era importante y real.

¿Por qué crees en Dios si no puedes verlo? Es difícil explicarle a un niño que lo sentimos con nosotros cada vez que comulgamos… A todos nos gustaría proteger a quienes queremos del dolor y el sufrimiento; estar con ellos siempre… Y eso es lo que Jesús hizo precisamente a través de la eucaristía…

Es consciente de nuestras debilidades y sabe que nos sentiríamos solos y desorientados sin su presencia… Y lo sabe porque él mismo tuvo ese momento de flaqueza. Lo vemos en el paso de la Oración de Jesús en el Huerto. Su expresión es de súplica, de una infinita tristeza, es el rostro de un hombre… Cuántas veces hemos rogado que ese cáliz se aparte… ante la enfermedad, el dolor, la guerra, ¿Acaso podemos responsabilizar a Dios de la pandemia, la invasión de Ucrania, la hambruna en África, y tantas y tantas desgracias que se han sucedido a lo largo de la historia? Es el discurso del que no cree: ¿por qué vuestro Dios permite todo ésto? Cuando la pregunta es ¿Por qué lo permite el hombre? Pueden parecer causas que nos trascienden…. Pero en nuestras manos cambiar las cosas empezando por nuestros entornos más cercanos…

Dios era el responsable último del destino de su propio Hijo… Y si él fue capaz de aceptarlo, cuánto menos no habremos de hacerlo nosotros si nos miramos en su espejo… He ahí la resignación en el rostro de Nuestro Padre el Cautivo la noche del Lunes Santo. Nos cuesta gestionar la frustración cuando las cosas no salen como esperamos, pecamos de ambiciosos sin detenernos a valorar lo que ya hemos alcanzado. Fijémonos pues en este Cristo que se nos muestra débil, indefenso asumiendo una causa, la nuestra, que hace suya.

FOTO: Jaime Ocón.

Sigo mi recorrido por nuestros pasos y las emociones que despierte este Cristo hombre y me van a permitir que me detenga con especial cariño en la escena de la Flagelación. Es, fue, la cofradía de mi tío y mis primos. Cuando ellos estaban, jugábamos a tratar de reconocerlos debajo del hábito y el capirote. Lo cual era fácil porque tenían una fisonomía fácilmente identificable. Y la alegría que nos provocaba detectar la más pequeña señal de que habíamos acertado… Un guiño, un leve movimiento de dedo, una cabeza muy sutilmente ladeada… Y guardar los claveles rojos hasta que se acababan marchitando.

En mi cabeza no imaginaba esa procesión sin ellos… Pero no están… Por desgracia desde hace demasiados años. Y desde entonces mi relación con ese paso también ha ido cambiando…. Hablo de algo que creo que todos y cada uno de los cofrades siente al llegar la Semana Santa. Algo que me/nos resulta muy difícil expresar con palabras….
Ese instante en el que se detiene ante tí… Y todo lo que está alrededor desaparece… Sólo tú y ese rostro que es la viva imagen del dolor…. Un dolor profundo que tú también sufres y compartes por tus propias circunstancias, especialmente, las ausencias….

Y allí sigo, año tras año, buscando la mirada cómplice de mi prima, también cofrade, y conteniendo la respiración mientras las andas entran al milímetro en Santa Teresita antes de volver a casa con los claveles rojos que mi tía nos guarda como un tesoro.

¿Por qué nos cuesta reconocer este vínculo casi místico? Seguro que hemos escuchado alguna vez bromas y risas sobre las lágrimas de los cofrades cuando el tiempo (crucemos los dedos), obliga a cancelar los actos. Lo vemos en este mismo paso. Los golpes, las burlas de los soldados. Desde los primeros cristianos, es incalculable el número de personas que han perdido y siguen perdiendo la vida por difundir la palabra de Dios por el mundo.

Por eso es casi, casi una ofensa decir que para nosotros no es fácil en estos tiempos… Se impone lo racional, lo científico, lo que podemos ver, tocar y demostrar… Dios como ente todopoderoso y omnipresente es motivo de burla. No es de personas modernas y avanzadas. Incluso se atribuye a la ignorancia, o al consuelo para quienes esperan disfrutar en el más allá la vida que no han podido tener en ésta… Ser cristiano no significa estar de acuerdo en todo lo relacionado con la iglesia… Yo misma discrepo en algunas cuestiones… Pero al final todo se reduce a algo muy sencillo… Crees o no crees… No hay más…

En momentos en los que mi fe ha flaqueado, que confieso haberlos tenido, siempre pienso en una frase de mi madre cuando nos ha oído hablar de nuestras dudas… “si a mí me hace bien creer, dejadme que lo siga haciendo. No hago mal a nadie y a mí me reconforta”.

Si no hacemos mal a nadie, al contrario, si nuestras buenas acciones hablan por nosotros mismos y nos sentimos en paz ¿No tenemos motivos para sentirnos orgullosos?

 

Les invito ahora a fijarse durante un instante en esa mirada cansada del Nazareno que traspasa el alma mientras carga con la simbólica cruz de nuestros pecados. Cuánto nos cuesta a nosotros cargar con nuestras cruces. Pero eso no quiere decir que debamos hacerlo con angustia, resignación, tirando la toalla. Al contrario. En los Evangelios se nos relata como Cristo tres veces y siempre volvió a levantarse… Ese es también su ejemplo: la entereza, la fuerza de voluntad… Si él fue capaz de hacerlo camino del Calvario, ¿no podemos hacerlo nosotros en nuestro día a día?…

Como cristianos renegamos del pecado a través de los sacramentos y hacemos propósito de enmienda Por eso María Magdalena se ha convertido en todo un símbolo del arrepentimiento. La imagen que podemos venerar en la Con-catedral de La Redonda y que protagoniza el cartel de la Semana Santa de este año plasma muy bien ese sentimiento… El de una mujer abnegada ante una cruz a la que se aferra consciente de que su vida ha cambiado y se siente en deuda por esa transformación que ha experimentado gracias al perdón.

Una nueva oportunidad que intentan escenificar los cofrades escolapios liberando a un recluso aunque, una vez más, haya que esperar otro año. Porque a pesar de la agonía extenuante, el perdón fue la Primera de las Siete Palabras que Jesús pronunció antes de encomendarse en manos del Padre… Pero, lo cierto es que nos cuesta pedirlo…. Unas veces por soberbia y otras porque creemos que nos hace vulnerables. Parece que sólo se equivoca el que se disculpa. Nos han repetido hasta la saciedad lo generoso que es el acto de perdonar, pero todavía mucho más reconocer ante los demás que hemos errado.

Y llegamos al Viernes Santo…. Y a nuestra querida procesión del Santo Entierro.. Recuerdo que salíamos siempre de casa con el tiempo justo porque la logística con seis hijos es complicada… (Me lo parece ya con una, así que con el tiempo sigue creciendo mi admiración por mi madre). Nos colocábamos en la zona del Hospital Viejo porque las cofradías aún estaban lejos y solía ser más fácil encontrar sitio para tantos. Y tenía además el aliciente de que muchos de los pasos se bailaban en honor a los enfermos que salían a los balcones y ventanas. En algunos bares situados cerca, en la calle Mayor, sonaba la música pero cuando se adivinaba a los primeros cofrades se hacía un silencio sepulcral… Para esa hora ya estaba anocheciendo, y eso, unido al sonido de los tambores y cornetas hacía que el ambiente fuera realmente lúgubre, sobre todo para niños como nosotros… Pero mi padre estaba allí y no podía pasarnos nada. Años después éramos nosotros los que mirábamos desconsolados a través de esos mismos cristales.

FOTO: Jaime Ocón.

“Desde el mediodía toda la región quedó sumida en tinieblas hasta las tres. Jesús, dando un fuerte grito, entregó su espíritu”.

La muerte se nos representa con sentimientos encontrados a través de dos tallas que recorren las calles de Logroño. Serenidad en el Cristo Dios de la Reconciliación, armonioso, en equilibrio y en paz tras cumplir su misión… y el contraste con el castigado cuerpo del Cristo hombre de las ánimas, herido, cansado, y rendido con las evidentes secuelas de su martirio.

“Entonces el velo del templo se rasgó en dos partes, la tierra tembló y las piedras se resquebrajaron”….. Así relata San Mateo la muerte de Jesús. ¿Quién no ha sentido rasgarse su interior con la muerte de quienes más queremos? La penumbra, la angustia, la incertidumbre de no saber cómo seguir adelante sin ellos… A mí me ocurrió hace 15 años. Perdí a mi referente, mi guía y mi mayor apoyo… Él junto a mi madre, nos educaron a todos en un Dios que ama… Pero no con palabras ni postureo… Sino dando ejemplo en el día a día… Todo el mundo dice que sus padres son los mejores pero es que los míos lo son.. Lo sabíamos en vida y lo comprobamos aún más con su muerte. “Era tan bueno”, escuchábamos una y otra vez, “Dios siempre se lleva a los mejores”. ¿Cómo podía ser? ¿Cómo un Dios bueno, justo y generoso nos había arrebatado a quien siempre había intentado vivir a su imagen y semejanza?

Sabemos que morir forma parte de un proceso inevitable, pero nunca estamos preparados. Él en cambio se aferró a Dios hasta el final. Mi padre nos lo había enseñado todo, menos a seguir sin él. O eso creía yo… Porque de forma callada, día a día y con esos pequeños gestos a los que hacía referencia, había ido sembrando…. “Habéis tenido un buen ejemplo en vuestro padre. Ójala seáis como él”…

Frases que parecían huecas en ese momento pero que con el tiempo fueron cobrando su sentido. Si yo tenía en mi padre mi ejemplo, y él lo tenía en Cristo… El silogismo está claro…. Y así poco a poco esa reconciliación se fue fraguando, hasta hoy.

Seguro que muchos saben de lo que hablo… La soledad, la ausencia, la angustia y la añoranza van dejando salir poco a poco infinidad de buenos recuerdos. Ser consciente de que mucha gente ni siquiera había vivido un segundo de mi infinita felicidad a su lado me hizo sentirme orgullosa, y privilegiada… Y aprendí a descubrir que seguía vivo en todos y cada uno de los que le queremos. Mi padre había sido una maravillosa obra de Dios. Y sigo rodeada de obras de Dios. No podía reprochar, sino agradecer. Y hasta hoy no he dejado de hacerlo.

Decía antes que en aquella representación parroquial todas las niñas querían ser la Virgen María. Era un papel discreto, sin apenas frases pero que estaba presente en casi todas las escenas de la Pasión…. La madre que durante años guarda todo en su corazón… Como todas y cada una de las que estamos aquí esta tarde… La lucha constante entre el deseo de protección y la resignación al ver que los hijos no nos pertenecen y tienen sus propios designios o necesidades. Y ante eso, sólo queda aceptar, y amar de manera incondicional, como nuestras madres hicieron con nosotras… Cuando permite que Dios haga en ella su voluntad no puede imaginar que eso iba a conllevar la mayor felicidad pero también el dolor más grande que pudiera soportar su corazón. Por eso la vemos rota por una decisión que no alcanza a entender…. ¿quién puede entender la prematura muerte de un hijo? Por desgracia he vivido muy de cerca pérdidas contra natura… Ninguna madre quiere sobrevivir a sus hijos porque es el mayor dolor que se puede imaginar…

FOTO: Jaime Ocón.

Pongámonos en el lugar de María para entender la desesperada súplica al cielo de La Dolorosa, la infinita tristeza de la madre al ver el sufrimiento en la Virgen del Rosario y la Virgen de los Dolores, el rostro desencajado de María y la santa mujer en el paso del Encuentro, la entrega incondicional del Stabat Mater, los acogedores brazos de La Piedad, las lágrimas que encogen el corazón de nuestra Señora la Virgen de la Soledad…

Por eso no se separa de él ni siquiera cuando el compasivo José de Arimatea ayudado por Nicodemo, desclava el cuerpo de Jesús antes de darle sepultura. Dos pequeñas figuras que se encaraman a la cruz en el Paso del Descendimiento. Su papel es discreto, pero todos los evangelistas lo nombran. El suyo es un ejemplo de compromiso. Se arma de valor y pide el cuerpo a Pilatos para darle sepultura. Todas nuestras buenas acciones, por simples que parezcan, son importantes a los ojos de Dios.

Pero si hay un paso entrañable y querido por los logroñeses, ese es el Santo Cristo de Sepulcro. Toda una joya. Su valiosa y lujosa urna del siglo XVII no puede eclipsar la crudeza de ese hecho conmovedor: Cristo yace, muerto ante nuestros ojos con un realismo estremecedor y apela directamente a nuestros corazones. Nadie sabe por qué el fervor por esta imagen ha ido creciendo en los últimos años… Y basta con acercarse hasta la con-catedral de La Redonda cada Miércoles Santo a las 12 del mediodía para comprobarlo. Yo lo he hecho por trabajo en varias ocasiones y les aseguro que sobran las palabras (y en mi caso es difícil). Fieles que aguardan largas filas para tocar la imagen buscando su amparo y su protección. Irracional, sí… Incomprensible si no se hace desde la fe.
“Al alborear el tercer día María Magdalena y la otra María fueron al sepulcro. Un ángel apareció y les dijo: “NO temáis. Sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí.. Id a decid a sus discípulos: ha resucitado de entre los muertos y va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis. Ellas salieron a toda prisa. Jesús salió a su encuentro y las saludó.

Blanco, inmaculado, resplandeciente… Así es como imaginamos a Jesús en esta escena y así es como abandona el Cristo Resucitado el cementerio logroñés. Como aquellas mujeres asistimos nosotros al momento que da sentido al cristianismo. El triunfo sobre la muerte demuestra su divinidad y nos da esperanzas. Ese recinto que todos asociamos a momentos tristes y dolorosos se convierte en un sinónimo de esperanza… Porque si Cristo no hubiera resucitado, nada de lo anterior tendría sentido.

La muerte se nos presenta como algo definitivo. Cuando Jesús muere sus seguidores se retiran asustados y decepcionados. Pero ¿qué les hace resurgir con más fe y que su relato llegue hasta nuestros días? Hay vestigios antes los cuáles incluso la ciencia deja una puerta abierta a la veracidad: la sábana santa, el sepulcro…… Pero más allá de estos hechos objetivos está el convencimiento de que si hacemos del amor al prójimo nuestra máxima en la vida, tendremos un lugar con él en el paraíso.

Seguro que todos daríamos lo que fuera por un beso, un abrazo un minuto con nuestros seres queridos que han fallecido. Cuando hablo con personas no creyentes sobre la muerte y mi convicción de que hay algo más, a veces surge un sano sentimiento de envidia …. Porque es duro pensar que todo acaba aquí…. Es precisamente la esperanza de la resurrección lo que da sentido a todo este relato y a nuestras propias existencias.

Quiero terminar con una reflexión al hilo del planteamiento con el que empezaba. Cuando la hermandad presentó el programa de Cuaresma y mi nombre volvió a aparecer en él, hubo compañeros y amigos que se sorprendieron y me preguntaron ¿Por qué tú?…

Incluso uno de ellos, de los que mejor me conocen fue más allá y me dijo que “no me pegaba nada”… Y la verdad es que me hizo pensar. En mi día a día intento ser buena, justa, generosa, compasiva… Aunque les confieso que no siempre lo consigo. Pero si miro a mi alrededor, eso no me hace mejor cristiana…. Porque la mayoría de las personas a las que conozco también se rigen por esos valores. Aunque ellos no tengan presente a Dios en sus vidas….

Ser cristiano exige un compromiso mayor y es lo que he querido hacer con toda la humildad posible aquí esta tarde… Sobre todo, ahora que muchas personas me dicen: “A ver cuándo cuentas en la tele algo bueno”. Pues bien, hoy desde aquí quiero informar de la mejor noticia posible en estos tiempos tan propensos a la desesperanza: que Dios nunca nos deja sólos… Cojamos pues el testigo y demos testimonio de nuestra fé en esta Semana Santa acompañando a nuestros pasos, por todos y cada uno de los rincones de nuestra ciudad.

Gracias de nuevo a la Diócesis y a la Hermandad de Cofradías por esta invitación y a todos y todas Feliz Pascua”.

Concepción Aquesolo, pregonera de la Semana Santa de Logroño

Subir