Salud

Un destino de cuatro décadas: “He sido un médico con parientes, no con pacientes”

El médico Alejandro Paradiñeiro se despide de las consultas de Galilea, Corera y El Redal

El doctor Alejandro Paradiñeiro

Han sido numerosos los homenajes y reconocimientos que Alejandro Paradiñeiro ha recibido en las últimas semanas desde que el pasado diciembre colgó su bata blanca después de 38 años velando por la salud de los vecinos de Galilea, Corera y El Redal. El último, en la parroquia de Corera, donde se entregó una placa a este médico de familia jubilado y también a la farmacéutica Rosa Castillón, que durante 32 años ha estado vinculada al boticario del municipio.

“Me jubilo con 64 años, un año y medio antes de lo previsto, pero creo que ha llegado mi momento. Todavía me siento joven y con fuerzas y quiero dedicarme a mi familia y a hacer otro tipo de cosas”. Paradiñeiro es de los pocos médicos que ha desarrollado prácticamente toda su carrera profesional en el mismo lugar. Motivo de ello es que aquí, al amparo del Valle de Ocón, formó su familia e incluso residió durante quince años.

Una familia que va más allá de su mujer Luisa, también médica y retirada hace dos años también en esta zona, y sus dos hijas. “Aquí me he convertido en un médico con parientes, no con pacientes. He llegado a conocer a varias generaciones de una misma familia y eso ayuda a crear un vínculo emocional con los vecinos de estos municipios”.

La sangre gallega corre por sus venas (nació en Monforte de Lemos), pero desde pequeño se ha criado en la vecina Navarra. Allí inició su carrera profesional tras licenciarse en Zaragoza en 1981, pero apenas estuvo dos años. Con la ilusión y ganas de aprender propias de la juventud, este chaval de 25 años aterrizó en el Valle de Ocón a pesar de no ser este uno de los destinos más atractivos para los profesionales sanitarios por aquel entonces.

“En aquellos años existían lo que se llamaban los cupos, es decir, que los médicos obtenían una mayor retribución en función de su cartilla de pacientes. Los entornos rurales, por tanto, no eran los más demandados por su baja densidad de población. Pero yo quise formarme en este tipo de consultas. La idea era estar ahí unos cinco años para luego trasladarme a otra localidad mayor, pero los planes cambiaron de rumbo cuando comencé a adentrarme en la vida de estos pueblos, a ser un vecino más”, recuerda.

La asistencia médica, explica, no ha cambiado mucho en estos casi cuarenta años que lleva de profesión: “Simplemente hacías el mismo trabajo, pero con muchos menos medios técnicos que ahora. Además, antes se hacían muchas más visitas domiciliarias, mientras que ahora la gente acude más a la consulta. Y esa saturación se hace más acusada en el medio rural porque la población está más envejecida”.

Entre las mejoras y logros de la sanidad, este doctor retirado destaca la medicina preventiva. “Desde que era un crío, uno de los caballos de batalla de la sanidad han sido los tumores, pero en estos 40 años los pronósticos de los cánceres ha mejorado muchísimo, pero no como esperábamos, que era dando soluciones médicas y quirúrgicas. Sí que hay mejores tratamientos, aunque no grandes armas de lucha. En lo que se ha evolucionado notablemente es en la labor de detección y es por eso que el diagnóstico ha mejorado, porque se localizan precoces y, por tanto, el tratamiento es más exitoso. Y ahí, la Atención Primaria ha cobrado especial relevancia en los últimos años porque contamos con más medios diagnósticos”.

Para Paradiñeiro, ser médico rural implica, como bien dicta el dicho, ser “oficial de todo, maestro de nada”. Desde fuera podrá verse en ocasiones como un destino monótono dada la escasa población de estas zonas. “Pero ocurre todo lo contrario. Aquí tendremos pocos pacientes, pero con una gran variedad de patologías. La alta edad media de estos municipios hace que las consultas médicas sean frecuentes por diversas enfermedades o dolencias, y eso es lo que le aporta riqueza a esta profesión haciéndola más dinámica. Así que ser médico de pueblo, más que duro, es intenso”, asegura.

Y para hablar de intensidad, no tiene que remontarse muchos años atrás. Los coletazos de la pandemia dejaron su peor huella en los hospitales, sobre todo, durante 2020. Pero un año después, las secuelas se vivieron en la Atención Primaria. “La gente pasó del temor a acercarse a una consulta a perder el miedo al virus. Antes solo acudían ante patologías graves y una simple dolencia se pasaba en casa, lo que me permitió dar una mejor asistencia y, siempre que era posible, de forma presencial. El teléfono nunca ha sido mi primera opción para hacer un diagnóstico”, recalca Paradiñeiro, que reconoce no haber afrontado nunca esta crisis sanitaria “desde la histeria”, que sí desde la “prudencia”.

Sin embargo, las dificultades en la gestión sanitaria se agravaron en el Valle en la segunda mitad del 2021: “La consulta comenzó a llenarse de gente con el agravante de que suprimieron la plaza en el consultorio de Alcanadre cuando la médica que estaba cogió la baja. Y así, donde antes éramos cuatro médicos (el de Ausejo, Alcanadre, el de los pueblos de Ocón y yo para Galilea, Corera y El Redal) nos quedamos tan solo dos, el de Ausejo y yo. Eso supuso una degradación total de la asistencia médica porque es imposible que dos personas den una atención digna a una población tan dispersa y amplia (unas 2.700 personas entre todos los municipios)”.

Fueron meses “auténticamente caóticos”, recuerda, pero afortunadamente la plaza de Alcanadre ya ha sido cubierta. Eso sí, “al médico de Primaria le sigue faltando tiempo para dar una buena asistencia a cada paciente y eso es un desastre porque tienes la cabeza en mil sitios”. Esta falta de personal médico ha sido, y es, una gran lastra que acompaña a la sanidad riojana (y en general a la española) desde hace aproximadamente 15 años, calcula este doctor, y que ya se ha convertido en un problema crónico que no se puede solventar a corto plazo.

“Cuando yo me gradué ocurría lo contrario que ahora y es que había demasiados profesionales para lo que el sistema era capaz de absorber porque no había cupos en las facultades. Para regular esa situación y evitar esa sobrecarga de licenciados que iban abocados al paro se restringió el acceso a la universidad en función de las posibilidades laborales. Pero el problema es que esa medida no se ha ido actualizando conforme pasan los años y ahora nos encontramos con que la demanda sanitaria es enorme y no hay nuevos médicos. Es mucho tiempo arrastrando este déficit de personal sanitario porque los políticos no cuentan con una visión a largo plazo y el problema es que formar a un médico cuesta diez años. Debemos crear un sistema atractivo para los médicos españoles y también para médicos extranjeros para que no emigren a otros países”.

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