Gastronomía

Luto en la cocina riojana: muere Manolo García, del Soldado de Tudelilla

La gastronomía popular riojana luce este viernes un crespón negro en honor a uno de sus máximos exponentes, Manolo García, que ha muerto a los 71 años de edad. Su carisma al frente del Soldado de Tudelilla fue uno de los grandes atractivos del entorno de San Agustín y Laurel, donde elevó sus sardinas y guindillas a la categoría de manjar durante tres décadas.

En 2018 ofreció su ‘último vals’ con los honores propios de un estandarte de la cocina popular riojana. El destino ha querido que su muerte coincida prácticamente tres años después de su último servicio, el 11 de octubre de aquel año. «Las tropas hosteleras de La Laurel, en agradecimiento a los 55 años de combate de Manolo García Nájera, el soldado que tuvo por armas sardinillas y guindillas y batalló por preservar el vino en porrón», reconocieron entonces sus compañeros de mandil.

Por las baldosas del Soldado de Tudelilla pasaron multitud de actores y artistas. La cercanía del Teatro Bretón. El que más le impresionó en sus 29 años de profesión fue Juan Echanove. «Se me quedó ahí grabado. Lo que entiende de vinos». Tampoco faltaron políticos. Felipe González, Mariano Rajoy, Alfonso Guerra, que dio buena cuenta en su día de un bocata de sardina con guindilla, y «ese pequeñito que cobra de Hacienda», Cristóbal Montoro, quien dejó claro que le gusta el picante con las comidas.

 

La clave de su éxito fue la fidelidad a su esencia, con platos “de toda la vida. Desde que se abrió el bar: sardina con guindilla y ensalada de tomate. No hemos cambiado”, presumía.

Su herencia sigue dándole frutos a uno de los negocios imprescindibles de la gastronomía logroñesa. Sin ir más lejos, la Guía Repsol distinguió este mismo año al Soldado de Tudelilla con un ‘Solete’, su nueva distinción para locales «que recomendarías a un amigo o a un conocido de paso por tu ciudad porque sabes que son un acierto seguro», según sus propias palabras. Son establecimientos desenfadados en los que da gusto tomarse un pincho y en los que suele formarse cola para sentarse a la mesa por su buena atmósfera y su autenticidad.

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