Firmas

Valle Lingua Gloriosi

España es un país de proyectos, hasta el punto de que algunos, después de más de quinientos años dando guerra por ahí, todavía piensan que España es un proyecto de país. Puede ser: ¿no somos nosotros un proyecto de Dios, y aquí seguimos?

Pedro Sánchez, ‘primus inter pares’, también tiene los suyos y los llama Proyectos Estratégicos de Recuperación y Transformación Económica (PERTE, para los amigos). Ya saben, eso de la ‘resiliencia’, que tengo apostado a que será la palabra del año para la Fundéu: al tiempo.

El primer PERTE que ha sido aprobado tiene por meta llenar España de coches eléctricos, pero a la velocidad que lleva el precio de la luz, propia de un ecuación einsteniana, su éxito se antoja relativo. Más vislumbro un país de chinos, cada uno con su bicicleta, con lo cual, al menos, recuperaremos opciones de volver a conquistar un Tour de Francia y satisfaremos el sueño fascista de Ernesto Giménez Caballero (una España de obreros en bici) y los sueños húmedos de más de un alcalde contemporáneo.

Para su segundo PERTE, Sánchez ha tomado un poco de aquí (el Valle de la Lengua de doña Concha) y un poco de allí (la Oficina del Español de doña Isabel) y, tras mucho cavilar, lo ha dado a conocer con el original nombre de ‘El español, valle de la lengua’. Entre Yuso y Ayuso. Un proyecto lleno de buenas palabras (¡faltaría más!) al que todavía falta llenar de contenido, pero que debería generar oportunidades de negocio en diversos sectores arrastrados por el potencial de nuestra lengua común. Así dicho, suena bien.

Nadia Calviño, la ministra llamada a poner orden en el Consejo de los martes, entraba en detalles durante su reciente visita a Logroño, y entre ellos llamaba la atención ese objetivo de que “la inteligencia artificial piense en español”. Algo hemos mejorado desde que el rector de Cervera regalase a Fernando VII con aquel “lejos de nosotros la funesta manía de pensar”, pero tal vez no estaría de más tratar también de que sea el español quien piense con inteligencia natural y poder quitarle la razón a Machado, quien sostenía que en estas tierras, “de diez cabezas, nueve embisten y una piensa”. (Personalmente, me conformaría con que Teodoro García Egea no volviera a decir nunca “preveer”).

Lamentaba Ignacio Ruiz Quintano que “España no haya dado un solo novelista extraordinario desde Cervantes ni un solo novelista ordinario desde Cela”, y este PERTE  puede ser la solución. Uno entra en el chiringuito madrileño de Toni Cantó y, dos fotocopias compulsadas y una póliza de cinco duros más tarde, sale hecho un Tolstoi o un Victor Hugo. Se da una vuelta por la Cogolla y, después de un cuartillo de vino, llena cuartillas como Joyce o Faulkner. Y así. (Me disculparán que en este breve hilo no haya enhebrado el nombre de ninguna escritora, pero se me hacía bola incluir entre estas plumas el de Elvira Lindo, un suponer, por cumplir con la cuota).

Llegados a este punto, mejor dejarlo aquí, no sea que venga alguien y me lea la cartilla. Ustedes pongan de su parte y anímense con el Quijote, que el resto se nos dará por añadidura (en el reino del BOE). ¡Ah! Y vayan pensando de qué color quieren la bici.

Subir