Firmas

Tinta y tinto: ‘Mudanza’

Ya he acabado mi mudanza. ¡Por fin! Estos días me he cambiado de casa y ya estoy (casi) instalado en mi nueva morada. Lo de las mudanzas es una tortura que no se le desea ni a tu peor enemigo. Sabes cuándo empieza, pero nunca cuándo termina. Una guerra encubierta con dos cuarteles generales y más trampas entre ambos que los terrenos controlados por el Vietcong en los sesenta. Durante ese tiempo, desaparecen los amigos y los conocidos te evitan por la calle no vaya ser que les acabes pidiendo ayuda. Es más efectiva una mudanza que cualquier discurso político durante la pandemia para aumentar la distancia social.

Perdida toda relación con el mundo exterior, tu vida comienza a girar en torno a cajas, precinto, muebles, platos, vasos, sábanas, toallas y ropa. No distingues lo imaginario de lo real. No sabes si estás dormido o despierto y extraños moratones aparecen por tu cuerpo como en esos despertares adolescentes de domingo con resaca. En cada viaje deseas que todo termine cuanto antes, aunque eso signifique perder la mitad del patrimonio atesorado con el paso de los años. En mi caso, una docena de libros, un ordenador portátil y tres mudas limpias. Nunca me ha gustado almacenar cosas inservibles por si algún día tuviera que salir huyendo del país sin mirar atrás.

Terminada la faena, vuelves al mundo real y empiezas a recobrar el sentido como quien sale de un coma que ha durado años. Comienzas a caminar por tus nuevas calles como si fueras Will Smith en ‘Soy leyenda’. Todo te resulta familiar y extraño a la vez. ¿Hace cuánto que ha abierto ese bar? ¿Por qué están todos los establecimientos “no esenciales” cerrados? ¿A qué viene este alarmismo en los periódicos por la situación de la pandemia? ¡Claro! ¡El puto COVID-19! Y vuelves a ser consciente de que la vida sigue a tu alrededor aunque tú hayas estado de mudanza.

Ocurre entonces que los amigos, familiares y conocidos vuelven a tu lado. Ya te hablan y no cambian de acera al verte. Lo primero que te cuentan son sus propias batallitas en torno a las mudanzas. “¿Y dónde estábais hace una semana? ¡Eh!”. Haces entonces como que escuchas atentamente mientras piensas en que todavía te quedan 234 cajas por abrir y que tu tortura no terminará hasta el 2038 si es que el mundo sigue en pie para entonces. Sin embargo, así te enteras de que no eres el único actualmente que anda haciendo una mudanza porque le toca cambiar de casa.

Por ejemplo, en la 12 Rue del Percebe -así llamamos cariñosamente a Avenida de Portugal, 12- tenemos nuevos vecinos en el piso de abajo. El Grupo Prisa ha desembarcado en Radio Rioja y ha puesto al frente de la emisora a dos nuevos gestores: Javier Hoyos y Alberto Aparicio. Al primero todavía no lo conozco y al segundo me lo crucé el otro día por el edificio en esos quehaceres diarios que tenemos los periodistas. Parece majo. Me contó que todavía está con la mudanza y haciéndose a la ciudad. No hablamos del tiempo por los pelos.

En Vara de Rey, donde la obra interminable del ‘no túnel’, también andan de mudanza. Por ejemplo, Jorge Alacid cambia la tierra con nombre de vino por las apetecibles playas valencianas y Marcelino Izquierdo se jubila para cumplir toda esa lista de proyectos que tiene pendiente. Eso supone que Pablo Álvarez cambie de despacho para coger los mandos de la redacción y que María José Pérez (Marijose para los amigos) venga desde Vitoria para cambiar también de casa. En este caso, El Correo -donde hace no mucho fuimos felices haciendo juntos periodismo- por La Rioja.

No son las únicas mudanzas tanto en el diario decano como en la radio decana, pero mejor pregunten a los de allí porque uno ya no sabe si son cinco, diez, quince o veinte. Lo mismo pasa con “los de La 7”, que llegaron hace unos meses de la mano del Grupo Promecal y han renovado el espacio televisivo de la región en poco tiempo. De la mano de Óscar Gálvez (exdirector de El Día de Valladolid) y Óscar Briñas (ex Onda Cero) llega una necesaria evolución en las pantallas riojanas, así como en el diario gratuito ‘El día de La Rioja’. La gente de Popular TV cambió el edificio de los Salvatorianos por el barrio de Cascajos y las modernas instalaciones de la nueva tele. Mudanzas y más mudanzas.

Como la que ha tenido que hacer nuevamente la Consejería de Podemos -dicen que es de Igualdad, Participación y Agenda 2030-. Empezaron la legislatura en el edificio de ‘La Bene’, se trasladaron al Palacio de los Chapiteles en la calle Portales con nefastas consecuencias para el Instituto de Estudios Riojanos (IER) y ahora regresan a un ala de ‘La Bene’ tras la presión popular y política. Dos cambios en apenas dos años que han convertido a Raquel Romero y sus compañeros en “los reyes de las mudanzas” del Gobierno de La Rioja. Especialistas en meter sus cosas en cajas y cambiar sus sillas de edificio, sólo les falta una lección por aprender: las mudanzas también se utilizan para soltar lastre y dejar atrás las cosas que ya no sirven por mucho cariño que se les tenga.

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