Hoy, día 20 de agosto, mi marido sufre una enfermedad de la que nadie es responsable. Un cáncer terminal de pulmón con metástasis por todo el cuerpo.
El próximo 2 de septiembre tiene consulta con el traumatólogo especialista en columna del Servicio Riojano de Salud, donde le diagnosticarán esta patología.
No, no es un error. Este es el cronograma que de forma natural hubiéramos seguido bajo la horrible organización de nuestro Sistema Riojano de Salud.
Vaya por delante que este escrito no es una queja a ninguna de las personas que día a día, con mayor o menor acierto, trabajan y velan por nuestra salud. Es un grito sordo y rotundo contra la desorganización de nuestro sistema que genera un derroche de recursos y una descoordinación atroz entre los distintos equipos (primaria, oncología, paliativos, ambulancias…).
Cierto que vivimos una situación excepcional de pandemia, pero si no somos capaces de coordinar lo básico, cómo vamos a hacerlo con lo excepcional.
Principios de 2020. Acudimos hasta seis veces a nuestro médico de cabecera y tres a Urgencias por un dolor incapacitante que no responde a ningún analgésico prescrito, muchas veces por teléfono, y siempre basándose en la imagen de hace un año (cierto que la COVID-19 ya formaba parte de nuestras vidas). Solicitamos y rogamos de nuevo que sea un especialista el que valore la situación y finalmente obtenemos una consulta el 2 de septiembre.
Abril de 2020. El dolor progresa e incapacita a una gran velocidad. Acudimos a la clínica privada Los Manzanos, donde trabaja un especialista de traumatología de columna, que deberá recibir a mi marido el 2 de septiembre con la intención de acelerar la consulta y obtener una imagen actual que nos de luz en el diagnóstico, asumiendo el coste económico que sea. Nos atiende y a la semana nos concierta una prueba de Rx en San Pedro, manteniendo la cita del 2 de septiembre para resultados.
Mayo de 2020. Mi marido no puede caminar y el dolor sigue en aumento. Tras acceder al historial vimos que el informe del especialista de Rx se orienta a un diagnóstico de tumor de pulmón con metástasis. ¿Seguimos esperando al 2 de septiembre?
Ese mismo mes, ingresamos por Urgencias confirmando el diagnóstico y avanzando a una situación de completa incapacidad. Mi marido no puede moverse en la cama por el dolor que le provoca la enfermedad.
En definitiva, no busco denunciar la mayor o menor capacidad de un médico en el diagnóstico ni tampoco la habilidad en la pronta derivación a un especialista. Tampoco busco denunciar el lucro personal que permite el trabajo en lo público y lo privado, que alarga las listas de espera y permite un pase preferente a aquellos que pueden pagar la consulta privada. Tampoco que un paciente con un cáncer terminal incapacitante tenga que esperar más de una hora para una consulta a las 8:30 de la mañana (pobres los que tengan a las 14:00). Ni que no haya alguien que valore la necesidad de un colchón especial para un paciente encamado de forma crónica y que presenta una fase inicial de úlceras por presión. ¡Que también!
Denuncio la absoluta desorganización de nuestro sistema sanitario, que genera un sobreesfuerzo de su personal, un derroche económico y una progresiva destrucción de la sanidad pública. Denuncio la descoordinación entre paliativos y oncología y la descoordinación con las ambulancias que no saben qué tipo de paciente van a buscar ni en qué condiciones. Denuncio que, a mis 72 años, cada paso que doy en la enfermedad de mi marido, con esta desorganización, supone un sufrimiento añadido al generado por el propio cáncer.
*Puedes enviar tu ‘Carta al director’ a través del correo electrónico o al WhatsApp 602262881.
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