Crisis del Coronavirus

La vuelta más esperada: primeras aperturas en Laurel y San Juan

Más de dos meses de confinamiento, desaliento e incertidumbre. Después de una mejoría sustancial en las cifras de contagios y fallecimientos por COVID-19, la hostelería vuelve a subir la persiana. Con restricciones, eso sí. Y son precisamente esas cortapisas las que han hecho que la mayoría de bares de la calle san Juan y La Laurel sigan con sus puertas cerradas el primer día de la ‘Fase 2’.

El tiempo acompañaba este lunes a mediodía, pero los hosteleros no las tenían todas consigo. Las calles, vacías. Solo algún que otro transeúnte que, por curiosidad, se había acercado hasta la zona para ver de nuevo los bares abiertos. “Es una pena. Pensábamos que hoy iban a abrir más compañeros, pero no”, cuentan Susana y Lucio, propietarios del bar ‘De Bellota’ de la calle San Juan.

Ellos llevan abiertos más de dos semanas trabajando con servicio a domicilio y pedidos para llevar. “Abrimos entre semana por las tardes. El sábado, mañana y tarde. Los clientes habituales nos lo agradecen”.

Unos pasos más adelante, de nuevo luz. En este caso es Sergio Palacios, del bar La Esquina. Desde una ventanita asoma con todas las medidas de seguridad para entregar a los clientes sus pedidos, mayoritariamente tortillas. “Había que atreverse. En cuanto nos dieron la opción de abrir el negocio exclusivamente para pedidos o recogida en el local, no me lo pensé dos veces. La gente está con ganas. En dos semanas he duplicado los pedidos a base de repartos a domicilio”.

Palacios sabe que cumplir a rajatabla las medidas de higiene y distancia es fundamental. “Eso el cliente lo reconoce y lo agradece. Yo era pesimista a la reacción de la gente porque la situación, lamentablemente, ha sido y es muy difícil, pero se nota un clima de solidaridad y ganas increíble”.

Sergio Palacios confiesa que mucha gente le pide un vino y un pincho para tomar en la calle, pero eso es imposible. “Lo entiendo perfectamente porque tanto la San Juan como La Laurel son sitios que requieren de compartir tu vino en una barrica al aire libre y rodeado de gente”.

El dueño de La Esquina reconoce que vamos a tardar mucho en volver a ver esos llenazos en la calle porque habrá una normativa que cumplir. “Respetando siempre las medidas, poco a poco iremos recuperando esas cosas que le daban alegría a nuestra rutina”.

Y aunque parezca mentira, solo estos dos bares daban este lunes vida a la San Juan. ¿Se respiraba algo más de ambiente en la vecina Laurel? Por desgracia, no. Persianas bajadas y carteles anunciando el cierre temporal por la crisis sanitaria hasta que por fin una puerta se ha abierto. Era la del restaurante Iruña. Según palabras de su dueño, Carlos Martínez, ha abierto porque hay dos empleados en ERTE y a día de hoy no han cobrado ni un duro desde que el 15 de marzo les pagó su último sueldo.

Carlos Martínez explica que le pidieron que hiciera algo por ellos. “He abierto porque estaban deseando volver a trabajar”. Junto con su mujer, el dueño del Iruña ha estado haciendo cuentas. Salen rosarios. “Estos dos próximos meses, si no perdemos dinero, me doy con un canto en los dientes. Por lo menos ellos tienen el sueldo asegurado”.

La calle Laurel es uno de los grandes reclamos turísticos de Logroño. “El ochenta por ciento de las cenas que damos aquí de lunes a jueves son de gente de fuera de España y ahora con esta situación…”. Martínez advierte un futuro turbio para la hostelería y reclama la ayuda de los arrendatarios de los locales.

“Hay algunos que han hecho durante estos meses una rebaja, pero otros no. Y los locales de esta zona no son nada baratos por la afluencia de gente que se mueve. Gente que ahora no existe. Los dueños deberían adecuar los alquileres a la situación real”. El hostelero reconoce que algunos de sus compañeros ya no van a volver a abrir y que él incluso se ha planteado cerrar su negocio e irse a otro país.

Al acabar el paseo de este lunes por el corazón gastronómico de Logroño, otra sorpresa. Otro bar abierto. El único en La Laurel además del Iruña: el Rincón de Alberto. El local tiene la suerte de contar con más metros de los habituales en estas calles. “Por eso he decidido abrir”, señala su propietario Alberto Andrés.

Sabe que sigue habiendo miedo, “pero hay que quitarlo”. Alberto entiende que hay muchos compañeros que han decidido no abrir por hacer fuerza común, pero también cree que se debe empezar a funcionar. “Y a moverse como sea. La zona lo necesita, y la ciudad también”.

Subir