Diario de un ‘profe en cuarentena’
«Es cordura provechosa ahorrarse disgustos.
La prudencia evita muchos«.
Baltasar Gracián (s.XVII)
Lunes, 08:00 horas.
Lección 1. «Profe, ayer salí. Lo necesitaba. Llevaba casi 50 días encerrado en casa y, si te digo la verdad, me vino muy bien. Hoy estoy diferente, con mucho mejor ánimo…».
Las maduras palabras de Miguel, de 1º de la ESO, hacen que me calle durante unos segundos. ‘Inteligencia emocional’ lo llamamos los docentes. Para él, creo que fue mucho más importante, posiblemente ‘supervivencia’. Continúa su intervención:
Lección 2: «…pero no me gustó lo que vi, profe. Vivo en El Arco, y más de un grupo no lo hizo nada bien. Parecían más responsables los niños, que entre ellos mantenían las distancias, que sus padres».
Después de esto, ¿qué puedo explicar? ¿Dónde quedamos los adultos? No puedo sino pensar en voz alta con ellos, recordando escapadas a Alemania, Suiza, Países Bajos… países de los que envidio su civismo, su responsabilidad, su educación… y, como es natural, me siento avergonzado de mis orígenes. ¡Qué lejos nos queda Europa!
Lección 3. Debería ser la primera, pero he pensado en ello más tarde. Todos puntuales. A las 8 de la mañana, un día más, estaban todos puntuales al otro lado de la pantalla del ordenador (o del móvil, qué mas da). Es su responsabilidad, lo saben y cumplen. Y desde el primer minuto me dan, nos dan, una nueva lección.
Es entonces cuando recupero mi orgullo porque me queda la esperanza de que su generación sea mejor que la mía. Y como docente me hincho, me lleno, me regalan sus fuerzas y me identifico con él, me siento «diferente, con mucho mejor ánimo».
Tres lecciones y no ha hecho más que empezar el día. Tres lecciones y todas son suyas. Es 27 de abril, víspera de San Prudencio. Pues eso.
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