El Rioja

La tradición ante la innovación: “Las horas que echas aquí no son pagadas”

Con las características botas de pescar ya puestas y el horquillo en la mano, el vino va escurriendo poco a poco por el depósito. Así, Jesús Pérez, fundador de la Bodega Pérez de Urrecho (Galbárruli), realiza la maceración carbónica de los cerca de 100.000 kilos de uva tinta que recoge al año, también de forma manual, con cestos y tijeras.

A través de este proceso, la uva se deposita íntegra en el depósito, sin separar los granos del raspón, y se fermenta en una atmósfera de dióxido de carbono antes de ser machacada con los pies. El pisado de las bayas transcurre durante unos ochos días, mientras que las uvas son remontadas cada jornada de un lado al otro del depósito hasta llegar al fondo del recipiente.

“Podemos estar casi dos horas para dar la vuelta a la mitad del depósito”, asegura Pérez, mientras presiona con frenesí el montón de uvas desde lo alto de la cuba después de airear con ayuda de un cartón el penetrante aroma a morapio. La bodega también fabrica variedad blanca, aunque una cantidad notablemente menor, ya que su producción se encuentra entre los 5.000 y los 6.000 kilos.

En 2011, este negocio familiar salió a la luz con la intención de recuperar y revalorizar las técnicas vitivinícolas de antaño como signo de distinción. Pérez, con la ayuda de su mujer Ana, su padre Jesús y su primo Roberto, ha levantado una auténtica bodega tradicional donde todo queda en familia, desde los cuidados de la vid hasta la comercialización de los vinos.

Sin embargo, no tienen en mente que sus hijos continúen con este oficio tan sacrificado. “Las horas que echas aquí no son pagadas”, apunta la mujer, quien dejó su trabajo en una administración de Loterías para dedicarse al campo.

Reconocen, además, que este tipo de bodegas no son rentables en comparación con aquellas que llevan un proceso del vinificación mecanizado y más industrial. “Pero a mí me hace feliz estar aquí al aire libre, no podría pasarme horas en una oficina”, señala Pérez tras añadir que desde los diecinueve años se ha dedicado a las viñas.

“Sobre todo fue gracias a mis padres, quienes me ayudaron a comenzar con este proyecto, porque se necesitan grandes inversiones”, matiza. Pero “poco a poco, pa’lante, pa’lante”, Pérez de Urrecho goza de ser una de las pocas bodegas donde se realiza el tradicional pisado de la uva.

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