San Mateo

El frenopático de La Ribera

Fotos: Eduardo del Campo

Buenas noches, bienvenidos, hijos del rock&roll. ¿A dónde? Al frenopático de La Ribera. Nada es lo que parece. Los locos son los demás. Los del ruedo y los del palco. Los de tu asiento de la derecha. Y los de tu butaca de la izquierda. Qué decir de esa gente de sol. Peor aún los de sombra. Y los indecisos del sol y sombra, tanto de asiento como de brandy. Todos locos. Una plaza de toros como manicomio. Y en ella, todos felices para dar rienda suelta a nuestras pasiones. Buenas y malas. Peores y regulares. No las hay mejores.

En el reino de los ciegos, el tuerto es el rey. ¿Y en el de los locos? Juan Leal. Si eres un francés estiloso que te llamas Steeven Jean Groux Leal y te haces llamar Juan Leal, ya demuestras que no estás bien de la cabeza. Si decides ser torero, le añades otra dosis de locura a tu persona que la cosa solo puede acabar en un delirio que nadie entienda. Ni siquiera los habitantes del frenopático de La Ribera.

En un día para despedir en Logroño a Manuel Jesús ‘El Cid’ (único sin triunfo), con referencias en las crónicas a Rodrigo Díaz de Vivar, Babieca y Tizona (¡ay, la reconquista!), se ha colado en nuestros corazones un torero francés que en el segundo de la tarde ha demostrado ser el más loco del manicomio. Los renglones torcidos de Dios. Ha encogido de tal forma nuestro músculo más preciado que no ha dejado sitio para más. Un desalojo sin okupación. Juan Leal se ha puesto de rodillas de punta a punta de la plaza para recibir a Agitador y agitar él nuestros miedos.

Un espectáculo para pasarse el toro a escasos centímetros de la piel sin sentido alguno. Puro espectáculo. Fuegos artificiales. La falta de miedo a la muerte. La inconsciencia. Un repertorio de pases temerarios que en nada se parecían a los del maestro de maestros que íbamos a despedir. Para rematar la faena, una extraña forma de matar saltando cual bailarina en el Riojaforum. Todos locos. Incluidos los toros, tan buenos como malos. Serios, pero sin fuerza y con unas manos que perdían más fácil el suelo que la virginidad un británico en Magaluf.

Una oreja para Luis David en el tercero de la tarde. Otra oreja para nuestro loco preferido en el quinto. Y petición de un segundo triunfo que sólo se entiende cuando estás dentro del frenopático de La Ribera. Bronca al presidente. Aplausos al presidente. Para una vez que lo hace bien el hombre… es nuestra locura y no la puedes entender, como no cambiar al primero (Levítico, como el pasaje biblíco) cuando querías homenajear a Manuel Jesús. Sin suerte ‘El Cid’ en su lote, el resto de animales han estado por encima de los dos diestros. La suerte del apartado. La locura de Logroño.

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