CARTA AL DIRECTOR

La Batalla del Vino

Al amanecer del día de San Pedro, por los riscos de Bilibio, camino de Haro, allí donde el río Ebro se revuelve bravío, hay una batalla que en lugar de sangre, derrama vino.

Para esta liza todos se alistan de soldado: primero los de aquí, los jarreros, los riojanos; luego vienen legiones de milicianos de todos los pueblos de esta nuestra piel de toro; también los hay mercenarios con mono de metralleta pero con balas de salva de vino, y hasta viene alguno de la Conchinchina a calarse en esta mágica niebla de morapio.
Y tú mismo si te acercas con la alegría en tu zurrón, tienes reservado el mejor sitio.

De guerrera basta con una vieja camisa blanca y pañuelo rojo de tocado al cuello. De aljaba: un caldero o una bota o una botella o una pistola de plástico. De munición reparten el fruto de la vid. De música de guerra ya hay una charanga que ameniza el tiroteo. Y en son de paz, camino de Haro, a quemarropa, o tendiéndose celadas, pelean todos contra todos, pero nadie contra nadie, en un fuego cruzado, tiñéndose las ropas, la piel, los cabellos, de la acuarela morada del vino.

Todo un pueblo volviéndose niño frente a este paisaje de viñedos infinitos de La Rioja que nos da tanto, que nos ha forjado. Empaparse de vino, como tú de luna llena o del olor de tu hombre o el de tu hembra enamorada… Y sentirlo. Y guardarlo. Y velarlo como oro puro en paño.

El día de San Pedro, si pasas por los riscos de Bilibio, camino de Haro, deja que te hieran alegremente… ¡Y muda en los rubores del vino!

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